El barco.

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CAPITULO 15

ZANDER

-¡Partimos en 15 minutos!-exclamo el capitán, gritando desde la proa.

Suspire, mientras rodaba los ojos. Había marineros, presos y jóvenes, que arrastraban sus maletas y las subían a la pequeña embarcación que estaba sujeta al muelle. Era madrugada, y los barcos empezaban a salir. Si quería llegar a Francia, no podía nadar todo el camino. Pasarían días antes de que volviera a alimentarme, y necesitaba almas fuertes para resistir el viaje.

Suspire, impaciente, mientras tomaba la agarradera de mi mochila con más fuerza.

El viento soplaba muy fuerte y el mar empezaba a ponerse inquieto. La gente se apresuro a subir al barco y yo nunca estuve más agradecido. El capitán tomaba los boletos y entregue el mío a regañadientes. Estaba muy arrugado por apretarlo con tanta fuerza, pero algo en mi expresión hizo al capitán abstenerse de reclamarme,

Camine los pocos pasos que me adentraban en el barco. Estaba sucio y mugriento, y atestado de gente, charlando de sus peleas en bares o de sus apuestas ganadas. Ellos no sabían lo que era estar presionado. Ellos no habían vendido su alma al mismísimo señor del infierno.

Ellos no sabían nada.

Me dirigí a mi camarote, con la cabeza gacha y los hombros hundidos. No debía de matar a nadie. En un barco tan pequeño, las muertes tienden a distinguirse más deprisa. Y qué raro sería que se cometiera un asesinato y por pura casualidad yo saliera pitando.

Suspire mientras abría la puerta de mi habitación. Quizá pudiera dormir un poco.

Cerré de un portazo y me quede pasmado en la entrada.

Había una señorita sentada en mi cama.

No era cualquier jovencita, claro que no. La reconocí inmediatamente. Piel blanca inmaculada, ojos color violeta y cabello largo y liso, del color del ébano.

Ella nos había salvado en la taberna de Kalem.

Sonrió al ver que la reconocí, pero yo no reaccione de la misma manera. Sin quitarle la vista de encima, coloque mi mochila en el suelo y me cruce de brazos, recargándome en la pared. Después de todo, ella era la que me había encontrado a mí. Seguramente tenía un par de palabras en mente que quería que yo escuchara.

Pues, bien, escucharía.

Ella suspiro, y entonces me dirigió una mirada picara.

-Hola-me saludo cortésmente.

Arquee una ceja, esperando.

-Bien-bajo la mirada-tengo noticias.

-¿Quién eres?-le pregunte, susurrando.

Ella se sentó de piernas cruzadas y vacilo.

-Mi nombre es Opal-murmuro-tu nombre es Zander Lane.

Fruncí el ceño.

-¿Cómo sabes mi nombre?

-El nombre de tu compañera es Alexandra Taylor.

-¿Cómo sabes su nombre?-me acerque, ahora enojado. Ella desapareció de mi agarre, literalmente, se esfumo, y apareció en el otro extremo del camarote.

-Necesito que me escuches-musito apuntándome con su arco. Parpadee rápidamente, intentando recordar si ella tenía ese arco cuando la vi-sé lo que estas pensando y no, no lo tenía. Pero puedo dispararte ahora mismo si no dejas que te explique lo que está pasando.

-Hazlo-la rete acercándome a ella, calculando mis movimientos-dispárame, anda. Me gustaría verte intentarlo.

-No me tientes Zander Lane-contesto aun con la flecha en el arco-no eres indestructible.

-Me gustaría tener la misma opinión que tu-conteste en tono quedo.

Y era cierto. Había intentado suicidarme más veces de las cuales podría contar. Me encaje cientos de espadas y me avente de miles de riscos. El resultado siempre era el mismo. No podía herirme, mi piel se desvanecía al contacto de cualquier objeto que tuviera siquiera la mínima oportunidad de matarme. Y en cuanto a los riscos…aterrizaba en el agua y salía nadando, como si hubiera decidido darme un ligero e inofensivo chapuzón.

Si hubiera podido suicidarme en este momento, créanme, lo hubiera hecho.

Opal bajo su arco, cautelosamente.

-No quiero matarte-suspiro-no lo hare.

Se recargo en la pared y se resbalo lentamente hasta llegar al suelo. Junto sus piernas y las tomo con sus pequeños brazos, acurrucándose.

Fruncí los labios mientras la veía, frustrada. Suspire y rodé los ojos, tal parecía que estaría aquí encerrado mucho tiempo.

Acudí a sentarme a su lado y le di un ligero golpe con mi codo.

-¿Qué sucede?

Ella suspiro y observe confundido como las lágrimas corrían por sus mejillas de porcelana. Volteo a verme con sus ojos violetas enrojecidos.

-Es muy triste-murmuro-que las personas que en serio se aman no puedan estar juntas.

Hice una mueca mientras veía fijamente el suelo. No sabía que contestarle.

-Es estúpido-remarco-como una mala broma-sonrió sin ganas-pero es cierto. Yo…yo soy como tu Zander. He sufrido mucho. Y si…-suspiro-veo el dolor en tus ojos, siento lo que sientes.

-No es verdad-respondí frunciendo el ceño-no puedes sentir lo que yo siento-reí sin ganas-no tengo corazón.

-Oh, claro que lo tienes-sonrió, con escasa alegría-si no, no estaría aquí.        

NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora