Cuando un alma era impura se la debía purgar y eso era lo que básicamente estaban haciendo conmigo.
No sabía cuántos días u horas llevábamos aquí dentro, pero recordaba como habían vuelto dos veces para volver a inyectaron. Los chicos no habían vomitado nada, pero si salía una buena cantidad de sangre de sus fosas nasales y habían adquirido una palidez enfermiza, con las mejillas hundidas y los ojos inyectados en sangre. Sin embargo seguían conscientes, podía verlo y sentirlo.
Luego estaba yo.
Mi condición era más deplorable. Me encontraba acostada contra el suelo, debajo mío un gran charco de sangre me abrazaba, hundiéndose entre mis prendas hasta llegar a mi piel. Los dedos de las manos me temblaban y estaba tan débil que mis ojos aveces se cerraban por largo rato, dormida. Sentía la boca seca y los labios partidos, incluso a pesar de haber estado vomitando sangre a lo bestia. Mi cuerpo clamaba comer y beber, lo que sea, lo que fuese. Sentía como la vida resbalaba entre mis dedos sin darme oportunidad de hacer algo.
La puerta fue abierta, dándole paso al cura junto a dos hombres más. El primero avanzó hasta estar delante mío y sonrió, orgulloso de su trabajo.
–Veo que te has purgado de todas esas impurezas, niña –dijo colocando las manos en su cintura sin dejar de mirarme, luego miró a sus dos hombres –Desnúdenla y limpien este desastre.
Mis ojos se abrieron con terror ante la sola idea de que me quitaran la ropa.
–¡Ni se te ocurra hacerle algo! –gruñó Caley –¡Como vea que le pongas otra vez la mano encima, te la voy a cortar! ¿¡Me oyes?! –vociferó el rubio, furioso.
–Se está metiendo con fuerzas que desconoce, monseñor –siseó Kasey.
Ellos ignoraron las advertencias de los chicos y avanzaron hacia mi, me tomaron del cabello para levantarme, sacaron una navaja de brillante filo que posaron frente a mis ojos.
Y me vi en el reflejo del filo.
Mientras comenzaban a cortarme la ropa pensé en mi pasado; en mis padres que a pesar de no ser los mejores siempre me habían dado lo mejor. Pensé en Acasia que me dió un hogar y un nuevo propósito. Pensé en Asier y en que no podía fallarle de esta manera tan estrepitosa, mucho menos a los Peyman.
Soy fuerte. Soy fuerte y puedo hacerlo.
No tenía idea del alcance de mis poderes, pero estaba a punto de descubrirlo.
Miré la filosa navaja por unos segundos, empleando fuerza desde lo más recóndito de mi alma y noté como esta comenzaba a sacudirse en la mano del hombre, este miró el objeto, confundido y antes de que pudiera decir algo, el objeto se libró de la mano y voló hasta clavarse en su garganta, provocando que una buena cantidad de sangre saltara hacia mi rostro. El cuerpo cayó al suelo como un saco de papas.
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Los malditos Peyman| #1|+18|Terminada ✓
FantasyWendy Bunner era una chica dulce, inteligente y tímida. Era buena hija y buena amiga. Su vida era normal. Hasta que los conoció a ellos: Fríos. Seductores. Agresivos. Maleducados. Cínicos. Malditamente hermosos. Perversos. Y lo más importante: Con...