Fracaso.

36 2 0
                                    

CAPITULO 8

ZANDER

Mis ojos no se despegaban del manojo de cartas de la mesa. Sentía un leve temblor en mis manos y mi respiración acelerada. Este juego era quizá de los más importantes que había tenido en toda mi vida. Si ganaba, me libraría de todas mis deudas. Si perdía…

Bueno, no perdería, no debía preocuparme.

Las apuestas estaban muy altas. Sin embargo el riesgo de perder era demasiado. Muchos demonios optaron por retirarse y desearme suerte. Bueno a mí y a Kalem.

Mi instinto de supervivencia me decía que era mejor abandonar este juego y buscar otra solución para arreglar este problema. Pero ya había tenido demasiado. Debía de pagarle, y no tenía dinero. Hasta ahora, solo estaba sobreviviendo con las pinturas que lograba vender, pero no era suficiente.

Kalem sonreía burlonamente mientras me observaba. Tenía una gran ventaja, no era bueno mostrando mis miedos. Pero el era un demonio, no los veía, pero si los sentía.

Me incorpore y libere mi mente de eso. Mis voces empezaron a decirme que tirara, que siguiera. Sonreí para mis adentros. Si fuera mortal, ya estuviera muerto desde hacía años si siguiera los consejos de esas voces de mierda.

-¿Te retiras?-pregunto Kalem, observándome, tratando de que huyera. Le devolví la mirada, pero él ni siquiera se inmuto. En realidad, la presencia de Kalem era aterradora. Ojos color purpura intenso, y sonrisa macabra. Era gordo y enorme, de un color rojo cereza. Al verlo, pensarías que era el mismísimo señor del infierno en persona. Tenía unos cuernos negros, largos y puntiagudos, si él se enojaba contigo y tenía el deseo de matarte con sus propias manos, podía encajarte uno de sus cuernos y te despedirías de la vida para siempre.

Yo no le tenía miedo.  Esa era otra de las razones por la cual Kalem me odiaba.

No era un demonio, pero tampoco era un ser humano. Nadie sabía que rayos era yo, pero me daba exactamente lo mismo. No caería acobardado a los pies de Kalem. Jamás me verían arrodillado ante nadie, menos hacia él.

-No-le conteste con una sonrisa- no me retiro. 

-Niño…

-¡NO SOY UN NIÑO!-lo interrumpí furioso. ¿Por qué todo el mundo aquí me veía como un niño? No tenía su apariencia grotesca, lo sabía perfectamente, pero era más inteligente que toda esa bola de mierda, juntos.

Kalem arqueo una ceja.

-Eso tendrás que probarlo-se volvió con el joven de las cartas-continua.

Me senté y me acomode con la vista fija en ellas. Mi daga ardía, solo había conseguido aspirar las almas de mi caja, nada más. Odiaba olerlas, era tedioso. Me gustaba probar almas nuevas, almas frescas. No almacenadas.

Asentí hacia el joven mortal y el nos dio unas cuantas cartas mas.

El pobre muchacho temblaba incansablemente, escuchaba los latidos de su corazón desde donde me encontraba. De vez en cuando, los demonios salían a la tierra para cazar algunos humanos, los traían al infierno y los obligaban a desempeñar las tareas que nadie quería hacer. Después de un tiempo, cuando estos envejecían, terminaban asesinándolos y salían a buscar otros más jóvenes. Era un círculo vicioso.

Respire profundamente y cerré los ojos.

Tenía que ganar esto, no tenía ningún otro plan.

Vi hacia mis cartas y una sonrisa lentamente se formo en mi rostro.

Tenía una escalera. Estaba salvado, era completamente imposible que Kalem tuviera algo mejor que lo que yo tenía. Estaba malditamente salvado.

-Tu primero-me incito Kalem, con el rostro serio y sereno. 

NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora