》Capítulo 53 ella murió.《

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Si nunca se habla de una cosa, es como si no hubiese sucedido
—Oscar Wilde.

FRANCESCA

Siento un movimiento a mi lado, pero el cansancio es bastante, no sé cuánto he dormido, pero no quiero despertar.

—Carla, por favor —escucho la voz de Alec—. Ya levántate.

—Cinco minutos más —murmuro.

—Carla, es urgente, debemos hablar de algo.

Ante la seriedad en su voz abro los ojos y los restriego ante la claridad del lugar.

—¿Que sucede?, ¿papá te dejó entrar a mi habitación? —pregunto.

—Carla, tenemos un problema —dice.

—¿Que sucede? —pregunto incorporándome.

Al estar sentada puedo ver el problema, tras Alec hay un tipo con un pasamontaña apuntándole en la nuca.

—¿Quién eres? —pregunto apresuradamente—. Déjalo ir, puedes hacerme lo que quieras a mí, pero no le hagas daño a Alec —suplico.

El tipo lleva su mano libre a su rostro y comienza a quitarse el pasamontaña.

—¿Vla-Vladimir? —logro balbucear—. Tú estás muerto.

—Te dije que esto apenas iniciaba niña tonta.

En ese momento le dispara a Alec en la cabeza haciendo que su sangre salpique en mi rostro y por toda mi cama

—¡No! —grito desgarradoramente—. ¡Alec!, ¡Alec!

Abro mis ojos de golpe y me incorporo en mi cama con la respiración agitada, todo está oscuro debido al polarizado de la ventana por lo cual prendo apresuradamente la lámpara y miro a mi alrededor, observo todo buscando indicio de Alec, pero no hay nada, me acomodo recogiendo mis piernas pegándolas a mi pecho y llevo las palmas de mis manos a mi rostro cubriéndolo con frustración mientras comienzo a llorar.

—Todo va a estar bien —murmuro para tranquilizarme—. Solo fue una pesadilla, solo fue una pesadilla —repito una y otras vez.

Cuando mi respiración se ralentiza me levanto y voy hasta el baño, mojo mi rostro, lavo mis dientes y vuelvo a mi habitación a buscar mi teléfono pero recuerdo que ya no tengo uno asique veo la hora en el despertador.

16:07

Mierda, no sabía que podía dormir tanto, son las cuatro de la tarde y me acosté a las seis de la mañana ya que me tuve que bañar y secar mi cabello, voy hasta el vestidor y veo como la ropa que me acompañó estos meses me da la bienvenida, deslizo mis dedos por las finas prendas a medida que avanzo, mi vista se clava en el vestido verde olivo el cual me puse el día en que volví ver a Alec e irónicamente a su lado está el vestido blanco que Salvatore manchó con vino la primera vez que fui a su casa, voy a la parte en la que tengo la ropa más casual y me pongo un short con un top deportivo, busco entre mis sudaderas alguna que sea grande y quiero darme un tiro al ver la que Salvatore me regaló el mismo día que me arrojó el vino, acerco la prenda a mi y debido a que nunca lo lavé aún siento el olor al perfume de Salvatore.

—Esto no va a ser para nada fácil —murmuro.

Vuelvo a dejar la prenda en su lugar ya que si me la pongo Alec sería capaz de quemarla y me pongo una sudadera gris, ato mi cabello en una cola alta y me miro al espejo, sonrío al verme, no porque me vea bonita, la verdad con un short y una sudadera parezco cualquier cosa menos una chica fina, sonrío porque me siento libre, puedo usar la mierda que se me de la gana y puedo ir a ver a Alec, sin perder el tiempo salgo de mi habitación pero rápidamente la sonrisa de mi rostro se borra, todo está en silencio cosa que me hace recordar que mis padres se van a separar, también recuerdo el dolor de papá al decirle de la muerte de Abramio.

La traición de Roma | [Roma #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora