Pentagrama.

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CAPITULO 2

ALEXANDRA

Esa noche no pude conciliar el sueño.

Después de salir del bar, mi cuerpo temblaba y se estremecía. Jamás había sido testigo de un asesinato, pensar en lo cerca que había estado de la muerte…no dejaba de temblar.

Como estaba demasiado oscuro para ver mi expresión de horror, Brandy no dijo nada. Solo espero pacientemente a que Chloe y yo subiéramos al carruaje. En el momento en que los caballos empezaron a galopar puse la cabeza en el hombro de mi amiga y me solté a llorar.

No deje de llorar aun cuando llegue a mi cama. Ya era de madrugada, pero seguía consternada. Lo peor era que no podía sacarme la imagen de la cabeza. Aquellos ojos grises como las tinieblas observándome mientras ensartaba su daga en el pecho del hombre.

No debió haberlo matado sin motivo alguno. Quizá…quizá ese hombre le había hecho daño. Le debía algo, era un asunto muy común en tabernas como esa. Tal vez iba a matarlo de todas maneras. No por un estúpido incidente que había sido culpa mía.

Mea culpa, mea máxima culpa.

Enterré mi cabeza en la almohada ahogando mi llanto y mis penas. Había sido la responsable de la muerte de aquel hombre. Sentía una agonía y una furia ciega que embargaba cada vena de mi sistema. Me tomo varias horas tranquilizarme, o al menos sobrellevar esta clase de emociones. Me dolía demasiado.

Por eso no me sorprendía encontrarme esta mañana con unas enormes ojeras con forma de medialuna debajo de mis ojos.

Me vestí mecánicamente, tratando de distraerme. No debía pensar en eso. No si quería derrumbarme a llorar en el suelo. Debía ser fuerte, o cuando menos aparentarlo.

Me puse mi vestido viejo color azul y mis zapatillas a juego. No tenía ganas de peinarme y sentía que me derrumbaría de sueño de un momento a otro. Solo me hice un moño desordenado y me puse un poco de perfume.

Hice una mueca y coloque mis manos en el tocador de mi recamara. Respire profundamente buscándome calmarme. Después de unos minutos tome mi violín de una esquina de mi recamara y salí por la puerta con la frente en alto.

-Buenos días Alex-me saludo mi papa mientras escribía algo en un papel. Creo que era una carta.

-Buenos días padre-conteste mientras asentía a su dirección. Me dirigí a la cocina, y me senté en mi sitio de siempre. Sentándome recta y poniendo la servilleta en mis pantorrillas.

Nosotros no éramos miembros de la clase alta. Entrabamos más bien en la categoría de la gente pobre. Mi padre era un escultor. Los ricos de la ciudad le proporcionaban metales preciosos como oro, plata y muchas piedras preciosas, como el diamante y las esmeraldas. Mi padre las transformaba en hermosas esculturas de personas o edificaciones en miniatura con una precisión innata.

Pero no le pagaban mucho. Había mucha competencia en la ciudad en este trabajo. Aunque mi papa por mucho, era el mejor de todos, no le pagaban lo suficiente. Por lo tanto, mi madre también trabajaba de sirvienta en otra casa. Recibía maltrato, aunque trataba de ocultarlo. A veces tenía moretes en los brazos y trataba de esconderlos con mangas largas en verano.

Mi hermano Edmund era otra cosa. En realidad era mi hermanastro. O algo parecido. Bueno ese era otro punto muy diferente…

-¿Cómo estas hoy Alexandra?-pregunto mi madre mientras me servía el desayuno.

-Estoy bien, gracias-conteste sonriendo-¿y usted?

-Bien-me contesto con una verdadera sonrisa. No como mis falsas copias.

NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora