Necesidad.

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CAPITULO 33

ALEXANDRA

-No deberías estar aquí-me apresure a decir mientras inhalaba el fuerte aroma a incienso que destilaba Zander.

-Hay muchas cosas que no debería hacer.

Me voltee para encararlo y decirle que quería estar sola, que me dejara en paz. Hoy había visto probablemente lo más triste y deprimente de toda mi existencia. Quería estar sola para llorarlos, para llorar su...no habían muerto. Al menos no.

Pero era como si lo estuvieran.

-Quiero estar sola-musite en voz baja, miserable-por favor.

Zander hizo una mueca y miro al suelo.

-Yo también-susurro-me gustaría estar solo y ¿sabes cuándo lo estoy?-frunció el ceño, como si le doliera la cabeza-cuando estoy contigo.

Abrí los ojos, sorprendida por su confesión.

-Actúas como si no te importara. Como si no notaras mi presencia, pero lo noto. Noto como tiemblas cuando estoy cerca, ¿me tienes miedo Alexandra? ¿Crees que quiero hacerte daño? ¿Crees que podría lastimarte?

-Lisandro dijo...

-Calla y escucha por un momento. Me vale lo que ese...diga-suspiro tratando de controlarse- no te hare daño. Te lo juro por...por mi vida. Ni siquiera me conoces, y estas juzgándome sin precedentes.

-Pero estas loco-me apresure a responder, enojada sin ningún motivo-matas a las personas...

-Para vivir-me interrumpió-¿crees que lo hago por diversión? Tengo una daga, con ella les quito el alma y luego las inhalo. Si no hago eso yo puedo morir.

¿Qué? ¿Podría estar hablando en serio? ¿Por qué nadie me lo había dicho? Zander, el asesino consumado, el mentiroso maestro, el estafador estrella, era tan solo un chico con mala suerte. Bueno, todos lo éramos. Condenados para un destino que ninguno había pedido.

Viéndolo bien, a mis ojos no parecía tan siniestro. La luz de la luna iluminaba su cabello, dejándole un negro casi líquido, sin perder su profundidad. Sus esposas refulgían fuertemente pero no opacaba el brillo grisáceo de sus ojos.

Lo pude ver con otros ojos. Ya no con miedo, fue un cambio radical que me hizo estremecer. Fue como si las aguas turbias se aclararan y dejaran debajo al verdadero Zander Lane.

-¿Lo ves?-me pregunto, insistente, como si le doliera.

Me alarme, incorporándome. ¿Cómo sabía lo que estaba pasando?

-¿Entonces porque tienes las esposas?-inquirí, a la defensiva.

-Porque no me creen-esbozo una sonrisa siniestra que hizo que los vellos de mis brazos se erizaran.

-Quizá no deberías sonreír así -sugerí mientras me frotaba los brazos, para darme calor.

Zander se carcajeo unos momentos.

-Buena idea-puntualizo.

Asentí insegura de que hacer. Mi instinto de supervivencia me decía que no debía de darle la espalda, pero mi mente me aseguraba que todo estaba bien. Que no iba a hacerme daño.

-¿Pasa algo?-me pregunto.

-Nada-murmure mientras me forzaba a dar la vuelta y alejarme un poco más de él. No mentía cuando decía que quería estar sola.

Temblé mientras sentía a Zander caminando, siguiéndome. No tenía ni la más mínima idea de porque no lo escuchaba. El roce de sus pies con el pasto era tan tenue que solo si me esforzaba al máximo por detectarlo lo escuchaba.

Me senté en el suelo y espere a que Zander hiciera lo mismo. Se puso a mi lado y me vio desde arriba, con una mirada pacífica y una sonrisa en su rostro. Una sonrisa...que no propiciaba miedo, sino una sonrisa de verdad.

-Me gusta estar contigo-declaro sentándose a mi lado-sí, estoy loco, porque escucho voces en mi cabeza-se encogió de hombros-pero cuando estoy contigo se van. Mi cabeza esta vacía, en paz-suspiro-se siente muy bien.

-Es un placer-respondí medio inclinando la cabeza.

Zander suspiro y continúo viendo a la nada. Voltee disimuladamente a verlo. Estaba lejos, a unos cuantos metros de distancia, pero a mi lado. Sin embargo, lo sentía abrumadoramente cerca.

Sus esposas le aprisionaban las manos, por un momento me sentí mal.

-¿Por qué no te las quitaron?-le pregunte, preocupada.

Él se encogió de hombros.

-No creen que sea "fundamental"-remarco la palabra-a veces creo que quieren encerrarme en una jaula. Quizá lo hagan.

-No pueden hacer eso-me apresure a negar-te necesitan.

-Y precisamente por eso estoy aquí-me respondió-nos necesitan a todos, como reses de ganado. No les importa si lo queremos o no. A Lisandro no le importó nada-sonrió- de todas maneras no sé qué se siente cuando le importas a alguien.

Me quede un momento callada sin saber que contestar. Me parecía tan raro estar platicando con Zander...me parecía extraño que me estuviera confesando estas cosas. Parecía tan reservado con la gente, tan desconfiado. ¿Por qué confiaba en mí? ¿O acaso estaba tan desesperado de tener a alguien con quien hablar que recurrió a mí?

-Le importas a tus hermanas-respondí después de unos minutos.

-No son mis hermanas-replico-y no les importo. Solo quieren que vaya con Damon, un señor que ni siquiera es mi padre, es el de ellas. Bueno, de hecho tampoco lo es.

-Vi cómo te suplicaban-respondí-ellas te quieren.

-No-negó.

Trague el nudo de mi garganta y cruce las piernas. Me vi las manos, distraída y entonces recordé la pregunta.

-Se siente bien. Te sientes querida, que alguien se preocupa por ti.

-¿Qué?-pregunto Zander.

-Cuando le importas a alguien se siente eso. Pero también es una carga. Cuando te importa una persona debes de saber que en cualquier momento pueden lastimarte. Aun cuando no se dan cuenta...-mi voz se desvaneció de golpe.

-Entonces pueden usarlo...-Zander volteo a verme-¿estás bien?

No, no estaba bien. Me había caído de golpe en el suelo y estaba luchando por respirar, por recuperar la cordura. Las lágrimas luchaban por salir de mis ojos y yo las retenía. Los apretaba con fuerza y trataba de detener los sollozos de mi pecho. No quería ser débil, pero la impresión fue más fuerte.

Perder a todos tus seres amados en 24 horas. Díganme si alguien no lloraría por ello.

-¿Alexandra?-Zander me llamo, un poco más cerca. No quería acercarse. Aun temía por mí, por mi reacción hacia él. Temía que le tuviera miedo. Que su cercanía me resultara aún más horrible.

Sin embargo, era justo lo que yo necesitaba. Se me escapo un sollozo y eso fue la gota que colmó el vaso. Zander se acercó lentamente y yo me hice bola en el suelo. Cruzando las manos en mi pecho y luchando contra los pensamientos horribles y estremecedores que me golpeaban cada segundo. Imágenes y recuerdos felices, los veía destrozarse frente a mis ojos. La perspectiva era horrible. El dolor y la agonía eran mis nuevas mejores amigas.

Zander estaba a unos centímetros de mí y entonces aun cuando mis brazos, mi cabeza, mis piernas se jalaban al lado contrario. Literalmente me sentía arrastrada, yo me acerque a él y apoye mi cabeza en sus piernas. De ahí me solté a llorar.

Él estaba tenso y no me tocaba. Pero sentía mi piel arder, era un dolor suave pero presente. Todo él era todo lo malo para mí. Lo prohibido. Pero en este momento, ¿Qué más daba?


¿Qué más daba?

NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora