Bienvenida.

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CAPITULO 29

ZANDER

Observe a Alexandra retirarse por las imponentes puertas color cobre. Su cabello como oro blanco, le caía en cascada, como una cascada rizada por la espalda.

Jamás había visto una mujer más hermosa.

Negué con la cabeza para ahuyentar esos pensamientos. Poco a poco el calor de mi daga se disipo y las voces regresaron.

De vuelta a la normalidad.

Suspire y me dirigí a Lisandro, que me veía confundido. Esperaba que no me hubiera visto mirar a Alexandra. En serio, lo esperaba, porque no quería un cuestionario.

Me acerque a él y le plantee la cuestión.

-Necesito almas-solté de sopetón. Directo.

-Tienes de reserva, ¿no es así?-pregunto Lisandro, viéndome fríamente y cruzando los brazos.

-Si-respondí ácidamente-pero esas no me ayudan. Si tengo que superar estas absurdas pruebas necesito energía.

-Esas almas te dan energía-murmuro Lisandro ignorándome y preparándose para irse.

-No la suficiente. Son almas desgastadas. Necesito almas nuevas, puras, si no, no lograre pasar tus pruebas.

-Eso no está a discusión-respondió Lisandro dándose la vuelta-va en contra de todos nuestros principios dejar que mates personas.

-Eso es lo que soy-conteste a su espalda-soy un asesino, un criminal y un estafador. Naci así y ni tu ni yo podemos negarlo.

Lisandro se detuvo a mitad de su zancada. Observe como sus hombros se alzaban y después bajaban en una respiración fuerte y pausada. Me quede esperando a ver su reacción.

Se dio la vuelta y suspiro, cansado.

-Iremos al pueblo. Eso es todo.

Lo seguí y ambos salimos por la puerta delantera. Busque a Alexandra rápidamente pero ella no estaba en el jardín. Fruncí el ceño, recordando que Lisandro le había dicho que buscara a Fedora. No vi a ninguna chica frente a ningún estanque. A menos que estuvieran ocultas, no había nadie en este jardín.

Lisandro me dijo que esperara y grito a la nada la palabra “carruaje”, aplaudió dos veces y nos quedamos esperando en silencio. Arquee una ceja confundido y un poco apenado, pero pocos segundos después unos caballos blancos aparecieron, jalando un carruaje de color oro y rojo.

Era muy bonito. Grande y espacioso, con detalles dorados y cortinas rojas. No tenía cochero, lo que me pareció un poco extraño. Lisandro me indico que abriera la puerta y entre. Sentándome en esos asientos color rojo y esperando a que mi “maestro”, se acomodara frente a mí.

-¿No hay cochero?-pregunte escéptico.

-Estos caballos están perfectamente entrenados. Son de Ace-me contesto, mirándome ceñudo.

Lo sabía, por supuesto que lo sabía.

-Escúpelo-musite recargando mi cabeza en el asiento.

-Le dije claramente a Opal que te dijera las órdenes. ¿Lo hizo?

-Claro que lo hizo-me encogí de hombros-seguir ordenes no es mi estilo.

-Pues lo será a partir de ahora. Killian me lo dijo esta mañana. ¡No puedes meterte al bosque de él sin previo aviso! ¡Y en la noche!-respondió enojado.

-Ya. Ya-musite con una sonrisa-entiendo.

-¿Todo esto es gracioso para ti?-me pregunto furioso.

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