Romeo.

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CAPITULO 7

ALEXANDRA

Habían pasado tres semanas desde el incidente.

Y habían sido horribles.

No me dejaban ni un momento sola. Cuando estaba en casa, mi madre estaba encima de mí todo el tiempo. Y cuando salía a caminar, o a montar a caballo, Edmund me acompañaba, como un guardaespaldas molesto.

Ya ni siquiera podía ir a tocar a la plaza de la fuente sin la compañía de Chloe o Robert. 

Bueno, Robert no me molestaba tanto.

Era la persona más dulce y atenta de todo el mundo. Los días posteriores al “secuestro”, habia estado deprimida. Era horrible esa sensación de vacío en mi cabeza. Robert llegaba a mi habitación y me extendía su mano. Yo se la tomaba, dudosa y me sacaba de la casa. Íbamos a la suya, y sonreía recordando cuando corría, y trepaba los arboles. Lo volvimos a hacer y fue fascinante.

La casa de los Albrooke es una mansión.

Tiene tres pisos, y es toda color crema. La cerca que la rodea es de hierro forjado color negro con diseños florales en ellos. Simplemente eso lo considero una obra de arte. Cuando las puertas se abren y el carruaje entra, se puede apreciar los jardines extensos y verdes infinitos. Lleno de pinos y arboles con ramas tan finas como un hilo, que todas las mañanas, cristalizan el roció. Formando esculturas y un paisaje sin comparación.

El día en que nevó, fui de nuevo a la casa de Robert. Casi me desmayo al ver el espectáculo.

Los pinos tenían la escarcha de nieve, y las hojas de los arboles estaban cristalizadas. Los jardines estaban llenos de nieve, y las flores habían desaparecido. Era un blanco puro, brillante, que me transmitía paz y alegría. Robert y yo jugamos a las peleas de nieve. Yo gane, aunque él me dejo ganar. Fue muy, muy divertido.

Claro que no todo fueron sueños de caramelo-o nieve-.

En la ciudad se hablaba de que era una mentirosa, y que en esas horas no había estado en un lugar muy bueno. Como era de esperarse, el rumor se extendió por buena parte de Londres. Algunos me calificaban de tonta, y de débil. Otros decían que lo hacía para llamar la atención. Algunos más opinaban que era cierto y que creían que había sido violada, o golpeada, hasta amenazada.

Edmund era muy sensible a ese tipo de comentarios. Hubo una vez, que me gritaron “puta” y Edmund se abalanzo a golpes con el hombre que me había llamado así. Pude separarlos a tiempo, aunque el sujeto tuvo muchas heridas horrorosas.

Así que aprendí cosas que no había puesto en práctica en mucho tiempo. Encorve los hombros y baje la cabeza. Los Taylor nunca tuvimos nada de qué avergonzarnos, razón de más para que me sintiera peor. Quizá los había deshonrado.

-No lo hiciste-me recordaba Edmund-siempre has sido motivo de orgullo para esta familia.

Y aun así, humillada y con el autoestima por los suelos, seguía yendo a la plaza de la fuente-con mi guardia personal- y tocaba mi violín. No tenía miedo. Es más, buscaba cada día pistas, o alguna señal de quien pudo haberme secuestrado. La policía ayudaba, pero no descubrían nada. Ningún cabello, ningún rastro. Fue como si jamás hubiera pasado nada.

Así que intente seguir con mi vida, ignorar ese incidente.

-Alex-dijo Robert, mientras ambos caminábamos en el jardín de su casa- mi padre organizara un baile para festejar el aniversario número 15 de la compañía-volteo a verme con un brillo en sus ojos-¿quisieras venir?

Sonreí apenada mientras volteaba a verlo. 

-¿No te avergüenza que Alexandra Taylor vaya al baile de tu familia?

NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora