Capítulo 97

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"Los problemas siguen surgiendo"

—¿Me vas a decir en qué estás pensando? —se quejó Theo, viendo a su compañero que solo estaba en su cama, mirando el dosel como si fuera lo más interesante del mundo.

—Las pociones multijugos solo funcionan en humanos, ¿no? —soltó Harry. Theo alzó una ceja.

—Pues... sí, ¿por qué?

—¿Qué pasa si usas el pelo de un animago cuando está en su forma animal? Es un animal, pero también es una persona. ¿Funcionaría? ¿Te transformarían en su forma humana o te fallaría el procedimiento al tratar de convertirte en un animal?

—Harry, ¿qué..? 

Harry se echó a reír cuando notó que Theo se quedó pensando en su pregunta, negando con la cabeza mientras se ponía de pie, entrando al baño de la habitación, frotando suavemente su cicatriz mientras fruncía el ceño.

Ni siquiera se había dado cuenta de que había estado ausente hasta que por fin consiguió entender que su compañero le había estado hablando. Fue extraño... y casi podía confirmar que se debía a que Voldemort estaba tratando de mostrarle algo, aunque no pudiera decir qué era. Como no quería dar explicaciones, prefirió inventar una pregunta al azar. De hecho, hace días venía haciendo lo mismo, la última vez le preguntó a Fred lo que pasaría si usaran su cabello para una poción multijugos mientras él mismo estaba bajo el efecto de la poción, pues no sabía si se transformaría en la persona original o en la persona en la que estaba transformada.  

Aunque, claro, en ambos casos la lógica decía que te ibas a transformar en la persona original: su apariencia podía cambiar, pero su ADN seguía intacto. 

Las clases del día pasaron con relativa normalidad durante toda la semana, algo que no era exactamente tranquilizante, ya que implicaba soportar los ataques de Umbridge, pero tampoco era tan inquietante, pues tampoco había ocurrido nada relativamente malo, y a parte de los constantes dolores de cabeza (que ya se habían vuelto un hábito), no había nada nuevo.

A veces le volvía loco el dolor constante, le costaba pensar o concentrarse y no podía hacer nada para calmarlos, porque los analgésicos poco y nada hacían para calmar las migrañas, que en ocasiones se volvían tan fuertes que le provocaban náuseas. 

Otras veces, simplemente desaparecían, y Harry más que sentirse aliviado, se encontraba extrañado, porque se sentía demasiado raro, además de que tenía cierto miedo de que volvieran de golpe. 

Pero el verdadero susto se lo llevó un fin de semana, cuando, luego de un día especialmente pesado en el que la profesora Umbridge casi había logrado provocarlo lo suficiente para ganarse otro castigo, entró a su habitación, y el dolor en su frente punzó con tanta fuerza que pensó que alguien había logrado romperle la cabeza de un golpe. De repente no entendió si estaba de pie, arrodillado o acostado.

Una risa desquiciada le llenó los oídos, risotadas de maníaco resonaban en la habitación, demasiado cerca suyo. Él se sentía feliz, mucho más feliz de lo que había estado en mucho tiempo. Estaba eufórico. 

Solo duró unos segundos, pero pareció una eternidad... Incluso cuando la felicidad se extinguió la risa continuó, y ahora ya no sentía alegría, sino un terror absoluto. 

—¡HARRY! 

La risa desapareció en el momento en el que entendió que venía de él, y se levantó del suelo tan deprisa que se mareó, casi cayendo de nuevo. Ni siquiera se molestó cuando Theo lo sujetó para evitar que se diera contra el suelo de nuevo, y en cambio lo ayudó a llegar a su cama. 

Insecurity [Parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora