32| Sin reglas

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Cristal

Me relamí los labios, sintiéndolos demasiado secos para mi gusto y estiré la mano hacia delante, presionando la palma contra la sedosa tela de su camisa y soltando una boba risita.

–Eres tan divertido –solté viendo como tomaba mi mano con suavidad y la acariciaba, una sonrisa divertida curvando sus delgados labios.

–Si, lo soy –deslizó un dedo en el interior de mi palma, produciendome cosquillas e intenté quitar la mano, pero me sostuvo con firmeza –No, no. No huyas, ratoncito.

–Caley –suspiré dejando caer la cabeza en su regazo, clavando mis ojos en su penetrante mirada –¿Cómo diablos puedo deshacerme de ti?

Sus cejas se arquearon y sus diabólicos labios adquirieron una sonrisa divertida.

–Oh, ratoncito, la única forma de deshacerte de un Peyman es con fuego –me guiñó un ojo y mis cejas se profundizaron.

–¿Por qué me dices esto?

–Porque sé, dulce ratoncito, que a pesar de tu profundo odio hacia nosotros, tus húmedos deseos son más fuertes que tu propia mente.

Y como si quiera comprobar sus propias palabras serpenteó su mano por mi vientre hasta llegar al borde de mis pantalones de algodón, alzó el elástico de la prenda junto a la de mis bragas. Contuve el aliento al sentir dos de sus dedos deslizarse por mi húmeda abertura hasta el centro y volver a subir hacia mi clítoris, donde presionó mientras una sonrisa engreída iluminaba su perfecto rostro.

–Justo como lo suponía –ronroneó frotando mi entrepierna y provocando que abriera más las piernas para recibir su toque, jadeando por la invasión –Mmmhh... ¿Sabes por qué nos odias tanto, ratoncito? –rozó sus labios con los míos, arrancándome un suspiro ahogado –Porque no soportas saber que podemos empujarte a este estado de delirio cada vez que queremos.

Sin siquiera dejarme terminar de procesar sus palabras, comenzó a mover sus dedos en mi punto sensible, hirviendo a fuego lento mi placer. Traté de retorcerme en una mejor posición, pero de un rápido movimiento quitó su mano de mi pantalón y me volteó, mi estómago descansando en sus rodillas y provocando que mis ojos quedaran fijos en el suelo. Sentí sus fríos dedos en mi espalda, alzando la tela de mi camiseta para luego bajar mi pantalón junto a mis bragas hasta un poco más debajo de mis nalgas, quedando con el culo al aire.

–Este culo pide a gritos ser follado –ronroneó manoseando mi trasero con descaro.

El dolor llegó primero y la excitación de la situación después. Un gemido brotó de mis labios cuando su mano hizo contacto en mi nalga, haciéndome dar un brinco, pero su otra mano se clavó en mi espalda, manteniéndome pegada a sus piernas.

Los malditos Peyman| #1|+18|Terminada ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora