11. Sentimientos

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Por suerte apenas teníamos clases los viernes, en cuanto Hermione salió de Aritmancia nos encaminamos hacia los terrenos, a plena luz del día y con el sol en lo más alto. Me estaba costando un esfuerzo hercúleo el no salir corriendo para esconderme en mi cámara y descansar, pero Lucian no aceptaría que me comportase de ese modo. Tenía que soportar el sol, perderle el miedo o respeto que cada una de mis células vampíricas le tenían y fortalecerme.

Hermione me miraba más preocupada a cada paso que dábamos, supongo que parte de mi incomodidad se traslucía en mi rostro, por lo que decidí regalarle una sonrisa lo más relajada que pude para que se tranquilizase. Mas no pude evitar que mis pies se paralizasen en el momento en que íbamos a cruzar las puertas, el sol parecía estar mirándome como si esperase que me convirtiese en una tea ardiente, percibí la mano de Hermione estrechando la mía, no sabía a qué se debía el que yo quisiese salir a esas horas del castillo, pero con ese gesto quería darme todo su apoyo.

¿Cómo es capaz de hacerlo? Anoche estuve a punto de matarla y sin embargo sigue preocupándose por mi bienestar, por mis emociones, por mis estados de ánimo… y no precisamente los que me pueden llevar a terminar su vida de manera precipitada sino aquellos que me afectan únicamente a mí. En sus ojos sólo puedo ver ternura y cariño, valentía y apoyo, comprensión y paciencia. ¿Por qué le hago esto? ¿Por qué la torturo sin necesidad? ¿No sería más fácil para ella que la dejase ahora mismo? Pero no puedo. Con cada latido de su corazón me dice que me ama, que es mía… y soy una criatura totalmente egoísta. No quiero dejar de oírlo.

Logré avanzar al fin y nos reunimos con mi sire en medio del campo de Quidditch. Isabel estaba sentada en una de las gradas, ni siquiera ella iba a librarse de soportar las excentricidades de Lucian. En cuanto entramos en el campo noté que Hermione se ponía un poco nerviosa, quise creer que era porque estaba lejos de la seguridad del castillo con tres vampiros que podían matarla… pero no puedo engañarme a mí mismo de esa manera, sé que no tenía nada que ver con eso.

- Hermione, tengo el placer de presentarte a mi sire, Lucian De Veraux. – Dije cuando llegamos a su altura.

- Es un verdadero honor conocerla, madeimoselle. – Correspondió Lucian tomando su mano para besarla.

Sé que no va a hacerle daño, quizás él de los tres sea el único que puede llegar a ser inofensivo para ella, pero no pude contener el gruñido que subió por mi garganta. El maldito sol me hacía olvidar todo, me obligaba a reaccionar ante cualquier gesto hacia aquello que era de mi propiedad. Hermione retiró la mano con rapidez y me miró con mayor preocupación todavía, Lucian tuvo el detalle de retroceder un paso mientras se sonreía.

- No se preocupe, madeimoselle. Es normal que reaccione así. – La tranquilizó por mí.

- Quizás estaríamos mejor dentro del castillo… - murmuró ella aún mirándome compasivamente. – Seguro que podemos encontrar una sala en la que podamos hablar con tranquilidad…

- No será necesario, el cachorro tiene que acostumbrarse al sol y sé que ha sido negligente en este tiempo que ha estado alejado de mí. – Sus ojos me atravesaron a pesar de que su tono de voz no reflejaba ningún reproche – Puede estar totalmente tranquila que no le ocurrirá nada, sin embargo sería un gran detalle que se aleje al menos un paso de él. – Ella lo miró sin comprender – Se sentirá mejor si no tiene que controlar cada gesto para no romperle la mano. – Susurró en tono cómplice, de inmediato ella me soltó y se apartó unos centímetros de mí.

Durante unos segundos estuvimos callados, pero aquello era una tortura para el siempre locuaz Lucian por lo que empezó a preguntarnos qué tal nos había ido en clase y si alguno de nuestros compañeros había preguntado por su presencia o la de Isabel en el castillo. Por supuesto que preguntaron. No hubo uno solo que se quedase sin preguntar algo aunque fuese por vía interpuesta de las cotillas más experimentadas del  colegio: Lavender y Compañía. Habían acosado a Hermione en todas las clases para averiguar quién era el misterioso hombre que me había acompañado en el desayuno, igual que Ginny disfrutó de su momento de gloria al relatar una vez más la ocasión en que me sorprendió saliendo de la ducha… Todo esto por supuesto alagó parte del ego de Lucian, aunque no tuviese nada que ver directamente con él, que alaben a su chiquillo siempre es motivo de orgullo aunque sea por algo tan insulso como eso.

Entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora