09. Mentiras

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La sonrisa de Hermione cuando vio su cama completamente cubierta de flores no me dejó ninguna duda al respecto de los sentimientos que me profesaba. Me abrazó y besó con energías renovadas e incluso consiguió contagiarme algo de su entusiasmo, reía como una niña pequeña en la mañana de Navidad, pero sus reacciones no eran en absoluto las de una niña cuando comenzó a desnudarme, definitivamente he creado un monstruo… No teníamos suficiente tiempo, era lunes y teníamos que ir a clase, pero la cogí en brazos y la metí en la ducha, al menos así acortaríamos algo de tiempo.

En cuanto estuvo bajo el agua dejó de reírse y se concentró en besarme, me empujó contra la pared y una sonrisa pícara iluminó su rostro mientras descendía con sus besos por mi pecho, sus manos acariciaron mi abdomen y mi cintura mientras seguía descendiendo cada vez más, no me esperaba que ella tomase la iniciativa de un modo tan… agradable. Me rodeó con sus labios y asió mis nalgas con fuerza mientras sentía cómo me engullía con hambre, no pude soportarlo mucho más, no había tiempo para que pudiese disfrutar de aquellas atenciones que ella me estaba prodigando y deseaba que fuese ella la que gritase, no yo. La aparté intentando controlarme al máximo y no hacerle daño, pero puede que no fuese suficiente pues oí un ligero gemido que no era precisamente de placer, mas no podía detenerme en ese momento.  La alcé con rapidez y de inmediato estaba besándola con fuerza mientras me hundía en su interior, de todas las veces en que habíamos hecho el amor, esa quizás era la única en la que había estado a punto de perder el control, sé que le hice daño, sé que no fui capaz de controlar parte de mi fuerza pero ella no volvió a quejarse, sino todo lo contrario sus gritos eran únicamente de placer…

- Muérdeme… - gimió en mi oído – Muérdeme, Draco…

- No… - dije apretando los dientes y conteniendo mis colmillos con toda la fuerza de voluntad que era capaz de arañar en un momento así, pidiéndomelo así.

- Por favor… - jadeó.

Eso ya es pedirme demasiado autocontrol. Mis colmillos salieron y se clavaron en uno de sus pechos, la sangre manó en mi boca con la fuerza de sus latidos… Esa mañana me estaba costando demasiado mantener la concentración y recordar que iba a fingir que la amaba, tomé más de lo debido de ella y tras lamer sus heridas tomé posesión de su boca, no me di cuenta de que era la primera vez que ella iba a probar de verdad su propia sangre, pero para mí aquello fue el mejor momento de toda la semana… enamorada de mí, abierta a mí, entregada a mí, llena de mí en todos los aspectos… era total e irremediablemente mía y aquello me llenaba de una satisfacción que me embargaba de un modo absoluto.

El agua lavó la sangre que corría por sus labios, abrí los ojos y la encontré mirándome de nuevo con esa ternura que había descubierto en ella… eso sirvió para calmarme, reduje la fuerza con que la tenía aprisionada y mis manos volvieron a recorrerla con lentitud, mis besos se hicieron menos intensos y más relajados. Ella asió mi cabello y apartó mi cabello con toda la fuerza que era capaz de reunir para mirarme con una ceja enarcada antes de tomar mi boca con la misma fuerza que al principio… con que no le importaba que fuese un poco menos cuidadoso, no me importaba en absoluto cumplir sus deseos… es más, sería un verdadero placer.

En cuanto comencé de nuevo a tratarla con un poco menos de delicadeza sus gritos se hicieron aún más estentóreos y agradecí todos los hechizos insonorizantes que había puesto en la habitación porque no tenía ningún deseo de acallarlos sino que me recreé en ellos hasta que no podía prolongar por más tiempo nuestra ducha.

Salí del baño con una sonrisa mientras ella terminaba de secarse, contuve un gruñido al encontrarme con Potter y Ginebra esperando horrorizados en la habitación y visiblemente azorados. Los hechizos impedían que alguien escuchase desde fuera lo que ocurría dentro pero no servían de nada si alguien entraba… Es que estos malditos Gryffindor no se iban a enterar nunca de que no es recomendable entrar en un cuarto sin permiso.

Entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora