38. Quidditch II

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¡Maldito Sabbat!

Sabía que algo terminaría pasando cuando me encontré con Tony antes de entrar en el campo con el equipo de Slytherin. Algo que requería que tuviese mi hacha y una espada bajo mi asiento, igual que Lucian y Lara tenían sus armas, Isabel llevaba las habituales y más esperaban bajo su trasero. Estaba claro que el maldito druida había previsto esto y lo había preparado todo antes de que llegasen los alumnos y le fuese imposible dejar las armas en su sitio.

Cuando escuché la detonación del arma de fuego y vi caer el cuerpo de Cho desde el cielo sólo me preocupó una cosa, la seguridad de Hermione. Pero Lameth estaba tras nosotros e inmediatamente la tomó por los hombros y me señaló a la horda de vampiros que estaba entrando al campo. Ginebra se situó frente a Hermione con una daga en su mano, no quiero saber de dónde la ha sacado, pero el escudo de armas de Lucian en la empuñadura deja claro quién se la ha dado.

- ¡A por ellos, tigre! – Me animó Hermione besándome con fuerza mientras sacaba su varita. – Yo te cubro las espaldas. – Guiñándome un ojo.

Tony seguía comentando la batalla como si fuese parte del partido. Reconozco que casi me mata con sus comparaciones por momentos, pero ahora sólo conseguía que mi sangre ardiese en mis venas, deseaba acabar con esa escoria que acababa de internarse en mi territorio. Descuartizarlos sería poco, viviseccionarlos sería demasiado lento, pero el acero clamaba por su sangre. Seguí a mis sires y salté la grada con agilidad, sin hacer caso de las expresiones de horror de los Gryffindor. En cuanto mis pies tocaron la hierba, me topé de frente con un gangrel que rugió y se agachó para saltar a por mí, lo recibí con una amplia sonrisa, mostrándole mis colmillos. Impulsó su cuerpo con fuerza para intentar tumbarme, sus afiladas y temibles garras en busca de mi garganta y mi pecho, pero mi hacha voló igualmente y se hundió en su cabeza, avancé con calma para recuperarla cuando cayó al suelo. De un rápido y limpio movimiento la liberé de su cráneo mientras cercenaba su cuello.

Dos Panders se lanzaron entonces contra mí. Flexioné una de las rodillas y volví a lanzar el hacha contra uno de ellos mientras dejaba que el otro se empalase contra mi espada. Giré la muñeca para ver cómo se retorcía de dolor al sentir la hoja rasgar su muerto interior. Continué desgarrando su cuerpo con un simple movimiento de la mano, su compañero aún intentaba avanzar a pesar de tener el hacha clavada en sus hombros, estaba claro que actuaban bajo la furia carmesí del frenesí. Consideré que era un buen momento para probar algunos movimientos nuevos con la espada, aquellos que Lucian siempre ejecutaba cuando luchaba contra mí en los entrenamientos. La hoja siguió el camino que mi mente trazó a una velocidad asombrosa, pronto los pedazos del brujah rebelde cayeron ante mis pies. Justo a tiempo para tomar el mango del hacha con la izquierda y cortar el tronco de su compañero con un giro perfecto y limpio.

Durante un  segundo pude ver lo que ocurría a mi alrededor. Lucian estaba en ese momento batallando con los dos Ventrues que guiaban aquel grupo de ataque en particular, se notaba que disfrutaba de lo lindo al enfrentarse a los únicos que podrían durarle un poco más de cinco minutos. Lara saltaba en ese momento sobre los restos de otro gangrel reducido a una masa ensangrentada a causa de sus espadas. Por una milésima de segundo pude ver la forma que Ennoia había adoptado, parpadeé perplejo porque, a pesar de conocer el gran poder de transformación de la antigua gangrel, no podía creer lo que mis ojos me mostraron en ese lapso en que se detuvo. No había duda de que era ella la única que sería capaz de adoptar una forma tan inusual y mortífera, supongo que sus descendientes que habían tenido acceso a la educación moderna de los muggles estaban igual de sorprendidos. No todos los días te encuentras con una criatura del pasado como esa. ¡Por Caín, era un maldito velocirraptor!

No pude entretenerme mucho más, en ese momento entraron más panders al campo, pude divisar al lasombra que los lideraba al fondo. Iba a dejarle claro a mi compañero de clan que se había metido con los vampiros equivocados aquella noche. Avancé de manera decidida hacia él, repartiendo a diestra y siniestra estocadas y golpes con mis armas, ajeno a los intentos de reducirme de la simple carne de cañón que eran los brujahs. Sabía que mi piel tenía la consistencia de la piedra ante sus vanos intentos de atravesarla con dagas, balas o estacas. Pero sus cuerpos se deshacían como la mantequilla a medida que mi hacha los hendía o mi espada los atravesaba.

Entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora