CAPITULO 21
ALEXANDRA
Día 2.
Estaba sentada, frente a mi escritorio de madera vieja, escribiendo.
Había dejado de nevar y de llover. Todo Londres estaba recubierto por una gruesa capa de nieve que hacia ir más lento a los caballos y dificultaba el tráfico en las calles. Iría mas tarde a visitar a Chloe. Estaba a punto de irme.
Me sentía como si estuviera parada en el principio de una gran montaña y admirara el enorme tramo que tendría que escalar para llegar a la cima. No tenía ni la menor idea de las sorpresas que me sortearía el camino o si sobreviviría. Tampoco sabía que encontraría allá arriba. Lo único de lo que estaba segura era que en dos días empezaría a escalarla y dejaría abajo todo lo que alguna vez conocí.
Por eso estaba aquí, sentada. Escribiendo lo último que podría a la luz de una vela.
Las cartas a Robert y Chloe estaban terminadas y selladas por completo. Mi mano estaba congelada mientras intentaba escribir algunas palabras para mis padres.
Ayer, el día no podía haber sido más precioso. Robert me había llevado a una parte del bosque que yo desconocía. Gracias al frio infernal que estaba haciendo allá afuera, propiciaba que algunos lagos y lagunas quedaran congelados por completo. Robert me llevo a una cascada que se había cristalizado y bailamos por sobre las aguas, como una manera de recompensar el baile que jamás habíamos efectuado.
Cuando baile con él, parecía que el tiempo se había detenido por completo. O todo lo contrario. Como si tuviéramos una pequeña fracción del mundo solo para nosotros. Aislados por completo de todos nuestros temores y preocupaciones.
Pero existe alguna clase de ley universal que te fuerza a tener felicidad y luego tristeza. Siempre he pensado en eso. Si tienes algún momento fugaz de felicidad extrema tienes que sufrir, para equilibrar la balanza.
Ayer había sido excesivamente feliz, de ahí que me encontrara de esta manera.
Después de que Robert me dejara en casa, me había quedado con la boca abierta, encerrando las palabras que mi mente luchaba por decir. Robert sonriente, ni siquiera lo había notado. Me prometió que me llevaría a otros lugares que conocía la semana entrante.
Mis ojos picaron por las lágrimas. No desconfiaba de su promesa. Yo no cumpliría mi parte.
Al terminar las cartas, baje las escaleras y me dirigí a casa de Chloe. Cuando le dije a donde me dirigía pude ver como los ojos de Brandy perdían su luz. Con la cabeza baja volvió a su puesto y condujo el carruaje a la casa de los Stirling.
La madre de Chloe me abrió la puerta y me ofreció una taza de té. La acepte con una sonrisa y subí los escalones a la habitación de mi amiga. Abrí la puerta y puse la taza sobre su ropero.
Chloe estaba sentada en el alfeizar de la ventana. Su cabello estaba despeinado y erizado. Su vestido estaba roto y arrugado. Me sentía tan mal, tan impotente de verla de esa manera…la Chloe que conocía jamás permitiría que nadie la viera así. Siempre estaba peinada, y vestida correctamente, oliendo siempre a margaritas. Siempre.
Fruncí los labios y me acerque lentamente.
-¿Chloe? Hola-la salude fingiendo una sonrisa.
Chloe me ignoro mientras veía frenéticamente por la ventana. Tenía unas grandes ojeras bajo sus ojos rojizos y la piel demacrada y amarillenta. Estaba más delgada.
-¿Chloe?-repetí, acercándome un poco más.
Volteo a verme y clavo en mi sus ojos rojizos.
-¿Alex?-pregunto incrédula.
Asentí y observe como Chloe se levantaba y me estrechaba entre sus débiles y temblorosos brazos.
-Yo lo sabía, yo lo sabia-murmuro en mi hombro.
-¿Qué sabias?-dije entre risas, contenta de que estuviera contenta.
-De que tu no me abandonarías-musito separándose y dándome un beso en la mejilla-tu no.
-¿A qué te refieres?-le pregunte confusa.
Chloe regreso a su cama y se sentó con las piernas cruzadas. Metió su brazo por debajo de su almohada y me entrego un pedazo de papel.
-¿Qué es esto?-le pregunte curiosa.
Chloe estaba cantando para sí misma y meciéndose de un lado para otro. Estaba empeorando.
Lo abrí y me encontré con una carta. Me senté en el alfeizar de su ventana para leerlo con mayor claridad.
Querida Chloe.
Siento tener que decírtelo de esta manera, pero no puedo ir a tu casa y verte en este estado…esto me está matando como no tienes idea. Extraño a la antigua tu tanto como extraño verte sonreír o verte ruborizar. Te quiero, pero…si tengo que perderte, afrontare las consecuencias.
Michael.
Esto tenía que ser una broma.
¿Qué lo estaba matando a el? ¿Qué no veía el estado de Chloe? ¿No tenía el razonamiento necesario…el corazón para permanecer junto a ella? ¿Qué pensaba Michael? ¿Qué la culpa era de Chloe?
Arrugue el papel y tuve que contenerme para no romperlo. Michael era un cobarde, un patán. Me alegraba de que saliera de la vida de Chloe. No la merecía. Ojala se pudriera o terminara muerto.
Chloe había empezado a llorar. Avente el papel y me apresure a abrazarla. Ella derramo lágrimas en mi hombro y mancho mi vestido. Me importaba lo mas mínimo.
-El se fue-lloro mas fuerte-es mi culpa.
-Claro que no-respondí limpiándole las lagrimas-¿sabes porque se fue?
Chloe asintió pero yo negué.
-Se fue porque es un estúpido. Es un idiota-le sonreí-¿recuerdas la vez que me dijiste que jamás andarías con un idiota?
Chloe asintió.
-Por eso se fue. Te ahorro el tener que terminar con él.
Esto no basto para que Chloe dejara de llorar y yo lo sabía. Estaba tan enojada…tenia principios, pero estaba segura de que si Michael llegaba a cruzarse en mi camino lo golpearía.
Cuando regrese a casa, mi ropa estaba mojada y mis manos cerradas en puños Estaba furiosa y sorprendida de que existieran personas capaces de infligir tanto daño.
Es horrible pensar que las personas que mas quieres, pueden lastimarte.
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Nightmare
FantasyHace mucho tiempo, dos grandes deidades nacieron. Una guardiana de la vida y un guardián de la muerte. Ambos vivos en cuerpos mortales, sin conocimiento de quienes eran, ni de donde vinieron. El destino ya estaba escrito. Jamás se encontrarían en su...