Recluso.

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CAPITULO 22

ZANDER

-¡Les informamos a los pasajeros que pisaremos tierra en 20 minutos! ¡Preparen sus pertenencias! ¡Repito, llegamos en 20 minutos!-anuncio un señor de barba canosa y ojos hundidos.

Me dirigí a mi camarote para tomar mi maleta, y mi caja. Era lo único que había usado en el barco. Realmente esperaba que mi estadía fuera de más de 5 días, mínimo una semana. Francia queda retirada de Londres, pero atribuí mi llegada rápida al viento y al mar, que impulsaban más el barco.

Salí de mi camarote y apoye mis manos en el barandal. A lo lejos se encontraba Francia. Verla, era como volver a ver a un viejo conocido. Tenía tanto tiempo de no volver, que incluso me resultaba un poco diferente. Era agradable respirar nuevos aires y despejar mi mente de ella. No pensaría su nombre. La había dejado atrás.

No había visto a Opal desde aquella vez, lo cual me resultaba un poco extraño, ya que el barco es muy pequeño. Ya había memorizado perfectamente los rostros de todos los pasajeros. La verdad, es que memorizo todo con mucha facilidad, pues disfruto de mucho tiempo libre. Pero no había visto a Opal por ninguna parte. 

Me decía a mi mismo que quizá se había aventado al océano. La verdad me daba lo mismo.

Solo había conseguido asesinar a 3 personas. Nadie pareció notarlo. Tampoco tuve que dar explicaciones. Podía sentarme en la cornisa y observar a los demás con suma tranquilidad, ya que había algo en mi expresión que ahuyentaba a todas las personas. No los culpaba. 

Pensaba visitar primero los barrios ricos para conseguir dinero para Kalem. Había robado muy poco, pero ¿Qué esperaba? Este barco no era lujoso, por lo tanto sus pasajeros tampoco. Las damas no usaban joyas y los caballeros no traían anteojos o bastones. Todos vestían humildemente. Incluso yo parecía elegante vestido con mis peores ropas.

Tendría que robar aproximadamente lo que ganaría una de estas familias en una década. Todo en 25 días. 

Afortunadamente robe un reloj y unas 5 monedas de oro. El reloj era muy bonito. Era plateado con una cadena de oro y cristal reluciente. Lo cheque para ver cuánto tiempo faltaba y me sorprendí de que solo quedaran 10 minutos.

Las edificaciones de Francia se alzaban ante mis ojos. Había trenes y mansiones gigantescas. Podía ver las majestuosas catedrales que se alzaban hacia el cielo y los carruajes circulando con regularidad. Alcanzaba a escuchar los murmullos de todos aquellos moradores de esas tierras. Mi oído era excelente y muy fino para esas cosas. A veces resultaba muy útil. 

El barco bajo su velocidad y se apoyo contra el muelle. Cientos de personas estaban congregadas ahí, riendo o llorando, esperando recibir a sus amigos o familiares. Había familias, mujeres, hombres, todos desesperados por que el barco nos dejara en libertad.

Me dirigí a la salida, con mis pertenencias. La fila era larga, pero podía esperar. Después de todo no me esperaba nadie.

El capitán nos dio las gracias y posteriormente bajo la plancha para que todos saliéramos.

Fue un caos.

Todos se abalanzaron a abrazarse y gritarse. Lloraron por el recibimiento y muchas parejas se besaron. Estaba consciente de que quizá llevaban años sin verse, pero es que me era imposible comprender las emociones humanas. Eran demasiado fuertes, más fuertes que uno mismo.

Solo los observe en silencio mientras esquivaba toda esa masa de gente. Ojala no me golpearan, no quería iniciar otra escena.

-Aquí estas-escuche a alguien llamarme. 

NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora