Transcurridas dos semanas desde la vuelta a Hogwarts, parecía que todo iba recuperando un velo de normalidad. Mis compañeros habían terminado por asumir la presencia de los vampiros entre ellos, supongo que el que cuatro fuesen alumnos igual que ellos les hacía sentir mejor. Los profesores también se habían acostumbrado a tenerlos rondando por sus clases y los pasillos, muchos se llevaban bien con algunos en particular. Probablemente influyese mucho en esta aceptación el comportamiento que demostraron durante los funerales de los que fallecieron durante el ataque al tren.
Cuando llegaron el padre de Luna y la abuela de Neville, el primero en desear acercarse a ellos fue Anthony. Con una sensibilidad nada habitual en él, les explicó cómo habían sido sus últimas semanas entre los vivos. Aceptaron incluso que él fuese quien oficiase la ceremonia en la que les dimos el último adiós a esa curiosa pareja. Nadie quedó decepcionado del modo en que él trató a los dos chavales, a quienes había tomado tanto aprecio. Sus cuerpos descansaban unidos por las manos en una gran pira, entrelazadas por la cinta que los había casado y con los anillos de hierro que habían intercambiado. Estaban vestidos con túnicas de lino blanco y cubiertos de flores.
El funeral fue el último de aquel sábado sombrío en el que todos se habían despedido de un amigo. Ese día nos dimos cuenta de la magnitud de las pérdidas de la batalla. Wayne Hopkins de Hufflepuff fue uno de los primeros en recibir el adiós de sus compañeros en una simple ceremonia ya que sus padres deseaban organizar un funeral en su casa, con todos los familiares. La profesora Sprout fue quien organizó el sencillo evento en el invernadero número uno, donde estaban las plantas menos peligrosas.
Después le siguieron los funerales por los muchachos de primero en el Gran Comedor. Cinco féretros descansaban cubiertos con las banderas de las casas a las que habían pertenecido por poco tiempo. Dos de ellos mostraban el azul y bronce de los Ravenclaw, otros dos el amarillo y negro de los Hufflepuff, sólo uno con el rojo y dorado de los Gryffindor. Ningún Slytherin. Aunque no debería de extrañarme, sólo Pansy y Blaise habían tenido las suficientes agallas como para enfrentarse a los brujah con sus varitas y los de mi casa se caracterizaban por esconderse como serpientes en sus agujeros.
Evidentemente todos estaban sorprendidos por la vileza y crueldad de este nuevo enemigo que les amenazaba. No les importaba si acababan con niños o con adolescentes. Los pocos que habían mantenido los ojos abiertos, nos miraban a nosotros, los vampiros, como si fuésemos ese mismo enemigo. Vi sus manos cerrarse en puños con sus varitas, mientras sus ojos se estrechaban. Nada les importaba el aspecto compungido de Lara con sobrio vestido negro, o la actitud respetuosa de Isabel, también con una túnica negra que le llegaba a los pies. Los padres de las víctimas, sobre todo, eran los que menos eran capaces de apartar sus miradas de nosotros. Pero el odio se concentraba en mí. Yo era el causante de todas sus penurias, ya que era a quien buscaban aquella noche.
Julia asistió a Tony durante el funeral de Luna y Neville. La anciana Longbottom y el pobre señor Lovegood se situaron a ambos lados de la pira con sendas antorchas durante la letanía de Anthony. La lengua de los druidas, que durante muchos siglos no había sido pronunciada en alto sobre estas tierras, se extendió con fuerza envolviéndonos a todos en el solemne ritual. Con una señal les indicó que acercaran las antorchas a la pira funeraria. El fuego comenzó lentamente a lamer el aceite que previamente había derramado, envolviéndolos con su fulgor. El aire se llenó con el aroma del sándalo y las distintas maderas aromatizadas que Julia había dispuesto entre las ramas secas. Presenciamos en silencio cómo se alzaba el fuego hacia la oscura noche, consumiendo los cuerpos de aquellos que nos habían sido tan queridos. Seguro que a Luna le habría encantado poder presenciarlo.
La mayor sorpresa nos la concedió Julia. El velo se abrió en medio de las llamas, dejando que saliesen por unos instantes los jóvenes recién casados. Luna miró a su padre con una sonrisa de las suyas, llevaba puesta su corona de flores de novia. Como espectros que eran y a causa del tiempo limitado que Julia podía concederles, no se demoraron en largas despedidas. Cogidos de la mano bajaron de la pira con gracilidad, se acercaron así unidos a sus dos parientes aún vivos y, con el susurrar de los muertos les aseguraron que no debían temer por ellos pues estaban juntos aún en la muerte. Antes de desaparecer nuevamente en medio del humo, se giraron a todos los presentes y nos regalaron una sonrisa que acarició nuestros corazones.

ESTÁS LEYENDO
Entre las sombras
RomanceDraco sufre un grave accidente y su única manera de salvarse es convertirse en un vampiro, de todos modos desea regresar a Hogwarts y terminar su último curso... pero lo va a tener muy difícil.