Tomé su mano con cuidado y volvimos al castillo, tenía que insistir en que comiese, no sabía si había tenido la precaución de hacerlo al mediodía y aunque no había tomado demasiada sangre de ella la noche anterior de todos modos su cuerpo notaría la falta y no quería que se pusiese anémica por mi culpa. Una vez en el vestíbulo la obligué a detenerse para recomendarle que se centrase en alimentos ricos en hierro y proteínas, pero ella tuvo otra idea mucho más agradable. Se puso de puntillas para rodear mi cuello con sus brazos y besarme de nuevo ahora que estábamos más tranquilos.
- Eres adictivo… - susurró en mis labios.
- Podría decirte lo mismo por diversas razones… - sonreí. – Tienes que ir a cenar, no quiero que te pongas enferma por mi culpa.
- Creo que estoy muy sana, gracias. – Girándose para acercarse a las grandes puertas con falsa indignación.
- Sé que lo estás, pero si me vas a permitir que lo repita, tendrás que alimentarte bien para no tener una anemia – susurré en su oído antes de acariciar con mi lengua su cuello.
- ¡Aléjese de ella! – Bramó la voz de Snape a mi espalda.
- ¡Mierda! – Exclamé por lo bajo. Me separé de Hermione y ella se volvió para ver qué ocurría, sus ojos se entrecerraron ligeramente al ver aparecer a Severus. – Tranquila, ve a cenar… no pasa nada.
- ¿Qué demonios se cree que está haciendo Malfoy? – Protestó Severus una vez llegó a nuestra altura.
- ¡Déjelo en paz, no me ha hecho nada que no quisiese que hiciera! – Protestó Hermione, era mucho pedir que se quedase callada, puse los ojos en blanco esperando la retahíla de despropósitos que iba a soltar Severus.
- Sea un poco más respetuosa, señorita Granger, está hablando con un profesor. – Le protestó. – Lo que tenga que decirle al señor Malfoy no es de su incumbencia.
- Se vuelve de mi incumbencia cuando usted lo primero que hace es decirle que se aleje de mí. – Remarcó ella.
- Debería agradecérmelo. Pero usted no sabe de lo que estoy hablando por lo que disculparé su comportamiento esta vez. Señor Malfoy, acompáñeme a mi despacho…
- No le agradezco nada porque no tengo nada que agradecerle, Profesor Snape, igualmente usted no tiene nada que recriminarle a mi novio. - ¿Novio? – Las normas del colegio no impiden que los alumnos se profesen muestras de afecto en los pasillos o en los terrenos, sólo aquellas que puedan llegar a ser impúdicas y no es por nada pero un simple lametón en el cuello no es exactamente impúdico. – Bueno… algunos podrían pensar que lo es… aunque mi mente se encuentra demasiado ocupada en procesar la palabra “novio”.
- He dicho que me acompañe a mi despacho, señor Malfoy. – Dijo Severus entre dientes – Luego me ocuparé de revisar algunas normas y hacerle algunos comentarios al director y a la jefa de su casa, señorita Granger –Perfecto, ahora iba a ser más complejo encontrarme con Hermione a solas.
- Déjalo, Hermione. – Dije tranquilo y resignado – Ve a cenar, me reuniré contigo en cuanto pueda. – Besando su mano aún asida a la mía como despedida antes de seguir a Severus por el corredor que nos llevaría hasta su mazmorra. Entró con rabia contenida y se situó tras su mesa, quizás como medida de intimidación, ahora hace falta algo más que una mesa para intimidarme. Yo me apoyé contra el marco de la puerta con los brazos cruzados, esperando la diatriba.
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Entre las sombras
RomanceDraco sufre un grave accidente y su única manera de salvarse es convertirse en un vampiro, de todos modos desea regresar a Hogwarts y terminar su último curso... pero lo va a tener muy difícil.