》Capítulo 21 no lo hagas.《

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Si decidí que no tengo nada por qué vivir ¿Quién demonios eres tú para contradecirme? —Laurie Holden.

FRANCESCA

Calor, siento demasiado calor, mi garganta está seca y trago algo de saliva, mi vista lleva un tiempo considerable en la luz del techo de la habitación, mis ojos duelen, pero no puedo dejar de ver la polilla que repiquetea contra esta, ¿por qué insiste en ir a la luz? Es como si quisiera morir, ¿alguna polilla habrá muerto por ir a la luz? ¿Como entró una polilla hasta aquí?

—Francesca, ¿me escuchas? —oigo una voz a lo lejos pero no le presto atención.

Siento como acomodan mi cuerpo pero no sé ni quien lo hace, no puedo concentrarme en nada mas que no sea la luz.

—Hora de comer —escucho una voz como si tuviese eco.

Oigo todo mas lento y eso me causa gracia, es como si las voces fuesen en cámara lenta, una sonrisa boba se instala en mis labios, realmente me causa gracia.

—Abre la boca —he oído eso por cuarta o quinta vez pero no entiendo a que se refiere y la polilla acapara mi atención.

Siento una mano posarse en mi mandíbula y un dedo deslizarse por mis labios de manera delicada instándome a abrirlos, luego meten algo dentro y cierran sutilmente mi boca.

—Tienes que masticar, Francesca. —Masticar, masticar, masticar... interesante palabra.

Deslizo mi vista de manera perezosa hasta la persona que me habla, una sonrisa se plasma en mi rostro a pesar de tener algo dentro en mi boca, se ve realmente gracioso su rostro alargado, el levanta una mano en mi dirección y me asombro al ver que tiene dos manos en el mismo brazo, pero a medida que la acerca se vuelve una, posa esta mano nuevamente en mi mandíbula de manera delicada y la entreabre y luego la junta por completo, entiendo... me ayuda a comer, por inercia sigo el movimiento y como por mi cuenta, luego de que repite la acción de meter lo que parece ser comida en mi boca unas cuantas veces, vuelve a acomodar mi cuerpo de manera que quedo acostada en la cama, lo miro atentamente, es Max, el siempre está, el siempre viene, el siempre me ayuda con lo único que quiero.

—Hora de ver a Alec —murmura con una sonrisa.

Le devuelvo la sonrisa mientras el saca mi medicina de un frasco y me la da, luego me inclina un poco la cabeza para que pueda tomar agua y trago la pastilla.

—Que descanses Francesca, pronto estarás con Alec.

Le sonrío amablemente, Max es el único que me ayuda a ver a Alec a escondidas, la única condición es que no le diga nada a nadie.

Le sonrío amablemente, Max es el único que me ayuda a ver a Alec a escondidas, la única condición es que no le diga nada a nadie

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—¡Vamos! —pido con efusividad—. Una canción más y ya.

—Me voy a quedar sin voz, Carla —intenta ponerse serio pero una sonrisa se desliza por su rostro al ver el puchero que hago con mis labios.

La traición de Roma | [Roma #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora