- ¿Por qué me estás mirando así? –me pregunta María riéndose. Se ha pintado los labios de rojo, de ese color que tanto me gusta.
- Estaba pensando
- ¿En qué? –me sigue preguntando ella mientras pone su mano en mi muslo y empieza a acariciármelo
- Que porque hemos dicho que iríamos a esa puta fiesta, porque a mí lo que de verdad me apetece es llevarte a mi cama y follarte hasta que sea de día y que te corras tantas veces que pierdas hasta la cuenta –le digo mirándola. Ella aprieta más mi muslo y deja soltar un jadeo
- Pues tendrás que aguantarte un ratito más. Para eso te dicen el muro, por lo mucho que aguantas
Maria se ríe a carcajadas ante mi perpleja mirada. Llevo todo el camino mirándole las piernas. Aunque me tiene confundido. Me dijo que se había comprado un vestido y al final lleva falda y chaqueta. De igual manera, está preciosa. Llegamos a casa de Saúl y dejo el coche varias calles más atrás porque ya no hay aparcamiento. Nos bajamos y andamos a casa de mi compañero. Abrazo a María porque hace frío y la siento temblar. Su cuerpo se amolda perfectamente a mis brazos y me invade una sensación bastante agradable de pasear con ella.
- ¿Tienes mucho frío pecosa?
- En tus brazos no tengo tanto -me dice ella con una dulzura que me mata
- Ya llegamos preciosa. Aunque si me hubieras dejado llevarte a mi casa, no tendrías este frío...Estaríamos ahora mismo los dos en mi camita, desnudos, con la calefacción puesta, comiendo fresas con nata...
- ¡Eres un caso Mario! -me dice ella abrazándose más a mi- pero vaya, que las fresas me las puedes dar mañana para desayunar
- Tú vas a ser mi desayuno pecosa, las fresas son para acompañar...
Llegamos a la casa de Saúl. Vive en un caserón. Demasiado grande para él solo. Por eso organiza estas fiestas. Desde la calle escuchamos la música y vemos las luces de colores. Llamamos a la puerta y nos abre él mismo.
- ¡Muro! –me grita en cuanto me ve. Se abraza a mí y luego a María- ¡Asensio! Venga pasad. Dejad los abrigos por ahí e id entrando
Saúl nos señala la habitación de la entrada. No me da tiempo a decirle nada cuando se pierde en la fiesta. Se nota que hay mucha gente del ruido y de las voces que hay. Entramos en la habitación para quitarnos los abrigos. María se quita el suyo y se quita también la chaqueta negra. Y entonces lo entiendo, entiendo que se pusiera esa rebeca. Se da la vuelta y me mira mordiéndose los labios. No puedo dejar de mirarla y de que mis ojos miren fijamente ese escote. Está arrebatadora. No, está infernal, porque eso es lo que me está haciendo ahora mismo pasar, un puto infierno con ese vestido.
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No logro olvidarme de tu boca (Cross 5)
RomanceMario hermoso está cansado de que las mujeres lo utilicen. En su vida hace mucho tiempo que no hay sitio para el amor. Después de un matrimonio fallido, juró que jamás volvería a casarse y mucho menos entregarle su corazón a nadie. Aunque a la única...