Ángel.

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CAPITULO 48

ALEXANDRA

Las notas del violín salían más agudas y fuertes que de costumbre. Sostenía el violín con mucha fuerza y trataba de recordarme que debía manejarlo con suavidad, no con coraje.

Algunos guardianes habíamos viajado al pueblo de Berlín para checar el avance de los demonios. Fedora nos decía continuamente que ella veía como en distintas partes del mundo, la gente se inquietaba por unos lunares en forma de media luna que comenzaban a aparecerles. Algunos decían que era cuestión de evolución y otros lo relacionaban con la magia negra o el inicio del fin.

Yo me quede en el centro de la pequeña población, tocando mi violín como en los viejos tiempos en Londres. Tocaba cualquier melodía calmada que se me venía a la cabeza, no estaba poniendo mucha atención. Más bien, observaba con atención a las personas que se acercaban a observarme y localizaba rápidamente sus marcas.

Las personas se acercaban a verme, y me sonreían con verdadera alegría. Muchas con el ceño fruncido, esbozaban una sonrisa al verme y me alegre mucho de poder ayudarlos. Si los guardianes tenían razón, estaba ganando poder, y si podía ayudar mucho mejor.

En el lugar donde estaba parada, la nieve comenzó a derretirse y me aterre un poco por la idea de que la gente se diera cuenta, así que empecé a bailar, salte, hice algunas piruetas y seguí tocando el violín lo mejor que podía. Cada paso que daba, la nieve se deshacía y de ella crecían hermosas flores de los colores del arcoíris.

Las personas ignoraban lo que estaba pasando y yo me estaba asustando. Comenzaban a aplaudirme y los niños pequeños comenzaban a bailar. Decidí quedarme en un lugar fijo, atenta a ver qué pasaba y la nieve dejo paso a la primavera. Los pajarillos despertaron de su sueño invernal y salieron a saludarme. Todas las nubes se disiparon y el sol alumbro con fuerza.

Cerré los ojos y forcé a que mi corazón se calmara. Mi respiración poco a poco se fue acompasando y sentía como cada una de las terminaciones nerviosas de mi cuerpo se desactivaba. Gracias al cielo, las personas eran ciegas a mi resplandor blanco, que en este momento brillaba con potencia. Me concentre en calmarme y poco a poco, ese brillo de fue atenuando. La nieve volvió a cubrir los pasos que había dado y todo poco a poco volvió a su normalidad.

Entrecerré los ojos y vi como la media luna iba apareciendo en el costado de la frente de todas las personas que me rodeaban, pero por lo pronto, sus ojos estaban normales.

Lisandro y Opal me hicieron señales de que era hora de irnos. Deje de tocar mi canción e hice una leve reverencia. Todos me aplaudieron y después camine para alejarme de la muchedumbre.

-Señorita-una voz me detuvo.

Me volví y observe a un pequeño de rostro precioso. Tendría unos 3 años cuando mucho, pero poseía unos extravagantes ojos azul hielo y un cabello café almendrado. Me veía con pesar y me acerque para verlo mejor.

-¿Si?

-¿Usted es un ángel?

Me quede con el aliento atascado en mi garganta y me arrodille a la altura del niño.

-¿Por qué lo dices?

-La veo brillar.

Hice una mueca y toque su corazón con mucho cuidado.

-No soy un ángel-un resplandor comenzó a salir de mi mano e ilumino el pecho del pequeño, que me veía asombrado-pero tengo ciertos poderes que pueden protegerte.

La media luna que tenía tatuada poco a poco comenzó a desvanecerse y cerré los ojos, concentrándome en poner todo mi poder en este niño de alma pura y corazón inocente. Exhale mi último aliento y retire la mano.

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