24| Dulzura

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Trinity

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Trinity

Teo y Taby se miraron entre ellos mientras los demás se removían en sus lugares, inquietos. No podía ver bajo las capuchas, pero sabía que todos estaban preocupados por mi, por lo que pasaría si los Peyman se enteraban de que yo había lanzado esa flecha por accidente.

La pelirroja miraba hacia todos lados, seguramente tratando de adivinar cuál de todos nosotros habíamos lanzado la flecha. Tragué saliva con fuerza y traté de retroceder para esconderme entre los arbustos y evitar tener que enfrentarme a ellos.

Sabía que si los vampiros se daban cuenta de que era yo posiblemente no tendrían piedad al ser una chica o ser menor de edad. Durante años había oído miles de historias de esta familia, todas peores que la otra. Mataban en conjunto, por separado; eran depredadores en su más pura esencia. No importa qué tan apuestos o bellos se vean en el exterior, por dentro estaban más podridos que cualquier demonio.

Moví mi pie hacia atrás con lentitud y cuando estaba por mover el otro pisé una rama, provocando un ruidoso crack que alertó a los Peyman.

No pude ni gritar cuando alguien me tomó de la cintura, me alzó y luego me dejaron caer al suelo frente a unas delgadas piernas. Mi cuerpo se quedó tieso al sentir alguien detrás de mi.

–Estás en problemas –susurró en mi nuca y jaló mi capucha, quitándomela de encima, quedando expuesta frente a los ojos de mis depredadores.

–¡No! ¡Trinity! –oí el chillido de Tabytha detrás mío junto a un forcejeo.

Estaba segura que Timoteo estaba conteniéndola, evitando que nos metiéramos en más problemas de los que ya había causado con mi torpeza.

–Mira que cosita tan bonita –susurró una voz masculina pero no me atreví a mirar, a verlos.

–¡Ella no lo hizo! ¡Fue mi culpa! ¡Yo lancé la flecha! –protestó Taby.

Una risa melodiosa se hizo escuchar por todo el sitio. Creí identificarla como la del mayor de los hermanos.

–Te creeríamos Tabytha, de no ser porque ella estaba pensando huír de la situación y tú no eres tan descuidada para disparar –rió, divertido.

–Ella atentó contra Wendy, debe merecer un castigo por su falta de disciplina. Parece que los hijos no saben disciplinar a los suyos, pero no se angustien, nosotros lo haremos con mucho placer no supe quién dijo eso, pero tampoco me molesté en averiguarlo.

La piel se me erizó al oír esa última frase y clavé las uñas en la tierra, tratando de aferrarme a ella como si fuese lo único que pudiera evitarme un terrible sufrimiento. Ahogué un chillido al sentir un fuerte tirón de pelo que me hizo levantarme de golpe, jadeé con la vista clavada en el oscuro cielo.

Los malditos Peyman| #1|+18|Terminada ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora