04. Deliciosa

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Se encogió en mi chaqueta, supongo que alguna parte de ella estaba pensando en que lo más inteligente era irse a esa misma cama de la que yo estaba hablando, calentita y a salvo de vampiros y hombres lobo. La tomé de nuevo en brazos y salí corriendo como una centella hacia una sala que me había encontrado en mis paseos por el castillo. De camino nos encontramos con Filch, aunque no pudo decir nada porque pasé tan rápido por su lado que sólo debió sentir una corriente de aire a su lado. En cuanto llegué a la sala la posé en un sofá. Era una vieja sala de descanso de profesores, de la época en que había más alumnos y más materias. Tenía sofás cómodos, escritorios, armarios vacíos y estanterías llenas de libros de texto viejos.

- ¿Te parece suficientemente apropiado? – Me recliné en el sofá que quedaba frente a ella.
- Sí, gracias. – Era divertido ver cómo intentaba mantener la calma a pesar de todo lo que debía pasar por su mente.
- Bien pues entonces… dispara – Sonreí de nuevo, me intrigaba conocer sus preguntas.
- ¿Por qué me salvaste?  - Curioso. No pasa nada porque le diga la verdad.
- Porque si no lo hubiese hecho tu cadáver o desaparición pudiesen haberme sido atribuidas y no me apetece tener problemas, sólo quiero terminar la escuela y luego dedicarme a… - lo pensé casi  medio segundo, no sabía exactamente qué haría después de esto, no me había parado a pensarlo - …otra cosa.
- Ya… supongo que debe de ser un inconveniente que si le pasa algo a alguien, todos piensen que fuiste tú… claro. –
La pobre se estaba haciendo un cacao con cientos de cosas en su cabeza.
- Supongo que no te importará si yo te hago algunas preguntas a cambio, ¿verdad? – Me miró asustada - ¿Me podrías explicar cómo eres capaz de estar aquí, conmigo, tranquilamente? Por si no te has dado cuenta, estás sola, nadie sabe que estás conmigo y creo que ambos sabemos que a estas alturas sabes qué soy.
- Un vampiro. –
Dijo ella en voz baja – Supongo que después de tomarte tantas molestia para salvarme de un hombre lobo no vas a echarte sobre mí para matarme y antes dejaste claro que no puedes permitirte que sospechen de ti si a algún alumno le pasa algo. Creo que no tengo que tener miedo de ti en ese aspecto. – Sonrió levemente ante la lógica de su razonamiento.
- Ya, pero de todos modos soy yo… ya sabes a lo que me refiero. – Me estaba divirtiendo de lo lindo al ver sus expresiones atravesar su rostro.
- No… creo que no me doy cuenta. – En sus ojos se veía lo confundida que estaba.
- Draco Malfoy. – Dije simplemente, seguía igual. – Creo recordar que éramos enemigos, Granger – Suspiré.
- Sí, es cierto. Pero lo has dejado muy claro: “éramos”. – Entrecerró sus ojos, ahora estaba más tranquila, esto era terreno más normal para su mente – Desde que Voldemort fue derrotado los Malfoy os habéis comportado muy bien, no habéis protestado por nada e incluso se diría que os habéis amoldado sin problemas al nuevo sistema. Ya no eres mi enemigo, sólo un compañero de clase como otro cualquiera. – La verdad es que era cierto, la mayor parte de Slytherin sólo quería estudiar y olvidar todo lo ocurrido.
- Ya. Una última pregunta, ante de responder las tuyas – sonreí maliciosamente - ¿Es habitual para ti pasar las noches en salas desconocidas con compañeros de clase del sexo masculino, Granger? – Pregunté esperando ver de nuevo esas mejillas sonrosarse.
- No, Malfoy. – Gruñó ella – Aunque creo que en ese aspecto tampoco he de preocuparme teniendo en cuenta tu nueva condición, ¿no? – Ahí sí que me ha sorprendido. En vez de sonrojarse está sonriente y se siente feliz consigo misma por su deducción.
- Perdona, pero eso no lo entiendo – Me incorporé para sentarme correctamente y poder deducir por sus expresiones qué quería decir  - ¿Me puedes explicar a qué te refieres con eso? – Ahora ella me miraba sorprendida también.
- Eres un vampiro. – Recalcó.
- Sí. – Acordé.
- Estás muerto. – Afirmó.
- No muerto. – Corregí.
- No puedes… bueno… no estás… - ahí se atascó - ¿verdad?
- Si te refieres a que soy un vampiro y no estoy técnicamente vivo no puedo… eso no es razón más que suficiente para poder o no poder tener relaciones con alguien… -
la miré fijamente a los ojos.
- ¿Puedes? – preguntó con la voz temblorosa.
- Sí. – Sonreí intentando turbarla.
- Pero… me odias y no te atraigo de ese modo… Por lo que puedo quedarme tranquila. ¿Verdad? – Sus suposiciones eran cada vez más peregrinas. - ¿Verdad? – Repitió.
- Bueno, la verdad absoluta es que buena parte de mis perspectivas han cambiado. – Tuve que contenerme para no reírme – Eres una mujer joven y si te preocupases mínimamente por tu aspecto seguro que serías muy atractiva para una buena parte del alumnado masculino e incluso para una pequeña parte del femenino, aún me acuerdo del baile de navidad en cuarto. – La observé de manera evidente y descarada – Si no llevases tantas prendas tu figura resaltaría mucho más, cuando te sostuve en brazos pude hacerme una idea de tus curvas y he de reconocer que son bastante invitadoras… Además supongo que no te das cuenta pero cada vez que te sonrojas es algo que te hace muy atractiva para mí. – De modo intencional dejé que mis colmillos asomasen levemente mientras sonreía, disfruté al ver que eso hacía que se sonrojase mucho más. Decidí acercarme a ella hasta quedar a escasos centímetros de su rostro – Y hasta esta noche me había alimentado de deliciosas muchachas… Es mucho más agradable sentir el cuerpo de una mujer contra mí que el de un león. – Dio un respingo y se alejó de mí hasta el otro lado del sofá – Pero he prometido que no me alimentaría de ningún alumno – suspiré – y estoy atado por mi honor a esa promesa – La miré de nuevo y me di cuenta de que todo lo que le había dicho era cierto, es hermosa pero no quiere sacar provecho de ello y es cierto que en estos momentos me encantaría poder acariciar su garganta con mi lengua… - Aunque te aseguro que ibas a disfrutar de cada momento… - no pude evitar decir con voz ronca, la sequedad de mi garganta me impelía a tomarla pero me contuve y no me moví, ya me había alimentado esa noche, no necesitaba más sangre… pero sus mejillas me invitaban.
- Lo dudo. – Se atrevió a decir.
- No debiste decir eso…  - Sentí la urgencia por demostrárselo y me acerqué lentamente a ella sin dejar de mirarla a los ojos – He prometido no alimentarme, pero esto no es lo mismo… - acerqué mis labios a los de ella, esperando a que me apartase.

Entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora