En varias ocasiones me he mofado de los jóvenes vampiros que han tomado la visión romántica que de nosotros dibujan algunos libros. El ser condenado a vagar en la oscuridad, maldito eternamente a tener que alimentarse de sus semejantes, una criatura solitaria, atada a unas normas que le alejan de la sociedad mortal. Esa imagen tan ridícula de trajes de terciopelo, caserones abandonados y oscuros, telas de araña, alimañas correteando por los rincones, sólo aventurándose en el mundo para subsistir de la sangre de los mortales.
Eso no es más que una sarta de estupideces.
Porque, pongámonos serios por una vez en la vida, esto de ser vampiro no es una maldición, todo lo contrario, es una bendición. Esos mozalbetes que acaban de sentir el calor de la sangre en su garganta por primera vez, no saben nada de lo que les espera. Muchos terminan convertidos en cenizas tras dejarse mangonear por los más antiguos, otros son eliminados por sus propios vecinos mortales, incluso algunos terminan inmolándose por no ser capaces de sobrevivir en este mundo. Sólo unos pocos pueden ver la realidad y moldearla adecuadamente, adaptarla a sus necesidades, utilizar cada gota de sangre para perfeccionar sus habilidades y al fin obtener el merecido premio a sus esfuerzos.
Un buen ejemplo serían los miembros de nuestra familia. Lucian comenzó siendo el tercer hijo de un conde venido a menos, su vida podría haber sido mediocre o incluso podrían habérsela arrebatado en el campo de batalla cuando se lanzó por primera vez contra un enemigo, sin embargo tuvo la fortuna de caer en manos de un magister. Sus primeros años como vampiro no transitaron por un camino de baldosas amarillas, sino que fue sinuoso, tortuoso, plagado de brasas encendidas que amenazaron con arrebatarle su existencia ante el primer paso en falso. Supo ser paciente y aprendió todo lo necesario para ir medrando lentamente dentro de su clan, hasta terminar convirtiéndose en su piedra angular.
Lameth no se dejó llevar tampoco por las vanas promesas de vida eterna, mejor que nadie sabía que el poder sólo conllevaba enemigos. Desde el primer momento supo que debía hacer todo lo que estuviese en su mano para acabar con aquellos que estaban por encima de él, porque no iba a ser la marioneta de nadie, ningún titiritero movería los hilos para obligarle a hacer nada. Él se convirtió en el que susurró las palabras adecuadas en los oídos apropiados, empujando así a los que eran inferiores a él, pero que se creían con el poder de doblegarle, para acabar sigilosa y eficientemente con cualquier impedimento para hacer lo que él deseaba y no lo que otro ordenase.
Ennoia siempre ha sido un espíritu libre. Nunca permitió que las ataduras de una sociedad misógina la convirtiesen en una mera productora de niños. Se reveló entonces y no ha cesado jamás de hacer aquello que siempre se le ha antojado. Abrazó el caos y se dejó llevar por la naturaleza más salvaje de nuestra estirpe. Nadie podría sospechar que un ser tan delicado y aparentemente frágil puede llegar a esconder al ser más mortífero que jamás haya pisado la tierra. No porque conozca cientos de maneras de matar, sino porque es y será todos los depredadores que han existido y existirán. No es un simple herbívoro que pueda ser domesticado, sino un carnívoro indomable y salvaje por completo.
César desde que era un niño tuvo claro que la Diosa Fortuna era una amante caprichosa y cruel que sólo beneficiaría a quienes se labrasen el medio de beneficiarse por sí mismos. Ese hombre nació para ser vampiro, se crió para serlo y terminó siéndolo en el más importante momento de su vida. Cuando ya había conquistado el mundo conocido hasta el momento y sabía perfectamente cómo provocar que reyes, tiranos y faraones cayesen a sus pies.
Calebros, en lugar de mortificarse eternamente por la deformación que su clan le había provocado, como muchos harían en sus circunstancias, se fortaleció en el proceso. No le importa en absoluto su aspecto grotesco, sino que explota hasta el más insignificante de sus defectos, retorciéndolo hasta convertirlo en una virtud. De ese modo ha sido capaz de engañar a cientos de generaciones de vampiros, hacerles creer que es su aliado para sólo aprovecharse de ellos y así forjar lo que hoy en día es la más importante red de espionaje del mundo entero. Nada escapa a su conocimiento, hasta el más ínfimo detalle que sucede en las cortes de los príncipes de la Camarilla o los obispos del Sabbat termina siendo conocido por él. Aunque también sabe que algunos vampiros no pueden ser traicionados, aquellos a los que necesita para protegerle de todos los demás.
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Entre las sombras
RomanceDraco sufre un grave accidente y su única manera de salvarse es convertirse en un vampiro, de todos modos desea regresar a Hogwarts y terminar su último curso... pero lo va a tener muy difícil.