Tiempo.

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CAPITULO 18

ALEXANDRA

Las nubes se arremolinaban frente a mí de un peligroso color violeta. Sentí el roce del aire congelado pegarme en el rostro. No me sorprendía, la última tormenta había sido hace cerca de un mes. Estamos en Londres, una ciudad caracterizada por sus cielos nublados y lluvias heladas.

No sabía a donde ir. No tenía idea de hacia dónde iba. Solo que empecé a caminar por el campo que se extendía alrededor de mi casa, con las manos en mi rostro y odiándome a mi misma más que a nadie en el mundo.

Mi culpa, mi culpa.

Chloe estaba así por mi culpa, era mi culpa. Ella estaba tumbada en esa cama sin poder dormir nunca más por mi culpa.

Tropecé con una rama y se escucho un trueno que me hizo estremecer. La lluvia llego segundos más tarde.

Me dirigí a rastras hacia el árbol más cercano y tome mis piernas con mis brazos. Si quería regresar, ya era demasiado tarde. Tendría que esperar a que la tormenta se calmara, o irme ahora mismo.

Me dedique a esperar y a observar como las gotas caían del suelo y me mojaban el rostro.

Voltee a ver el cielo, lleno de nubes grises y negras.

El chico de ojos grises llego sin invitación y ocupo toda mi mente.

Me derrumbe y me manche el vestido y el cabello de lodo. Me apreté a mí misma, intentando deshacerme de este dolor tan grande. El desaparecido, mi vida y la de Chloe se reunían en un solo problema que cavaba a cada minuto un agujero en mi pecho. Me sentía sin aire, sin poder respirar, como una criatura inerte y pordiosera.

¿Qué podía hacer? ¿Qué me quedaba?

Nada. No me quedaba nada. Nunca tuve a nadie. No tengo familia, mi amiga esta catatónica y Robert se merece a alguien mejor.

Solo al pensar en Robert, rompí a llorar con verdadera fuerza.

-¿Por qué?-le grite a la nada. Sin esperar respuesta.

Estaba totalmente empapada y con mucho frio. Me cubrí con mis propios brazos y me imagine al chico de ojos grises, mirándome con aquellos ojos suyos. Tan estremecedores que parecían encontrar hasta el punto más profundo de mi alma. Tan protectores como ningún otro.

-Alexandra-escuche a alguien llamarme.

Abrí los ojos y escrudiñe a mí alrededor. La tormenta no cesaba y no escuchaba nada más que el viento y los rayos. Era posiblemente una de las peores tormentas que azotaba la ciudad.

Nada.

-Alexandra-volví a escuchar esa voz. Parecía que me hablaban a mi oído, pero no había nadie detrás de mí.

-Alexandra-un relámpago me cegó por completo y tuve que cubrirme el rostro para no lastimarme.

Justo en frente de mi, Lisandro se manifestó.

Llevaba la misma gabardina de siempre, pero con unos pantalones grises, zapatos negros y un sombrero café. Me observo, asombrado y con lastima. A sus ojos debía parecer una vagabunda.

Me cubrí la cara con mis manos y solloce en soledad.

Sentí unos brazos rodearme y sin pensarlo dos veces rompí a llorar en su hombro con verdadera fuerza. No tenía muy claro porque lloraba, había tantas razones…

Un rayo cruzo el cielo y la tierra retumbo. Me separe de Lisandro y observe a mí alrededor.

-Alex-me llamo Lisandro con dulzura mientras me limpiaba las lagrimas de los ojos-ha llegado el momento.

-¿El momento de qué?-le pregunte a su vez.

Me miro a los ojos mientras tomaba mis manos.

-El tiempo se ha agotado. Tienes que acompañarme.

-¿A dónde?-pregunte asustada.

-La profecía debe de cumplirse-contesto Lisandro gritando por encima del viento- tienes que acompañarme a la tierra de Catriel. Debes cumplir tu deber.

Reprimí la respiración y mi mente se vació de todo pensamiento.

-No-respondí, agitándome por el sonido atronador de un rayo-no puedo.

-Alexandra, tienes que…

-No puedo-lo interrumpí -Chloe, Chloe está muy mal…no puedo abandonarla, ella me necesita. Tienes que entenderme.

-Y lo hago-respondió conmovido-pero las reglas son las reglas. Tienes que acompañarme.

Reprimí unas lágrimas que luchaban por escapar de mis ojos. Debía abandonar a todos. Hace un segundo, pensaba que no tenía a nadie, pero en realidad yo tengo todo.

Mama, papa, Edmund, Chloe, Robert, hasta a Brandy. Tendría que dejarlos. Por mucho tiempo, quizá para siempre.

-Dame una semana-conteste airada-una semana y me iré contigo.

Lisandro frunció el ceño y entorno los ojos.

-¿Una semana? Es mucho tiempo.

-Dame 5 días-le dije esperanzada-por favor, 5 días.

Lisandro suspiro y se puso de pie.

-5 días es mucho tiempo.

-Por favor-le pedi entre sollozos-es lo único que te pido.

-5 días-repuso a su vez mirando al cielo-ni uno más.

Entonces salió de la sombra del árbol a la fría tormenta. Un rayo cruzo las nubes y cayo justo encima de el. Grite sorprendida mientras veía como su cuerpo entero se iluminaba y un segundo después había desaparecido.

5 días. En cuenta regresiva.

NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora