18| Día de visitas

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–Levanta, tú castigo ya terminó –la voz del mayor de los hermanos se hizo oír en el lúgubre lugar y tragué saliva con fuerza al oír el sonido de sus zapatos acercándose a mi

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–Levanta, tú castigo ya terminó –la voz del mayor de los hermanos se hizo oír en el lúgubre lugar y tragué saliva con fuerza al oír el sonido de sus zapatos acercándose a mi.

Alcé la cabeza, mirando unos ojos rosados de pupilas negras. Estaba transformado en su modo terrorífico, aquel que todos nosotros teníamos pero mostrábamos muy pocas veces. Tragué saliva y me levanté del rincón con algo de dificultad, ayudándome de las paredes.

Una vez estuve completamente parada intenté moverme hacia un costado para estar lo más lejos posible de Adley, pero sus planes no parecían ser los mismos que los míos ya que me tomó de la muñeca y me pegó a su pecho de un tirón. Miré fijamente su pecho, evitando su mirada. Aún así ahuecó una de mis mejillas con su mano libre y me obligó a mirarlo a los ojos.

Contuve el aliento cuando se inclinó más cerca y su naríz acarició la mía de una forma tan íntima que sentí mis mejillas calentarse hasta el límite.

–Tengo hambre, Wendy ¿Sabes de qué tengo ganas? –su voz se oyó una octava más ronca de lo normal. Tragué saliva, tratando de liberar mi muñeca, pero sus dedos me aferraron con más fuerza de la necesaria –No, no, no ¿Qué haces? ¿Ahora quieres huír? –chasqueó la lengua, a su vez su cabeza se movió ligeramente a los lados.

–No soy tú maldita cena –mascullé con el coraje latiéndome las venas e intenté sacudirlo, pero fue inútil, parecía una pared de concreto.

Solté un quejido al sentir el inicio de sus garras clavarse en la piel de mi mejilla. Hundió el rostro en mi cuello, respiró profundo y sentí sus colmillos clavarse como agujas en mi garganta. Ahogué una exclamación al sentirlo beber de mi. Poco a poco el cansancio comenzó a ganarme, los ojos se me cerraron y para cuando quise darme cuenta, ya estaba cayendo en sus brazos.

§§§

Abrí los ojos al sentir un movimiento a mi alrededor y lo primero que vi fueron unos ojos celestes junto a un cabello rubio que conocía bastante bien.

–Caley –mascullé de mal humor.

–Buenas tardes, zanahoria –comentó haciéndose a un lado.

Me enderecé viendo a mi alrededor, notando que estaba en mi habitación ¿Acaso Adley me había traído acá luego de que me desmayé?

–Deberías darte una ducha, apestas a baño público –el comentario venenoso del rubio no se hizo esperar y tuve el horrible impulso de asfixiarlo con la almohada.

–¿Qué demonios haces en mi habitación, Caley? ¿Acaso piensas terminar lo de la otra vez?

Su risa resonó por el cuarto. Metió las manos en los bolsillos de su pantalón caqui y me miró con una mueca.

Los malditos Peyman| #1|+18|Terminada ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora