Wendy Bunner era una chica dulce, inteligente y tímida. Era buena hija y buena amiga. Su vida era normal.
Hasta que los conoció a ellos:
Fríos.
Seductores.
Agresivos.
Maleducados.
Cínicos.
Malditamente hermosos.
Perversos.
Y lo más importante:
Con...
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Wendy
Las estrellas relucían en la oscuridad del cielo. Cada pequeño punto lucía como si estuviera al alcance de la mano. De hecho casi sentía que podía extender la mano y tomar uno de esos puntos brillantes.
Sentí su presencia entrar a la habitación, avanzó despacio hasta situarse a un lado mío en la ventana, esperó unos segundos y suspiró.
–Fuiste a ver a Clint.
Su voz se oyó suave, cuidadosa, pero no hubo ninguna pregunta, sino una sólida afirmación.
–Fui, pero no lo encontré –murmuré afirmando el mentón en mi mano, cansada –Y algo me dice que tú tuviste algo que ver con que desapareciera –ladeé el rostro, viendo su perfil entre las sombras de la noche –¿Qué me escondes, Asier?
Las facciones de su rostro endurecieron por unos segundos, para luego relajarse. Recostó los codos en el borde de la ventana y bajó la cabeza, evitando verme.
–Un día, hace dieciséis años, nacieron dos criaturas del infierno. Una en el mundo terrenal, y la otra en el inframundo. Sin embargo ambos bebés compartían sangre demoníaca. La niña era hija de una Ghoul y uno de los siete príncipes del inframundo. El niño, por otro lado, era hijo de otro príncipe del inframundo y una súcubo. Al nacer ambos niños, decidieron que sería buena idea entrelazar sus vidas hasta la eternidad, ya que así se asegurarían que ambos reinos permanecerian unidos por siempre. Los hicieron crecer juntos, sin decirles la verdadera razón, pero cuando la niña llegó a cierta edad decidieron borrarle la memoria, obligándola a olvidar la otra mitad de su vida y con eso, sus habilidades –alzó la cabeza y me miró a los ojos, el azul océanico de su mirada me invadió y tragué saliva con fuerza –Para poder recordar su verdadera naturaleza tenía que morir, hacer que su alma humana bajara al inframundo y traer a la vida a la chica sobrenatural que vive dentro suyo.
–Tú... –balbuceé alejándome del borde de la ventana como si quemara, retrocediendo –Tú enviaste al monseñor y los otros a la iglesia ¿No es así? Querías que me mataran para poder revivirme ¿Cierto?
Por cada paso que daba, era un paso más que dolía. Porque no era la primera vez que me traicionaban, era la segunda. Primero los Peyman, y ahora Asier y Thea.
Asier apretó los labios e intentó tomarme del brazo pero me alejé, abrumada por la verdad de los hechos.
–Será mejor que te vayas de mi habitación –susurré desviando la vista hacia cualquier otro sitio, evitando verlo.
–Wendy quisiera que...
Volteé a verlo bruscamente y extendí la mano, disparando una llamarada de fuego verde en su dirección que esquivó por los pelos.
