46. Culpable

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Los días transcurren y todo sigue igual. Bueno, hay ciertas cosas que parecen mejorar a mi alrededor. En casa, la tensión se ha desvanecido. Mamá rubia ya no me mira con esa decepción en los ojos por no haber solicitado plaza en la universidad, Finn ya no se mete en tantos líos porque está más ocupado jugando a tenis y mamá lila y mamá rubia están pasando más tiempos juntas. A veces salimos en familia a cenar, otras veces salen ellas dos y no vuelven hasta la noche. Se les nota más sonrientes, y eso me alegra.

La relación con mis amigas ha vuelto a ser la de siempre, sin enfados y sin meterme en asuntos que no me corresponden. Los preparativos de la graduación y el viaje de fin de curso están a punto. Ya tengo el vestido y los zapatos que me pondré ese día y he empezado a hacer un listado de todas las cosas que necesitaré para pasear por Grecia.

Parece que todo va bien, parece que todo va como siempre... sin embargo, las noches dicen lo contrario. Cuando ya he terminado de estudiar, de fotocopiar apuntes y hacer trabajos de otras personas... cuando ya no hay nada en mi cabeza para distraerme, apoyo la cara en la almohada y muchos pensamientos vienen a mi mente. Hace días que no hablo con Louis. Le veo en clase como de costumbre, veo su ventana iluminada por las noches como de costumbre, ensayamos la obra de teatro como de costumbre... pero en realidad ya nada se parece a la costumbre.

No he vuelto a ver a esa chica. Fanny. Traté de buscarla por Instagram en sus siguiendo, pero no había ningún usuario parecido a Fanny ni ninguna foto parecida a una chica rubia de pelo rizado.

—¡Ey!

La voz interrumpe mis pensamientos. Levanto la mirada y me encuentro con Loren delante de mí. Anais, a mi lado, también me está mirando.

—¿Qué? —pregunto, desorientada. El ruido de la cafetería del instituto vuelve a cobrar vida. Nunca se detuvo en realidad, simplemente yo dejé de escucharlo porque mis pensamientos eran más ruidosos aún.

—¿Qué te pasa? —me pregunta la rubia.

—Últimamente estás muy cerrada —aporta Anais, chupándose el chocolate que ha quedado en su dedo.

Me limito a encogerme de hombros, sin más. Me coloco el pelo detrás de las orejas y doy un sorbo a mi refresco. Cuando dejo la lata sobre la mesa, mi vista se va hacia aquella mesa. Eiden, Yael y Louis. Hoy va vestido todo de negro con una sudadera extralarga, unos pantalones anchos y unas zapatillas, blancas esta vez. Siempre le queda bien la ropa que se pone. Elige sabiamente para que yo me quede mirando más tiempo de lo normal.

—¿Qué ha ocurrido? Ya no os vemos hablando —comenta Loren, sabiendo hacia donde estoy mirando.

—Eso es porque ya no hablamos —respondo, recostándome en la silla con tranquilidad.

—¿Ya no estáis medio enrollados, o lo que fuera?

Niego con la cabeza ante la pregunta de Anais y ellas saben, por mi expresión, que no me apetece explicar los motivos.

—Hace unos días le vi —cuenta Loren—. Fui al centro comercial con mi padre y vi que él estaba en la zona de disfraces. Iba con una chica.

Oh, estupendo. Entonces sigue saliendo con Fanny, o lo que sea que estén haciendo.

—¿Rubia y pelo rizado? —quiero saber.

—Exactamente.

Guardo silencio y desvío la mirada hacia otra parte, con tan mala suerte que termino mirando hacia mi hermano y sus amigos, Joan incluido. Compartimos una mirada rápida y volvemos a nuestro rollo como si nada. No he hablado con él desde que decidí que era buena idea que nos enrolláramos. No digo que me arrepienta, pero... Estaba enfadada, y lo sigo estando, y por culpa de ese enfado ahora no sé cómo se supone que debemos hablar. Estoy segura de que no le ha contado nada a Finn. Si lo hubiera hecho, Finn habría venido a pegarme probablemente. Por tanto, otro secreto que tengo que guardar. Empieza a agobiarme tanto secretito.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora