Wendy Bunner era una chica dulce, inteligente y tímida. Era buena hija y buena amiga. Su vida era normal.
Hasta que los conoció a ellos:
Fríos.
Seductores.
Agresivos.
Maleducados.
Cínicos.
Malditamente hermosos.
Perversos.
Y lo más importante:
Con...
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Capítulo +18🔥 Disfruten lunitas😉
El recuerdo terminó y volví al claro, a un par de pasos Asier estaba con el brazo apoyado sobre el mango de la espada, mirándome con fijeza con una de sus cejas alzadas en una interrogativa.
–¿Y la espada? ¿Qué sucedió en esa pequeña cabeza tuya?
–¿Ya nos conocíamos?
Mi pregunta logró hacer que su semblante cambiara por completo. Pasó de estar relajado a tensarse como una tabla, la espada en la que estaba apoyado se esfumó en un humo rojizo y su mandíbula estaba apretada, como si se estuviera conteniendo para no hacer algo.
–¿Qué viste? –el tono de su voz fue brusco, completamente ajeno al que usaba generalmente.
–¿Por qué? ¿Hay algo que no debería saber? –avancé los pocos pasos que nos separaban hasta estar parada delante suyo y enfrentarlo –Nos conocíamos mucho antes de que yo estuviera con los Peyman ¿No es así? –presioné, notando como el azul marino de sus ojos comenzaba a oscurecer varios tonos –¿Qué eres y por qué me salvaste? ¿Eres realmente un demonio u otra cosa, Asier? –escupí su nombre, esperando una respuesta por su parte, pero sólo hubo silencio, uno pesado y tenso que amenazaba con asfixiarnos –¡Respóndeme, maldita sea!
–No puedo –murmuró dando dos pasos atrás, alejándose de mi.
–¿No puedes o no quieres? –estiré la mano, tomando su muñeca y aferrándome a esta, clavándole las uñas en la carne.
El azul de sus ojos adquirió un celeste eléctrico y antes de que pudiera entender lo que pasaba, su figura se hizo humo entre mis dedos. Una nube azulada que tomó el lugar del chico que había estado parado ahí hace segundos atrás.
–¡Eres un cobarde, Asier! –grité a todo pulmón, esperando que a dónde sea que se haya ido, me hubiera escuchado.
Frustrada volví a la cabaña donde Thea estaba leyendo una revista con los pies en la punta de la mesa. En cuanto me vió bajó las piernas rápidamente y me observó, curiosa.
–¿Sucede algo? –preguntó desviando la vista hacia la puerta de entrada, seguramente esperando a que Asier la cruzara, pero al notar la ausencia del pelinegro volvió a mirarme –¿Discutieron?
–No, para nada –comenté haciendo un gesto desdeñoso con la mano –Sólo que él es un imbécil y no me gustan los imbéciles.
–Cierto, a ti te gustan los chicos con cabellos de colores –bromeó con soltura, relamiéndose los labios y adquirió una expresión seria –Pero en serio ¿Qué sucedió con Asier?
–¿Tienes dinero? –ignoré su pregunta porque ni siquiera yo tenía idea de lo que había sucedido con Asier.
