Sorpresa.

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CAPITULO 24

ZANDER

El aroma de las flores me golpeo como una bofetada.

Mi visión se fue aclarando conforme avanzaba. Me tenían sujeto por la espalda y no podía mover mis manos de las esposas que me habían amarrado. Me mordía los labios de la frustración y la furia que hacía que no me diera por vencido. Las esposas quemaban como brasas ardiendo, pero tenía que intentarlo.

Llegamos a una mansión. Grande y espaciosa, en realidad parecía una especie de castillo. Estaba pintada de un color café claro, o crema. Era tan alta, que las nubes se perdían en sus altas ventanas. La rodeaba un pasto verde y muy bien cortado. No veía ninguna casa, o ninguna otra persona aparte de nosotros tres. Las montañas se veían detrás, y no estaban muy lejos. Diría que a menos de 100 kilómetros.

Opal camino a unos cuantos metros de mí, dirigiéndome miradas de reojo. Veía en el temblor de sus manos que ya me temía. Medio sonreí, al menos tenía un poco de sentido común.

-No sabes con quien te estás metiendo-murmure mientras caminaba.

-Se perfectamente quien eres-me contesto el hombre-no hay nada que puedas hacer que yo no lo sepa.

Me di la vuelta y me prepare para darle una patada en el rostro. Sin embargo, el hombre ya lo había previsto, así que tenía sus manos en la posición exacta, donde golpearon mi pie y me tiraron al suelo.

Me levante rápidamente y camine alrededor, evaluando mis opciones. Podía intentar correr, pero no sabía hacia donde. Ni siquiera sabía dónde estaba. Y tenía la ligera sospecha de que este tipo tenía algunos poderes bajo la manga. Después de todo el me transporto a este lugar con magia, o al menos eso creía.

-Si te vas, te seguiré-murmuro como si leyera mis pensamientos-y créeme que puedo alcanzarte.

Entorne los ojos y pensé un poco más a fondo. Si estos sujetos querían secuestrarme, seguramente su destino era ese castillo. Quizá me pondrían en una celda o me encerrarían. Entonces me quitarían estas esposas y podría pensar en alguna otra manera de salir.

-Bien-me enderece sonriendo-soy su prisionero.

Opal suspiro aliviada pero el hombre volteo a verla.

-No te confíes.

Hice una mueca y volvieron a dirigirme a la entrada del castillo.  Las puertas se abrieron apenas Opal las toco y el tipo me sostuvo por los hombros. Sin embargo me soltó cuando observo que mi piel se desvanecía al contacto.

-¿Sorprendido?-me burle.

Me dirigió una mirada envenenada pero ya no me toco más.          

Por dentro el decorado era de lo más contemporáneo y francés. Lo reconocí por las veces que haba estado en Francia. Claro, horita estaría allá si Opal no me hubiera engañado. El vestíbulo estaba lleno de cuadros y obras de arte. Era tan grande y espacioso que la luz no alcanzaba a llegar a todos los lugares. Había un gran sillón color rojo sangre y un armario donde había copas y vino. Olía a viejo.

Me sentaron en el sillón y Opal se sentó en una silla de madera vieja, lejos de mi pero sin quitarme la mirada de encima.

-Quédate aquí-murmuro el hombre-regresare luego.

-Debes estar bromeando-respondí riéndome-¿esperas que me quede aquí y te obedezca?

-Intenta escapar-se encogió de hombros-me gustaría verte intentarlo.

-No me veras porque te irás-le respondí incorporándome.

-Ella se quedara-volteo a ver a Opal-pero no están solos.

Arquee una ceja.

Y el desapareció.

Camine como lobo enjaulado por la habitación. Golpee las paredes con mis muñecas y trate una y mil veces de sacármelas con mis brazos. Pero nada funcionaba. Sentía que mis manos se derretían y la daga en mi pantorrilla ardía con furia, con furia de que estuviera atrapado.

-Solo te haces más daño-musito Opal desde el rincón, viéndome preocupada.

-Claro-sonreí volteándola a ver-solo me hago daño, pero ¿Quién es la culpable de todo esto? ¿Quién me trajo aquí? ¿Quién me engaño?-me acerque a ella viéndola con todo el odio que era capaz de transmitir-fuiste tú.

Opal huyo, corriendo al otro lado del vestíbulo y con su arco y flecha apuntándome.

-No te acerques mas-murmuro con voz temblorosa.

-Te matare-rugí mientras me acercaba-te juro que cuando me quiten esto te matare. Con mis propias manos.

Opal siguió apuntándome, pero todo temor abandono sus rasgos. Observe como hundía los ojos y como su postura se enderezaba. Ya no parecía la niñita asustada que me estuvo siguiendo desde Londres. Parecía otra persona, como mi salvadora de la taberna de Kalem.

-Te salve la vida-hablo- te salve la vida en el infierno, ¿y así es como me lo pagas? ¿Qué no tienes…?-se detuvo a mitad de la pregunta.

-Dilo-musite en voz susurrante-¡Dilo!

Opal entorno los ojos y frunció sus labios.

-¡Dilo!-grite esta vez enojado- ¡Estabas equivocada! ¡ESTABAS EQUIVOCADA!-reí con verdadero jubilo-¡No tengo corazón!-abrí los ojos lo mas que pude y seguí riéndome- No tengo corazón y me raptaron por nada.

Entonces algo parecido a un soplo de aire fresco movió mis cabellos. Me voltee para ver y me quede tieso, como petrificado.

El hombre había vuelto, pero no estaba solo. Una joven de cabellos de oro y mirada triste cargaba su violín y una pintura con su brazo derecho. Lagrimas surcaban sus mejillas coloradas.

Ella volteo a verme.

Las voces abandonaron mi cabeza y me sentí expuesto. Sentí furia por verla otra vez, pero sentí otro sentimiento que no pude identificar. Se sentía como si la sangre me recorriera el sistema cargándolo de adrenalina y de un cosquilleo que hacía que mis ojos no dejaran de verla.

-Si lo tienes-susurro Opal a mis espaldas.

NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora