34. Juego II

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Ya había iniciado la apuesta. La discusión que tuvimos en medio del comedor era el punto de partida, ya que así rompíamos delante de todo el mundo, de esa manera no teníamos que tener ningún inconveniente al mostrar interés por otras personas. Sin embargo, a pesar de que acabábamos de pasar todo el fin de semana haciendo el amor, o precisamente por eso, no era capaz de pensar en otra cosa que en tomar a Hermione de la mano y llevármela de nuevo a la torre. Su rostro encendido por la ira era una fiel réplica de su cara congestionada por el placer y, por mucho que habíamos intentado imitar el rencor existente entre nosotros antes de que fuésemos pareja, no dejaba de pensar que, ya entonces, estaba loco por ella. Ahora comprendía exactamente cual era ese sentimiento que me envolvía cada vez que teníamos un enfrentamiento verbal. No era odio, ni desprecio, sino que era el deseo de ver aquella faz contraída por algún tipo de sentimiento que hubiese provocado yo.

Cuando volví a la mesa con Blaise, que también había fingido su ruptura con Isabel, me senté al lado de Daphne, como si no me diese cuenta de dónde me sentaba al estar tan enfadado con mi “ex”. Percibí cómo intentaba contener ese estremecimiento que siempre provocaba en los que no estaban acostumbrados a mi presencia, por eso la miré con una sonrisa ligera, como si me estuviese disculpando por molestarla. Ella apenas me dedicó una rápida mirada, aunque no se me escapó el interés que intentaba ocultar.

- Siento mucho la escena. – Me disculpé directamente.

- Tranquilo, siempre ha sido un poco… ¿temperamental?  - Me correspondió con una sonrisa educada.

- Podemos decir que es algo… tempestuosa. – Me reí. – Al menos ahora no tengo que soportar a esos estúpidos Gryffindor.

- ¿Es cierto entonces que has estado en su torre? – Preguntó, mostrando ya su curiosidad sin tapujos.

- Sí, era mucho más cómodo quedarme allí en lugar de tener que volver a mi cámara. – Reconocí, no era del todo mentira. Todos sabemos que el mejor método de mentir es dejando que una parte de la mentira sea cierta. – La verdad es que con tanta ventana soleada echaba de menos la penumbra de nuestra sala. – Se apoyó en un brazo para atender a todo lo que le contaba, por eso continué con mi descripción de la sala común de los leones.

Tuve que hacer un esfuerzo hercúleo para contenerme y no saltar sobre Hermione cuando vi el numerito que Julia estaba montando con el plátano. Sé perfectamente lo que puede llegar a hacer con sus labios, su lengua y sus dientes en una parte similar de mi anatomía, por lo que me concentré todo lo que pude en los ojos de Daphne y no permití que la sangre afluyese a ese punto preciso de mi cuerpo. Ahora que, las reacciones de mis compañeros fueron absolutamente ridículas. Blaise intentaba aparentar que estaba desolado y se centró en su plato, aunque probablemente estaba maldiciendo a la Giovanni mentalmente. Crabe y Goyle la miraban boquiabiertos, no creo que pensasen que la comida pudiese tener ese tipo de connotaciones. Theodore estaba al lado de Julia, por lo que la miraba extasiado, si la capadocio quisiese, se tiraría a sus pies tras esa demostración.

Me aproveché del afán de cotilleo de Daphne y fuimos juntos hasta la siguiente clase, permitiendo que me tirase de la lengua acerca de un sinfín de cosas sobre las que sentía curiosidad. Le regalé varias sonrisas encantadoras e incluso le ayudé con los libros, llevaba casi tantos como Hermione y sabía que su zurrón le pesaría tanto como a mi novia. Por momentos me sentía como cuando estaba comenzando mi relación con ella. Daphne era un poco más reservada, algo más tímida y no tan arrojada como ella, todo eso lo suplía o enmascaraba con lo que creía que era una frialdad distante, pero sus ojos se iluminaban cada vez que respondía a sus preguntas. Tampoco me pasó desapercibido un ligero incremento de su ritmo cardíaco cuando le sonreía o la esperaba al salir de un aula.

Entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora