Epílogo II

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Narrador desconocido

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Narrador desconocido

-¿Algo?

-Nada señor.

Asentí con el cigarrillo entre mis dientes, y miré sobre el hombro de mi asistente hacia la mansión Peyman que ahora estaba completamente destruída, las últimas volutas de humo saliendo de la mansión. Las pocas criaturas que incluso muerta le eran fiel a Acasia Peyman se encontraban amontonadas unos metros más adelante, lamentando la gran pérdida e hice una mueca de asco.

Todavía no entendía el gran aprecio hacia la arpía mayor. Según mis años de experiencia, les lavó el cerebro a estos hijos de puta y los hizo más millonarios de lo que ya eran, nada nuevo si te pones a pensar, ese es un trato que podrían hacer conmigo fácilmente si hubiesen querido... Entonces la verdadera pregunta era...

¿Qué más ofrecía Acasia Peyman a sus socios?

Y la respuesta era igual de simple; monstruos. Acasia Peyman era una creadora de criaturas colosales capaces de subir y bajar una montaña si se les ordenaba. Capturaba seres de otras tierras y las transformaba en algo horrible y desalmado; sin sentimientos ni razón. Hizo esto durante décadas, siglos incluso. Años y años de que los padres sobrenaturales les dijeran a sus niños que se quedaran en casa para que nadie tuviera la oportunidad de capturarlos.

Y una mierda.

Fumé y fumé sin dejar de ver la casa en ruinas, tratando de pensar... ¿Cómo demonios podría recuperar los archivos de sus víctimas si todos estaban bajo cenizas? La carpeta que había recuperado con el nombre de Constantine Leonidas Whitword Klein palpitaba bajo mi chaqueta, recordándome mi misión, lo que había venido hacer a esta casa del infierno.

Miré a la mujer que seguía parada a mi lado, tan firme como la primera vez que la conocí teniendo apenas el tamaño de mi pulgar y unas pequeñas y majestuosas alas. El recuerdo de aquella noche tormentosa invadió mi mente y me vi obligado a desviar la vista de su dulce rostro porque temí desmoronarme si seguía con esa línea de pensamiento.

Pero ella me conocía demasiado bien como para no darse cuenta. Giró el rostro, clavando esos cristalinos ojos en los míos con aquella paz interminable que varios de mis soldados envidiaban, incluído yo.

-Deberías dejar de culparte por eso, han pasado siglos -murmuró, su voz apenas lo suficientemente alta para que yo la escuche.

-Y no hay un día en el que no me lamente esa noche.

Hizo una mueca de cansancio y luego desvió la vista hacia la casa Peyman, cruzó los brazos sobre su pecho y resopló.

-No había cuerpo.

-Lo sé -respondí arrojando el cigarrillo al suelo y aplastándolo con mi bota.

-Significa que están vivos.

-También lo sé.

-La chica, la de ojos celestes, huyó antes del incendio. Osi y Drys la están siguiendo, les dije que no hicieran nada hasta saber si es una amenaza o no.

Hundí las manos en mis pantalones, asintiendo lentamente ante la nueva información.

–¿Qué crees que deberíamos hacer con ella? –le pregunté a mi segunda al mando, sin quitar los ojos de la casa.

–Opino que deberíamos matarla antes de que se vuelva una amenaza activa. Nada que salga de Acasia Peyman puede ser bueno, señor.

–Que pensamiento tan curioso –me rasqué la barbilla, sintiendo el leve rastro de barba –Yo pensaba que la uniéramos a nuestro grupo para mantenerla bajo control.

No hacía falta decir más, mi segunda sabía leer entre líneas. Conocía la verdadera razón para mantener a la extraña entre nosotros, la cual es la misma razón por la que estábamos aquí esta noche.

–Osi me dijo que Venus le hizo una visita a la chica, algo sobre atrasar el veneno en la sangre de la joven –le lancé una mirada con la ceja arqueada –No tengo idea de lo que podría querer la mujer del diablo con una chica como ella. Ambos sabemos que Venus no es exactamente el tipo de mujer más bondadoso del mundo.

–¿Dijiste que atrasó el veneno en su sangre? –asintió, sin quitarme los ojos de encima mientras sus engranajes parecían trabajar al mismo tiempo que los míos –Sólo conocemos una bruja capaz de eliminar un veneno como este.

–¿Quiere que la llame, señor?

Sonreí, divertido e imaginando la patada en el culo que me dará esa morena en cuanto ponga un pie en sus territorios.

Me coloqué la chaqueta del saco y pasé una mano por mi cabello antes de dirigirle una mirada a mi segunda.

–Llama a Piper y dile que se prepare, estamos a punto de comprobar que tan poderoso es el veneno Peyman.


Continuará...

Los malditos Peyman| #1|+18|Terminada ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora