Realidad.

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CAPITULO 30

ALEXANDRA

Al salir al jardín busque a Fedora.

El jardín era grande y extenso, me recordaba al jardín de la finca de los Albrooke, con sus patios llenos de nieve y hojas escarchadas. El de este palacio era más grande. Ni siquiera tenía cerco. Lleno de flores silvestres, con arboles grandes, altos, llenos de hojas perennes esperando que la primavera llegara algún día.

Estaba solitario. No había nadie ahí más que yo. Fruncí el ceño mientras buscaba por detrás de los árboles y arbustos, pero no había nadie.

Frustrada me senté detrás de los últimos arbustos que había buscado. Junte las rodillas a la altura de mi pecho y suspire en silencio. Así no era como la próxima guardiana de la vida debía de comportarse. Cuando Lisandro me conto la historia yo me imagine a una chica fuerte y valiente. Una guerrera, protectora de todas las almas vivientes de la humanidad. Alguien a quien admirar.

No a una chica, huyendo para esconderse ante el menos indicio de peligro.

Me eche el cabello para atrás y fruncí los labios. Debía de empezar a ser más valiente de una vez por todas. No había dejado a mi familia para nada.

Mi corazón se estrujo tan fuerte, que el dolor del recuerdo impidió que me levantara.

Entonces, algo increíble empezó a suceder.

Frente a mí, la imagen comenzó a difuminarse. Fue como si mi visión se distorsionara. Por un momento pensé que me estaba desmayando o estaba viviendo un episodio de verdadera locura. Pero después supe que era real. Que era real como la tierra desaparecía para dejar paso a un estanque de aguas tan azules como mis ojos y para que una mujer en cuclillas me viera confundida y con lastima.

Tenía el cabello café y los ojos marrones. Me recordaba vagamente a Robert y eso me costó otra respiración poco profunda, para evitar que el corazón me perforara el pecho.

Ella traía un vestido color rosa perla y zapatillas sin tacón color blanco. Era mayor que yo por al menos 5 años, pero su rostro reflejaba mucha sabiduría, como si sus ojos hubieran visto más mundo que cualquier otra persona.

-Bueno, no pareces sorprendida-murmuro en respuesta a mi mirada.

Negué con la cabeza.

-Estoy perdiendo esa capacidad.

-No la pierdas-respondió-es muy bonito sorprenderse. Ver las cosas que la vida tiene para mostrar. Nunca se es lo bastante sabio como para que la vida parezca predecible.

-¿Eres Fedora?

-¿Y tu Alexandra?

Asentí en respuesta, mientras me levantaba y caminaba temerosa hacia ella.

-¿Cómo paso esto?-pregunte acercándome y viendo el estanque de aguas tranquilas y en paz.

Fedora volteo a ver el estanque.

-Soy la guardiana del presente. Mi santuario es todo lo que ves, todo lo que sientes y todo lo que escuchas. Siempre permanezco en la distancia, en la oscuridad, siendo invisible para todos los demás. Observando.

-¿Solo observas?-pregunte mientras dudaba en sentarme a su lado.

-¿Solo?-Fedora sonrió-ojala mi trabajo fuera así de sencillo.

Me senté a su lado, para seguir escuchándola hablar. En toda mi estadía en el palacio, ella era la persona más sabia y controlada que me había encontrado. Parecía muy astuta.

-Lisandro me envió contigo.

-Lo sé-volteo a verme y alcance a ver una chispa de brillo en sus ojos-eres la chica que vio su reflejo romperse con Percival.

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