Tentacion.

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CAPITULO 10

ZANDER

Supe el momento exacto en que ella me reconoció. Como ignorarlo. Como ignorar como sus ojos se teñían del reconocimiento, de la sorpresa, posteriormente de la incredulidad.

Y al último del horror.

Ella trago saliva e inspiro profundamente. Ni siquiera sentía mi pierna del calor tan fuerte que emanaba mi daga. Ahí estaba ella, a unos cuantos metros de donde yo estaba.

Y ahí estaba yo, frente a ella, pude haberla atacado, pude haberla arrastrado. Era veloz, nadie lo notaria, me la llevaría y la mataría en algún callejón o en un edificio abandonado. Ya, punto final.

Pero no, no lo haría. No porque no pudiera, sino porque no quería.

-Tu…-musito asustada-eres tú.

Cerré mi mano en un puño en el aire y la retire. Estaba loco si creía que ella accedería a bailar conmigo. 

Bueno, en realidad si estaba loco. 

-Se que quieres respuestas-le conteste-baila conmigo. Baila conmigo y te las daré. 

¿Qué mierda estaba haciendo? Mintiéndole, si en efecto. Necesitaba de todas maneras a alguien para bailar y llegar a la puerta de la finca de los Albrooke, no debía de olvidar mi objetivo. Solo tendría que ignorar el calor casi insoportable de mi daga y todo se resolvería. Olvidaría a Alexandra, es más, huiría de aquí. No podía soportar su presencia más tiempo.

Sabía que no bailaría conmigo, pero hice el estúpido intento de convencerla. Me di la vuelta y  comencé a caminar para buscar otra manera de entrar a la casa. Si saltaba al techo desde atrás…

-Espera-murmuro caminando hacia mi-bailare contigo.

¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? ¿Acaso ella estaba loca?

 Nunca en mis 17 años de vida me había sorprendido, pero esa pequeña dama de ojos brillantes lo había hecho.

Ella extendió su mano. Ni siquiera temblaba.

La tome y mi daga estallo en llamas.

Los dos caminamos a la muchedumbre, que nos observaban asombrados. Todas las damas me observaban, sabia como era mi aspecto. Tome la pequeña cintura de Alex con mi mano derecha y su mano izquierda con la mía. Era un excelente bailarín, no tendría ningún problema en llegar a la puerta en poco tiempo.

 Ella no me vio a los ojos. No pude estar más agradecido. Esta noche lucia magnifica, no tenía ninguna comparación, ni siquiera estaba seguro de que la palabra hermosa se pudiera aplicar a ella. Era…cegadora. Cuando la veías, no podías quitar tu mirada de ella. Quizá era la razón de que todo el mundo nos viera.

Sus pasos se acompasaron a los míos y cerré los ojos. Tenía que ignorar el calor infernal de mi daga. No había ninguna voz en mi cabeza que me dijera a donde tenía que ir, o hacia donde tenía que dirigirla. Mi corazón congelado parecía estar derritiéndose por tener a Alexandra en mis brazos.

Su mirada se levanto y me vio con temor y curiosidad. Ella me recordó a un pequeño pajarillo. No por su semblante lleno de miedo o por su corazón latiendo frenético junto a mi pecho. Sino por sus enormes ojos. Parecía un pájaro en la mira de un cazador.

Mi respiración empezó a acelerarse. El calor de mi daga me recordó el objetivo. Trate de dirigirla hasta el extremo más alejado, pero la gente no me dejaba pasar. Nos habían situado en el centro y no tuve más remedio que dar unos cuantos empujones para que nos dejaran pasar.

Una vez fuera de la pista de baile, ella me miro, esperando a que le diera las respuestas.

-¿Qué?-le pregunte, sabiendo que se enojaría. 

-Baile contigo-admitió-espero mis respuestas.

-Hago tratos-remarque-pero no siempre los cumplo. Gracias por ayudarme, mi dulce dama.

Me di la vuelta y me eche a correr hasta la puerta, ahora despejada. Una a una, las voces fueron poblando mi mente y moví la cabeza. No tenía tiempo para escucharlas.

Apreté la cerradura y esta cedió ante mi fuerza. Alguien toco mi hombro.

-No te dejare ir tan fácilmente-musito Alexandra lanzándome una mirada fulminante.

NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora