9| Primitivo

6.1K 501 57
                                    

Cuando era una niña me gustaban los juegos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Cuando era una niña me gustaban los juegos. Cualquier tipo de juegos; de mesa o los de fuerza bruta, solo me interesaba divertirme. Pero cada juego contaba con sus reglas que aunque no nos gustaran había que respetarlas.

En este caso las reglas las ponían los Peymans.

Y por primera vez en mucho tiempo, quise saltearme las reglas. Quise hacer del tablero mi propio juego.

Miré a Harvey con curiosidad, preguntándome que pensaba hacer con respecto a lo que sus ojos veían que sucedía con mi piel.

Para mi sorpresa, o disgusto, esbozó una sonrisa cargada de malicia que me hizo saber que nada bueno me esperaba. Y el hecho de que me tomara de la cintura, y me pegara a su cuerpo produciéndome un horrible dolor en el cuerpo que me hizo gimotear confirmó mis sospechas. Avanzó hacia delante, haciéndome retroceder hasta que mi columna chocó contra la mesada, y ahí entre sus brazos empecé a retorcerme al sentir todo su cuerpo pegado contra el mío.

Dolía. Sentía como si mil agujas me pincharan a la vez junto a una gran oleada de calor. Me sentía como si me hubiesen arrojado a las llamas sin ningún tipo de piedad.

Se inclinó hasta que su rostro quedó escondido en mi cuello y casi me largué a llorar al sentir la frialdad de sus labios contra mi garganta.

–Me fascina verte así –susurró y casi podía sentir su retorcida sonrisa contra mi piel –Tan frágil, tan desesperada... Tan humana.

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, acompañando a mis débiles sollozos. Las piernas me temblaban tanto que pensé que me caería de no ser porque Harvey permanecía con los dedos hundidos en mi cintura desnuda y su cuerpo pegado al mío.

–Por favor... Déjame ir –supliqué soltando varios quejidos.

Sacó la cabeza del hueco de mi cuello y miró mis ojos con fijeza para luego bajar la vista unos centímetros hacia mis labios. No supe con exactitud interpretar su expresión, pero al sentir un líquido tibio deslizarse por mis labios me llevé la mano ahí, tocando el líquido y luego lo miré.

Sangre.

Y luego solo... Nada.

§§§§§

Para cuando abrí los ojos los rayos del sol me daban de lleno en la cara. Solté un suspiro y me enderecé en la cama de golpe sintiendo, derrepente, mi estómago completamente vacío, como si no hubiese comido en unos cuántos días.

¿Por qué tengo tanta hambre?

No me puse a pensar en lo que hacía cuando mis pies ya me estaban guíando hacia la planta baja y al llegar a la cocina con la primer persona que me encontré fue con Acasia, quien tarareaba una canción y clavé los pies en el suelo, simplemente observándola.

Los malditos Peyman| #1|+18|Terminada ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora