16| Salida de negocios

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Wendy

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Wendy

Fue un buen rato el que pasé entre las piernas de Alex, a pesar de que no fue como me hubiese gustado. De hecho todavía seguía acá, disfrutando de sus dedos acariciando mi cabello. Sentí que podía dormirme aquí mismo de no ser porque parte de mi cuerpo seguía en el suelo.

El sonido de un teléfono sonando me hizo levantar la cabeza, viendo como Alex sacaba el aparato del saco y se lo llevaba a la oreja, contestando la llamada.

–¿Hola?

Su profunda voz retumbó en el silencio del despacho y recosté el mentón en su rodilla, viéndolo con fijeza. Él siguió hablando con la persona al otro lado de la línea, mientras seguía acariciando mi cabello con delicadeza.

Esbocé una sonrisa juguetona y deslicé las uñas suavemente desde su pantorilla hasta su rodilla. Sus ojos me miraron con las cejas fruncidas, pero lo ignoré y seguí deslizando las uñas por sus muslos hasta estar cerca de su entrepierna. Acerqué mi rostro a la zona y antes de que pudiera hacer algo más, se levantó de golpe y caminó hacia el ventanal.

Refunfuñé, pero aproveché para treparme al sofá. Recosté la cabeza en una esquina y estiré las piernas, disfrutando este momentáneo momento de relajación. Tomé la botella que estaba a un costado y bebí un trago, hice una mueca de asco ante el amargor y volví a dejarlo en su sitio, asqueada ¿Cómo podía tomar eso? ¿Sentía el sabor, siquiera?

Miré a Alexandre moverse por el despacho con el teléfono en mano, hablando en un inglés completamente fluido y me quedé como idiota viendo sus rosados y carnosos labios moverse mientras hablaba con la otra persona al otro lado de la línea. No comprendía como es que podían existir seres que con tan solo respirar o pasarte por al lado podían hacerte cortar la respiración.

Un buen ejemplo de ello eran los Peyman, que con sus prepotentes presencias te sentías pequeño e inútil a su lado. Ellos parecían haber sido esculpidos por los mejores artistas de la edad media.

Pero los hermanos Lennox no se quedaban atrás. Con sus cabellos rubios, sus cuerpos fuertes y sus rasgos filosos y animales, les daban un aire exótico y peligroso que te obligaban a mantenerte lejos de ellos para evitar problemas. Todavía no había visto a ninguno perder los papeles, pero estaba curiosa por saber cómo eran enojados.

Por suerte para mi, me fascina meterme en problemas y causar el enojo de las personas. Parecía mi talento natural en la casa Peyman.

Luego de unos pocos minutos más, la llamada terminó y guardó el aparato en su bolsillo para luego dirigir su mirada hacia mi, dudoso. Abrió la boca, la cerró, volvió abrirla, suspiró y esta vez habló:

–¿Quieres salir de aquí, por un rato, conmigo?

Pestañeé varias veces ante lo que para mi era una propuesta. Estaba segura que si hubiese sido un Peyman ni siquiera me habría preguntado, en su lugar me hubiera ordenado que me vistiera o se hubiera ido sin decirme a dónde, como solían hacer. O de ser Asier me habría prohibido salir. Es por eso que no pude disimular la pequeña sonrisa que salió de mis labios, sintiéndome tontamente emocionada porque alguien preguntara si quería algo y no ordenándome o negándome algo.

Los malditos Peyman| #1|+18|Terminada ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora