Amistad.

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CAPITULO 14

ALEXANDRA

Desperté sobresaltada y jadeando. Mis manos estaban sudando y mi cabeza daba vueltas y vueltas. Enfoque mi mirada en el cielo color azul degradado sobre mi cabeza. Con cuidado me senté y reconocí donde estaba.

Estaba en el callejón. Ya estaba amaneciendo y el chico de ojos grises había desaparecido.

Me levante a como pude y mareada, intente recordar a donde tenía que ir. Donde me esperaban si es que alguien me esperaba.

Entonces recordé el sueño, recordé a Lisandro.

Debía regresar con mi familia. Ahora.

Corrí hacia mi casa, compitiendo con la velocidad del sol, que planeaba traspasar las montañas de un momento a otro. Como estaba amaneciendo, la gente estaba saliendo de casa, preparándose para el trabajo. Sin embargo, corría tan rápido, que ni siquiera me veían pasar.

En menos de 10 latidos de corazón, me detuve de golpe al llegar a mi casa, que se veía más sola que nunca.

¿Aun no habían regresado?

Camine a paso normal tratando de recordar cuando había sido la última vez que no regresaban a casa hasta la madrugada. No recordé ninguna ocasión. Nuestros padres siempre nos decían a Edmund y a mí sin excepción que esas eran las reglas y que por más importante que fuera la fiesta o reunión debíamos de regresar.

Empuje la puerta con suavidad, sorprendiéndome a mi misma que estaba abierta.

-¿Susanna?-escuche la voz pastosa de mi padre, llamando a mi madre.

-No…soy yo-murmure asomándome lentamente a su despacho de trabajo.

Papa estaba sentado frente a su desvencijado escritorio de arce color carmín, trabajando frenéticamente, con la ropa manchada de polvo de oro y otras piedras preciosas.

-¡Alexandra!-suspiro aliviado-tu madre y yo estábamos muy preocupados, me alegra que hayas aparecido, ¿estás bien?

-Estoy bien-le respondí sonriendo para mis adentros. Jamás había estado peor-¿Dónde está mama? ¿Y Edmund?

Papa se limpio las manos en sus pantalones y suspiro, agotado. Jamás lo había visto tan cansado, o… ¿frustrado?

-Ha sido una noche muy larga-susurro con la voz contenida.

-¿Ellos están bien?-pregunte, asustada. Mi papa estaba realmente deprimido. Nunca lo había visto así, desde el día en que mi abuela murió.

-Sí, sí, ellos están perfectamente-respondí, asintiendo.

-¿Por qué estás trabajando?-observe sus manos manchadas de pintura-papa estas cansado, debes irte a recostar…

-Hija, hija-se apresuro a interrumpirme-por favor, te pido que seas fuerte.

Voltee a verlo, extrañada. 

-¿De qué hablas?

-Alguien ha muerto-murmuro con voz queda y carente de felicidad-irán a entregar el cuerpo a la funeraria hoy en la mañana, por eso es que estoy trabajando. Tengo que tener lista la estatuilla para antes de que…de que…entierren el cuerpo-trago saliva, esperando mi reacción.

-¿Pero quién…?-pregunte, viendo a la figura que mi padre casi terminaba de esculpir.

No necesitaba tener ojo artístico para distinguir perfectamente la silueta de esa figura. Mi padre era magnifico en su trabajo. Necesite de toda mi fuerza de voluntad y de mi fortaleza para no ponerme a llorar en ese preciso momento y para no gritar con toda la fuerza de mis pulmones.

NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora