Zander.

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CAPITULO 25

ALEXANDRA

-¡OPAL!-grito Lisandro, furioso-¡TE DIJE QUE TE LO LLEVARAS!

-En eso estaba-respondió la muchacha de rebosantes ojos violeta. De inmediato la identifique como la joven que me había sacado del infierno.

-Llévatelo, ahora-repitió Lisandro, más calmado.

El joven de ojos grises no me quitaba la mirada de encima. Leí la confusión en sus ojos al observar mi cabello. Baje la mirada con mis manos temblando. ¿Qué hacia el aquí?

-Camina-musito Opal, apuntándolo con su arco. Era un arco hermoso, sin duda alguna. Era plateado, como metalizado y brillaba con el reflejo de cualquier luz. La flecha que tenía en el arco era estremecedora. No me imaginaba a alguien como ella disparándolo.

El joven siguió observándome unos segundos. Frunció los labios y me dirigió una sonrisa burlona. Se dio la vuelta y contuve un grito cuando vi que estaba esposado.

-Acompáñame-murmuro Lisandro, tomándome del brazo. Subimos las escaleras, y yo observe al muchacho alejándose, en la dirección contraria.

Subí las escaleras con la mente vaga, como en automático. A lo largo de la pared había retratos y cuadros de pinturas hermosas. Recordé los cuadros de la casa de Robert y caí en cuenta que eran mucho mejores.

En el siguiente piso, había muchos cuartos y un ancho y extenso pasillo. Estaba tan solitario que no había sonido alguno. Solo el eco de nuestras pisadas al caminar y el sonido de nuestras respiraciones. Lisandro se dirigió a la segunda puerta a la izquierda y la abrió. No tenía llave.

-Puedes quedarte aquí-me dijo mientras asomaba la cabeza por detrás de su hombro.

Era un cuarto enorme. Con piso de madera pulida y una cama tan grande, en la que habríamos cabido muy bien toda mi familia entera. Tenía un tocador-mucho más lujoso que el mío-una chimenea y una mesa donde había un juego de té y dos sillas de felpa color marrón. No tenia decoración alguna, nada que me dijera de quien era esta habitación.

Entre, temerosa y voltee con Lisandro.

-¿Es para mí sola?-pregunte curiosa.

-Claro-se encogió de hombros-cuando completes la iniciación tendrás tu propio santuario, pero por lo pronto, vivirás aquí.

-¿Iniciación? ¿Santuario?-pregunte confundida.

-Te lo explicare más tarde-medio sonrió-te daré tiempo para que dejes tus cosas y descanses un poco.

-¿Vendrás por mi?-le pregunte asustada. El castillo era tan grande…

Lisandro se carcajeo y por un momento, sus ojos verdes se iluminaron.

-Así es, no te preocupes, este castillo no es peligroso…-su voz se apago-pero aun así, no vayas a ninguna parte si no es conmigo o con Opal. Creo que ya la conociste.

-La chica del arco-asentí.

-Así es-por un momento un espasmo cruzo su rostro pero luego se recobro-primera regla. La segunda, no vayas por ningún motivo al tercer piso.

-¿Por qué no puedo ir?

-Te lo explicare luego-murmuro.

Asentí. De todas maneras no planeaba moverme de mi cuarto hasta que Lisandro regresara.

-No te acerques a él-concluyo viéndome fijamente y con el ceño fruncido.

Instantáneamente los dos supimos de quien hablaba.

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