27. Despedida II

809 36 0
                                    

Aquella mañana fue Hermione quien me despertó. Me resultó algo increíblemente maravilloso que, la primera sensación que entrase en mi mente consciente, fuese su contacto. La caricia de sus labios sobre los míos era casi imperceptible, parecía estar besándome con un cuidado extremo, mas su cálido aliento contra mi fría piel lo convertía en una de las caricias más excitantes que jamás hubiese sentido. Lentamente fue atreviéndose un poco más y pronto mi boca se abrió para recibirla, sin poder soportar por más tiempo aquella tortura tan sutil. Mis brazos la rodearon y acercaron contra mí, para que el resto de mi cuerpo pudiese apreciarla por completo.

- Buenos días, cariño. – Susurró contra mis labios. - ¿Has dormido bien? – Sonriéndose.

- Buenos días, hechicera. – Besando la comisura de su sonrisa. - ¿Cómo puedo dormir mal si estoy a tu lado? – Acariciando su cuello con mi mano, notando el latir de su corazón en mis dedos. - ¿A qué se debe este curioso despertar? Pensé que te daba miedo verme dormir. – Siguiendo con mis labios el camino de mis dedos.

- Decidí superar un miedo estúpido… - suspirando ante mi contacto – Sé que no me harás daño, por lo que decidí ponerlo a prueba. ¿Te diste cuenta de que era yo?

- Por supuesto. Tu corazón late a un ritmo particular, tu aroma es inconfundible para mí, incluso tu tacto es distintivo de ti misma. – Sonreí – Toda tú me decía que no eras un peligro, además… si quisieses matarme no lo harías a besos, ¿no?

- No sé, sería una curiosa manera de hacerlo, ¿no crees? – Se sonrió con picardía.

- Pues entonces necesitas practicar mucho más, cariño. – Besándola a mi vez. – Me ofrezco voluntario para hacer de muñeco de pruebas.

---------------------------------------------

Como cada día, bajamos para reunirnos con todos los demás en la cocina. Lameth ya tenía preparada la copa con la poción para Hermione y se la tomó antes incluso que el café. Luego me di cuenta de que había sido una buena idea, porque tuvimos un desayuno ligeramente accidentado a causa de Blaise. En cuanto vio bajar a Pansy tan temprano con una amplia sonrisa en su rostro, de inmediato empezó a ensombrecerse su rostro. No cejó en su empeño de saber lo que había hecho nuestra amiga durante toda la tarde y parte de la noche del día anterior. Tony no encontró ningún inconveniente en decírselo nada más sentarse con su café a la mesa.

Blaise estalló como nunca lo había hecho hasta entonces, Isabel casi no logra contenerlo de lo rápida que fue su reacción. Quería matar a Tony por haberse llevado a Pansy de “juerga” a matar vampiros. Sé lo mucho que ha de dolerle a Blaise el ver a Pansy en ese estado, es el mismo que tenía por las mañanas cuando convivíamos en el cuartel general de Voldemort, ese semblante de perfecta felicidad tras haber cometido un asesinato o haber atraído a un nuevo adepto a la causa del señor oscuro. Mientras yo me hundía en la miseria y dejaba que mis propios demonios me consumiesen con cada una de mis conquistas, Pansy relucía de satisfacción.

Saber que, todos nuestros esfuerzos porque Pansy tuviese una vida normal, habían sido en vano, le volvió loco de dolor. Hermione intentó hacerle entrar en razón, igual que Isabel, pero sé que Blaise está viendo lo mismo que yo, una máscara de felicidad sobre un alma atormentada y dolorida que sangra con cada una de las muertes causadas, con cada una de sus conquistas, pues en el fondo ella no es así. Los dos conocemos a la verdadera Pans, la dulce y frágil, la que se acurrucaba contra nosotros para poder dormir una noche entera, que se refugiaba en nuestros brazos cuando alguien se metía con ella. Esta Pansy, dura y despiadada, no es la de verdad, pero desgraciadamente forma parte de ella y tenemos que aceptarlo.

Entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora