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Alguna vez creí que todos teníamos los mismos conceptos con respecto a las palabras

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Alguna vez creí que todos teníamos los mismos conceptos con respecto a las palabras. Hoy en día me doy cuenta que no es así.

Un claro ejemplo era la forma de despertar a las personas.

Al parecer Caley consideraba que despertar a las personas era con un balde de agua helada en el rostro.

Tosí un poco, escupiendo el agua que se había colado en mi garganta y miré al rubio con mi peor cara mientras que este arrojaba el balde a un rincón de mi habitación.

–Levanta, tú cena está esperándote abajo –al decir aquello pude notar como una sonrisa cruzaba todo su rostro, luciendo tan felíz como un niño pequeño.

Me levanté con algo de dificultad y tomé una camiseta seca para cambiarme la mojada que me había dejado Caley. Una vez vestida me introduje al estrecho pasillo y bajé los escalones, sintiendo un olor dulzón inundar mi naríz.

¿Qué era eso? ¿Caramelos? ¿Chocolates?

A medida que me acercaba a la sala podía escuchar un débil sollozo. Apuré el paso, asustada y me encontré con una escena que me me puso los pelos de punta.

Había una niña, de unos diez años quizás, que estaba parada en el medio de la sala bajo la escrutadora mirada de Kasey, quien la miraba con una mueca de desagrado. Me acerqué casi corriendo a la pequeña y esta dió un brinco ante mi presencia, alzó el rostro y me miró, llorosa.

–Por favor quiero volver con mi mami –lloró viéndome con esos grandes ojos celestes, idénticos a los del cielo en un día soleado.

La miré mejor, dándome cuenta que traía la ropa rasgada, llena de tierra y sangre seca. Tenía varios raspones en el rostro y daba la típica imagen de una niña aterrada.

–Tranquila, vamos a llevarte con tú mami –susurré colocando suavemente las manos en sus hombros y su rostro adquirió un semblante más triste.

–Pero si ustedes me trajeron aquí –susurró bajando la cabeza.

Mi rostro quedó lívido al oírla decir eso y por impulso la solté dando varios pasos hacia atrás, aterrada ¿Acaso ellos...? ¿Qué...?

Una risa retumbó en mi oreja. Miré hacia un costado el rostro juguetón de Caley y entonces lo entendí.

Esperaban que drenara a la niña.

–¡No! ¡No lo haré! –chillé con horror llevándome las manos al cabello, jalando varios mechones.

El rostro de Adley apareció frente a mi en un chasquido con una expresión completamente seria. Colocó los brazos tras su espalda y habló con voz clara y firme:

–Estás débil gracias a la pérdida de sangre, el negarte a comer y el entrenamiento de Kasey. O te alimentas ahora o no lo harás dentro de tres días, donde juro que tú entrenamiento será el doble de intenso y no comerás absolutamente nada, Wendy –avisó colocándose detrás de la niña, le puso una mano en la espalda y la empujó un paso hacia mi.

Los malditos Peyman| #1|+18|Terminada ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora