45. Un adelanto

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No puedo engañar a nadie. Cuando llego a casa, lo primero que hago es acercarme a mi ventana para asomarme disimuladamente. Cerrada. Sigue exactamente igual que cuando me fui.

Me ducho, ceno con mi familia y regreso a mi habitación. Vuelvo a asomarme. Me parezco con Salma. Sigue cerrada. Las cortinas impiden la visibilidad. Han pasado horas desde que le vi entrar con aquella chica. No puede seguir todavía con él, ¿no? ¿Por qué la ventana sigue cerrada? No es lo habitual. Siempre puedo asomarme un poco y saber si está en su habitación. Recuerdo las veces en las que estaba allí, fumando, mirando a ninguna parte en especial. Recuerdo muchas cosas mientras observo hacia la ventana, como si por arte de magia fuera a abrirse. Pista: no ocurre.

Me meto en la cama, cierro los ojos y mi mente comienza a hacer suposiciones. Quién es esa chica, por qué se conocen, desde hace cuánto que se conocen, qué hacían en su habitación... La imagen nítida de su expresión se reproduce en mi mente: esa sonrisita que me dedicó antes de cerrar las cortinas. Fue como si me estuviera haciendo probar mi propia medicina. Tú te vas con Theo, yo me voy con esta chica. Fue una venganza.

Ni he visto más a Theo. Ni siquiera he intentado buscarle. La única persona que ocupa mis pensamientos ahora mismo es Louis, y su misteriosa amiga rubia.

Me doy la vuelta en la cama con brusquedad y me coloco en posición de dormir. Paso de él. No quiero pensar más en ti. Que te den.

***

Por la mañana me pongo mi mejor vestido ajustado y salgo de mi casa con determinación. Hoy será un buen día. Tiene que serlo. Se va a acabar la racha de los malos días. Necesito que todo vuelva a la normalidad, a mí normalidad. Estar con mis amigas, estudiar para los exámenes, hacer trabajos y apuntes para los demás... Esa es mi normalidad. Eso es lo que quiero que vuelva.

—Buenos días.

¡La madre que lo...! Reprimo las ganas de llevarme las manos al pecho y finjo que no me he asustado. Louis camina a mi lado como si ir juntos a clase fuera lo más común del mundo. ¡El que me faltaba!

—¿Cómo te trata la vida?

No respondo. Sigo andando con decisión, sin mirarle si quiera. Como si no estuviera...

—¿No me hablas?

Su pregunta casi me hace reír. Qué irónico.

—Empezaste tú —le recuerdo.

—Sí, llevas razón —admite, metiéndose las manos en los bolsillos de su sudadera—. Pero tenemos una obra de teatro por delante... No podemos ignorarnos eternamente.

Sí, claro. Haber pensado eso antes.

—¿No tienes frío con ese vestido?

Pongo los ojos en blanco porque sé que me está mirando de pies a cabeza. El gesto me hace recordar todo, aquellas noches bajo las estrellas. La noche en la que me subí encima de él y empezó a tocarme las tetas. Sus manos, su boca... Y luego la otra noche en la que me quité la ropa interior y literalmente me senté... en su cara.

Trago saliva y sigo andando.

—¿Qué tal con Theo?

—¿Y tú qué tal con esa chica? —espeto de inmediato, y al instante me arrepiento de haber hablado. Su única intención era terminar con mi silencio de alguna forma, así que ha recurrido a un tema que me haría saltar al momento.

—¿Qué chica?

Resoplo.

—No te hagas el tonto.

La chica con la que te vi en la calle, la que entró contigo a tu casa y luego subió a tu habitación.

—Ah... —Finge recordar. Es evidente que la conversación le divierte—. Te refieres a Fanny.

Llámame KayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora