La guerra seria en poco tiempo.
¿Qué cómo lo supimos? No había que ser un científico para deducirlo. Se sentía en el ambiente.
Lisandro me había dejado salir del castillo, había estado entrenando duro estos últimos días. Me sentía confiada en que si Zander y yo llegáramos a enfrentarnos podría resistir, y en un determinado caso, podría ganarle.
Me sentía capaz físicamente de hacerlo, ¿pero mentalmente? Eso era algo muy diferente.
Vice había predicho la fecha de la guerra con un poco más de exactitud hacia un par de días.
-El día de la luna roja, el poder del infierno se alzara en contra de las fuerzas celestiales. La luna será su bandera y su furia será su escudo.
El día de la luna roja, no teníamos ni idea de cuando seria, pero Catriel nos había dicho, que la esperáramos en los próximos 13 días. Solamente 13 días para hacer las últimas cosas que quisiéramos realizar antes de partir a una batalla que podía no traernos de regreso.
Decidí partir hacia Londres.
Había una clara diferencia entre la Alexandra de hace dos meses y la Alexandra que ahora estaba conmigo. La Alexandra de hace dos meses jamás, ni en un millón de años, se creería capaz de regresar a ver a su familia y no sentir dolor alguno. Preferiría llorar por ellos en Alemania, que llorar con ellos en Londres.
Sin embargo, había experimentado el dolor, un dolor palpitante que aún no había cicatrizado. Quizá, distraerme con otro dolor no era la mejor idea, en realidad era una pésima idea. Pero necesitaba verlos, necesitaba protegerlos. Sabía que ellos no me conocían, sabía que no me querían, pero también sabía que yo lo hacía y eso era suficiente para mí.
El viaje duro varios días. El ambiente estaba tenso, como una cuerda estirada fuertemente. Los viajeros tenían su cicatriz de medialuna y la pupila de sus ojos estaba demasiado pequeña. A veces tenían arranques de cólera que desaparecían con la misma velocidad que llegaron, hablaban solos y se reían como psicópatas. Trate de ayudarlos, pero eran muy agresivos. No sabía cómo el capitán del barco se las arregló para llevarnos sanos y salvos a Londres.
Llegamos a la semana.
Londres me recibió con una bienvenida muy deprimente. Estaba nublado y llovía-como de costumbre-por lo que no tarde en mojarme toda, sin embargo no me importo lo más mínimo. Las personas se refugiaron en la estación y yo me quede parada, sola, admirando mi ciudad natal, mi Londres.
Miles de recuerdos inundaron mi mente y no supe si estaba llorando, o solamente confundía las gotas de lluvia con mis propias lágrimas. No sentí mi corazón desmoronarse quizá porque ya estaba deshecho. Bueno, era una de las ventajas del corazón roto.
Me fui a refugiar en la estación principalmente para no llamar la atención, mojarme no me importaba lo más mínimo. Mientras caminaba con la cabeza baja, pude vislumbrar las pupilas casi negras de todos los londinenses y su jadeo frenético, casi animal que despedían sin darse cuenta.
Los demonios circulaban libremente alrededor de los humanos sin que ellos pudieran verlos. Lisandro ya me había advertido de ello pero seguía siendo increíble verlos. En la estación había una gran cantidad de demonios y me sentía tan impotente, porque no podía hacer nada para desterrarlos.
No les temía. Lisandro me dijo que mi brillo bastaba para hacerlos retroceder. Los demonios se dieron cuenta que podía verlos y percibieron quien era. La hija de la luz. Me recorrían con la mirada y algunos trataban de acercarme a mí. Yo seguía caminando, tratando de atraerlos hacia mí para que dejaran a toda esta gente inocente.
ESTÁS LEYENDO
Nightmare
FantasyHace mucho tiempo, dos grandes deidades nacieron. Una guardiana de la vida y un guardián de la muerte. Ambos vivos en cuerpos mortales, sin conocimiento de quienes eran, ni de donde vinieron. El destino ya estaba escrito. Jamás se encontrarían en su...