49. Ghoul

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Hola, soy Zacharias Smith. (Pero qué estupidez…) Bueno, a ver, Draco me ha pedido que cuente un poco las cosas desde mi punto de vista, por eso de que le interesa ver algunos acontecimientos con otros ojos y eso. El caso es que yo era un mago, en realidad sigo siéndolo, pero antes era sólo un mago adolescente que estudiaba en Hogwarts, no me metía con nadie, de vez en cuando jugaba al Quidditch, pero mi equipo nunca ganaba. Claro, es lo que tiene pertenecer a la casa de Hufflepuff, a veces te da la impresión de que sólo estamos ahí para hacer un poco de bulto en las clases.

La primera vez que fui al colegio me quedé un poco decepcionado al entrar en esa casa porque, como todo mago, tenía ilusión de ser alguien importante algún día, si eres un Hufflepuff es que vas a ser un tío normal, del montón. Por muy mago que seas. Con el tiempo lo vas asumiendo, dejas de hacerte ilusiones de que te tengan en cuenta para las cosas, incluso haces lo posible por pasar desapercibido. Y es que no quieres tampoco meterte en los líos en los que se meten los demás, aunque parezca muy emocionante todo lo que les pasa. A mí me tocó estudiar al mismo tiempo que a Harry Potter. El chaval era famoso desde que estaba en la cuna por haber sido el único superviviente de la maldición de la muerte, el Avada Kedavra. También porque había sido el causante de la caída de Lord Voldemort, un mago tenebroso que quería conquistar el mundo y acabar con todos los hijos de muggles y cosas así.

Harry, como no, entró en Gryffindor, la casa de los valientes. También las pasó canutas año tras año en la escuela. No es que se metiesen con él ni nada por el estilo, no, lo que pasaba era que el Voldemort ese empezaba a despertarse del mundo de los muertos y quería acabar con el mocoso que le había hundido. No lo tuvo fácil, tanto es así, que terminó por rematarlo por completo cuando estábamos en el verano antes del séptimo año. Y aquí es donde empieza la parte interesante.

Resulta que Voldemort tenía seguidores, unos bastante conocidos eran los Malfoy, su hijo Draco incluido. No teníamos idea de cómo, pero se las había apañado para librarse de entrar en Azkaban, la cárcel para magos, y había vuelto a la escuela. Estaba muy raro, eso sí. Antes era el típico chulito que se metía con todo el mundo, siempre acompañado de los dos amigos tipo gorila, Crabe y Goyle, los otros dos chulitos de pasillo, Zabini y Nott, y la tía sádica y medio loca que era Parkinson. Cuando regresó después de ese verano, que se suponía que había sido socarrado por un dragón, aunque no se le viese ni una sola cicatriz, ya no iba con sus amiguitos, pasaba buena parte del tiempo solo. Al poco comenzó a hacer una cosa que rompió los esquemas a medio colegio… ¿Para qué voy a mentir? Le rompió los esquemas a TODO el colegio. Empezó a salir con Hermione Granger. La misma chavala a la que se había concentrado en hacerle la vida imposible los seis años anteriores, metiéndose con su aspecto, con su origen (es hija de muggles) y con su inteligencia (es la bruja más inteligente de su generación). Y de golpe y porrazo empieza a pasearse con ella por los pasillos, a llevarle la mochila, evitar que le lancen hechizos y encantamientos… vamos, todo lo que haces por la chica que te gusta de verdad.

Las rarezas no terminaron ahí. Sin saber muy bien de dónde había salido, apareció una piba impresionante con un cuerpo de infarto. Dijeron que era amiga de Draco y que era su entrenadora o algo por el estilo, el caso es que se quedó en el castillo y durmió en los dormitorios de Slytherin. Pero en vez de verla con Draco, la veías siempre acompañando a Hermione, como si las amigas fuesen ellas. Luego me enteré de que en realidad estaba allí para ser la guardaespaldas de Hermione… pero eso es más adelante. Porque, si no nos llegaba con esa recién llegada, nos apareció otro tipo de pronto, un tal Lucian, que decía ser el tutor de Draco. Desde lejos se le veía que era del estilo peligroso, guaperas, con kilos de autoconfianza y que se movía como si fuese el rey del mambo. Luego resultó que casi, casi…

En Navidades se fueron unos cuantos juntitos en amor y compañía de vacaciones, a la vuelta las cosas se fueron complicando cada vez más. De buenas a primeras, unos vampiros feos y raros atacan el Express de Hogwarts. Ahí es cuando nos enteramos de que Draco e Isabel también eran vampiros. Pero de los buenos, si es que se puede decir que un vampiro es bueno, claro. Digamos que estaban de nuestro bando. Se las arreglaron para cepillarse a todos los vampiros con mala leche e hicieron lo posible porque llegásemos vivos. Claro está que algunos murieron. A ver, era una batalla, no un picnic. Y entonces es cuando las cosas se salieron por completo de madre. Al poco vienen más vampiros. De los que estaban en nuestro bando, conste. Encabezados por Lucian, que es cuando te enteras de que es un vampiro. Cada uno de ellos era más raro que el primero. Isabel, que se había liado con Zabini mientras dormía en Slytherin, empezó a pasar un poco del chaval, pero no dejó de estar pendiente de Hermione. Es entonces cuando te enteras de que es la guardaespaldas de la Gryffindor. Lucian tiene una hermana, Lara, unos años mayor que él pero igual de buenorra. (Ahora que lo pienso, no conozco a ninguna vampira que no esté cañón… descontando a las que quieren matarnos, claro). Los otros vampiros son Tony y Julia, que parecen un poco locos. ¿A quién voy a engañar? Tony está como una regadera y Julia lo disimula muy bien. Lameth, ese sí que se puede decir que es un vampirito bueno, nunca he conocido a uno tan buenazo como él. Se desvivió durante una temporada por enseñarnos cosas de la magia que sólo habíamos conocido en los libros de historia, pero claro, él forma parte de la historia. Por último estaba Ennoia. Bajita, muy mona ella, con cara de pícara, ojos penetrantes, cuerpo escultural, sonrisa picarona… Sí, lo sé, se me ve el plumero.

Entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora