》Capítulo 36 dos besos.《

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Mis afectos y deseos no han cambiado, pero una palabra suya me silenciara para siempre —Jane Austen.

FRANCESCA

Los días han pasado rápido, Fernanda hace lo mejor que puede pero a parecer Moretti se quedó en una fortaleza en Rusia libre de cámaras, está rastreando matriculas, buscando pistas, algo que nos lleve al ruso, incluso su ingreso al país, si lo que Salvatore me dijo es cierto Vladimir debería llevar tres días en Roma y que Antonio Moretti no me haya dicho nada solo significa una cosa, no confía en mi...

—Sabes que esto es lo más cerca que estaremos de Vladimir, ¿cierto? —pregunta Fernanda desde su escritorio.

—Lo sé —respondo sentada en su cama.

—¿Has hablado con Salvatore?

—Si, me llama todo el tiempo, pero no puede decirme nada por teléfono, hace tiempo les advertí a los Moretti que Bruno era un genio con la tecnología para ganarme su confianza.

—Creo que tengo algo —murmura.

—¿Crees? —pregunto incorporándome.

—Vladimir se comunica con Antonio con teléfonos desechables, hablan y luego rompen la tarjeta sim y el teléfono, de todos modos usan teléfonos antiguos, son teléfonos inútiles, hace tiempo me metí en el servidor de Antonio, entré a su computador pero no había nada sospechoso, pero luego pensé en que para coordinar el momento de la llamada debían comunicarse antes de alguna manera y adivina...

—¿Que? —pregunto ansiosa.

—Pensé que era algo complicado pero no, solo lo hacen por correo electrónico.

—Eso es estúpido, es fácil de rastrear, ¿cierto?

—Debo admitir que han sido inteligentes, ellos no usan el correo electrónico de manera convencional, solo hay una cuenta, ambos tienen la clave y dejan mensajes en borradores, de modo que ningún correo es enviado, no hay destinatario, solo lo concretan y ya.

—Que hijos de puta —murmuro.

—Ya lo creo, pero se les pasó un detalle, puede que no envíen el correo pero puedo encontrar la ubicación de las computadoras en las que inició sesión.

—Eso es magnifico, pero ya no sirve de nada, ya sabemos su ubicación, está en Roma burlándose de nosotros.

—¿Alguna vez has escuchado que la cámara de tu computador te observa?, pues es verdad, puedo acceder a la cámara del ordenador en donde se inició sesión y revelar el rostro de Vladimir.

—¿Eso es posible? —pregunto asombrada.

—Lo es si es que en su computador tiene alguna app convencional, al aceptar los términos y condiciones de estas les otorgas permiso a tu cámara, debo hackear la aplicación, robar los datos de seguridad y ahí entrar a los registros.

—Supongo que eso no es para nada legal —bromeo.

—Si Marck Zuckerberg puede, ¿por qué yo no? —se encoge de hombros con simpleza.

—Creo que lo mejor que he hecho en mi vida fue salir a pelear junto a ti contra esos ebrios —digo con orgullo—. Eres una puta genia.

—Gracias, ya lo sabía —me guiña un ojo.

En ese momento mi teléfono comienza a sonar anunciando una llamada de Salvatore, doy un suspiro y contesto.

—Hola —respondo.

—Hola preciosa, ¿estás ocupada? —pregunta.

—No mucho realmente, estoy con Fernanda.

—¿Que hacen?

La traición de Roma | [Roma #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora