Castigo.

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CAPITULO 16

ZANDER

Fue rápido, pero sorprendentemente intenso.

Sentí una opresión en el pecho enorme. Como si alguien me sacara el aire de un golpe y mi visión se tornara borrosa. Me derrumbe en el suelo, vagamente consciente de los gritos ahogados de Opal, que me veía preocupada.

Nunca me había sentido así. Tan débil. No podía moverme, ni siquiera podía respirar. La cabeza empezó a darme vueltas y temí quedarme inconsciente. No sabía si volvería a despertar.

Entonces una luz se ilumino en mi cabeza.

Hace mucho tiempo me había sentido así. Jamás había llegado a este punto tan alarmante, pero estaba débil. Y yo nunca estoy débil. Solamente cuando no me alimento en mucho tiempo.

¿Pero cómo puedo estar así si acabo de alimentarme?

No tiene ningún sentido.

Reúno todas las fuerzas que me quedan y consigo profesar a duras penas las dos palabras más duras en toda mi existencia.

-Mi…mi caja-musito con la garganta seca y la visión nula.

Opal sigue mi mirada y toma mi caja negra del suelo. La extiende sobre mí y yo consigo abrirla por un gran milagro. Un alma sale y se dirige danzando lentamente hacia mis fosas nasales.

Sabe bien. Es dulce y delicada. Poco a poco mis extremidades van recuperando su movilidad y veo mejor. Mi cabeza se estabiliza y consigo levantarme.

-Zander-murmura Opal asustada, arrodillándose a mi lado-¿Qué te paso?

Pestañee para aclarar mi visión y respondí.

-No lo sé-voltee a verla-pero te aseguro que jamás me había pasado algo igual.

Opal extendió sus brazos para ayudarme a levantarme, pero no los acepte. No necesitaba ayuda.

-¿Te sientes bien? Puedo ayudar…

-Estoy bien-la interrumpí dirigiendo mi mirada a la puerta-tengo que…solamente tengo que salir de aquí.

En realidad, quería separarme de ella. Resultaba preocupante y empalagosa. Ni siquiera la conocía. Y resultaba humillante derrumbarme en el suelo, aun mas, derrumbarme frente a ella.

Cerré de un portazo y camine deprisa, tratando de perderla si quería seguirme. Todavía era temprano y había un poco de gente en el barco, tomando el sol o platicando. No me interesaba entablar conversación con ellos. Bueno, jamás me ha interesado.

Camino tratando de evitarlos. Tratando de despegarme de todo contacto humano. Una parte del barco está desierta y me dirijo hacia ella. Esquivo las cajas y las cuerdas viejas, llenas de ratas. Al final, llegue al otro lado de la embarcación. Por fortuna no veo a nadie desde aquí, solo estamos el mar y yo.

Me acerco al borde y extiendo mis manos en el barandal viendo a las olas correr. Si me aventara desde aquí, ¿me mataría?

La respuesta es clara. No, no lo haría.

Suspiro profundamente y aprieto el barandal con demasiada fuerza. El metal crujió con el esfuerzo, así que lo solté. Tome mi cabello y trate de jalarlo.

¡Maldición!

¿Por qué no dejo de pensar en ella? ¿Por qué Alexandra aparece siempre en mi cabeza?

Su alma me recuerda una de las voces.

Solo que tengo un raro presentimiento de que no es por eso.

Me siento mucho mejor tomando esa alma vieja, pero estoy totalmente desconcertado. No entiendo porque me paso eso y si me pasara otra vez.

¿Tendrá Alexandra algo que ver con eso? ¿Pensar en ella me consumirá demasiado rápido?

Porque si es así, debo darme por muerto.

-Estas enojado-murmura Opal desde alguna maldita parte del barco.

-Largo-le digo al límite de mis esfuerzos.

-No puedo irme-me responde con naturalidad.

-Nose que haces aquí-respondo entre dientes-nose porque me buscas, tampoco como sabes mi nombre. Pero no me importa. Quiero que te vayas.

-No puedo-contesta molesta-me iría si pudiera, créeme.

-Al menos déjame en paz-musito en voz baja.

Escucho el crujir de la madera, lo que me indica que Opal se está retirando.

Trago saliva y toco la daga con la punta de mis dedos. Muy pronto, estaré demasiado lejos de Londres. Alexandra estará a salvo y yo conseguiré olvidarla. Sera como si nada hubiera pasado. Mejor que el hechizo que mis hermanas intentaron hacer.

Nose si será el azul de sus ojos. El dorado de su cabello o el rosado de sus mejillas. La calidez con la cual ella mira todo lo que nos rodea o la gratitud que expresa por los demás. Tampoco sé porque su imagen vive a cada minuto en mi cabeza, pero reconozco el precio de todo. La satisfacción de un deseo a cambio de algo mucho más importante.

Ella misma.

Hice mi elección. Separarme de ella por su propia seguridad. ¿Fue lo correcto?

Mis manos frías se calientan por un sentimiento que ni yo mismo reconozco. Se siente muy bien, la sensación es…cálida.

Podría visualizarla ahora mismo. Ella, parada a mi lado. Me platicaría acerca de lo que piensa, de lo que siente y me haría preguntas. Trataría de intimidarla, pero ella continuaría, seria persistente. Ella no se da por vencida.

¿Por qué yo sí?

Por cobarde. Por no enfrentar algo que desconozco.

No, no es cobardía, es algo muy diferente.

Reprimo unas lágrimas que luchan por salir de la comisura de mis ojos. Estoy enojado, pero nose porque.

Estoy desesperado.

Saco mi daga de la funda y me veo reflejado en las esmeraldas incrustadas en su mango. Me veo muy mal. Me siento terrible. Creo que me siento peor que hace unas horas. Prefiero estar a punto de morir, que sentir esta agonía que me consume a cada maldito segundo que pasa.

La estoy dejando por su propio bien. Ella seguirá con su vida y yo seguiré con la mía. No nos volveremos a ver. Me cuesta creer que cumplir esta promesa que me hago a mi mismo sea tan complicado.

Escucho el movimiento del mar a mí alrededor y el bullicio apagado de las personas detrás de mí. Estoy solo y desesperado.

Desde el primer día no pude quitar mis ojos de ella. Ahora no puedo sacarla de mi mente.

¿Qué me está pasando?

NightmareDonde viven las historias. Descúbrelo ahora