21. Decoración II

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En cuanto estuvimos listos, bajamos para reunirnos con todos los demás. Ya escuchaba su conversación desde el dormitorio, estaban acribillando a Harry por haber sido el primero en caer en brazos de Cat y Felicia, lo que significaba que Lameth era el que había ganado la apuesta que había hecho con Ennoia. Pero no pude quedarme a tomar el café y meterme un poco con los chavales, Lucian nos reunió a todos en su despacho.

Cuando Lucian nos contó lo que había hecho Tony me puse furioso. Era evidente que todo había sido culpa mía. Había incitado a Anthony para luego rechazarlo, pero no pensé en ningún momento que buscaría solaz en los brazos de alguna de las chicas, se supone que han de estar seguras porque es la casa de Lucian, están bajo su protección. Pero Tony es una alimaña astuta y sabe reconocer perfectamente al más débil de un grupo, la más receptiva a sus atenciones y más inocente de todas. Si lo tuviese delante sé que lo destrozaría con mis manos, pero eso no serviría de nada, Tony es un adicto al dolor, a la desesperación de los demás y la suya propia. Tendría que contentarme con el castigo que Julia y Lucian le impartiesen.

Me extrañó que Luc me escogiese para modificar la memoria de Lavender, pero me imagino que lo ha hecho para que tenga algo que hacer y no pueda escuchar el resto de la conversación, es imposible estando Isabel allí. ¡Maldita Assamita! ¿Por qué ha de torturar a Hermione diciéndole la verdad acerca de lo ocurrido con Lavender? Sabe que no pienso dejarla sola nunca más, a partir de este momento, si no está conmigo tendrá que estar con ella. Sigo sin comprender por qué la consiente tanto, no creo que sea recomendable que Hermione tenga que saber todos y cada uno de nuestros secretos. Pero sé que tiene razón, Hermione ha sido aceptada por todos nosotros como una más, es justo que conozca la verdad. Aunque no por ello tiene que gustarme.

Mi trabajo con Lavender se limitó a borrar la peor parte y dejar la actuación de Tony como un problema con el alcohol. Lara y yo nos aseguramos de que tomase la poción de Lameth para que no tuviese secuelas a causa de la brutalidad de ese bastardo. Pero me di cuenta de que tendría que hacer algo más, Lavender no estaba en condiciones para reunirse todavía con el resto y por tanto me centré en mantenerlos tan atareados que no la echasen en falta.

Recuperé parte del despotismo y cinismo que había perdido a lo largo de estos veinte años, fue efectivo, todos empezaron a odiarme de nuevo, en cuestión de segundos. Es preferible que centren sus miradas y esfuerzos en mí y no en la joven, al menos, de ese modo obtiene el tiempo suficiente para recuperarse del pequeño trauma que le he dejado. Isabel fue de gran ayuda en todo el proceso, saber que Hermione estaba con ella me tranquilizaba y me permitía seguir organizando la decoración de la casa como si fuese el desembarco de Normandía. Me di cuenta que, en los escasos momentos en que se acercaban, dejaba de preocuparme por ellos y volvía mi atención a ella.

Hermione le había dicho a Lavender que mi actuación era una farsa, por eso me sentí liberado cuando pude volver a relajarme. El único inconveniente era que, después de haber sido un dictador durante toda la mañana, iba a resultar confuso si dejaba de torturarles sin una razón de peso. En cuanto empezó a reprocharme mi comportamiento, supe que lo hacía para darme esa excusa. Fue divertido discutir con ella, como en los viejos tiempos.

- ¿Qué es eso de que has estado dando órdenes? – Me recriminó con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho.

- Perdona, cariño, pero…

- ¡Ni cariño, ni leches, Draco! – Me gritó. - ¡Pensé que habías cambiado algo en estos años! Pero se ve que las serpientes seguís igual por mucho que cambiéis de piel, ¿verdad? No podías resistirte a ponerte mandón con ellos, ¿no?

- ¡No me toques las narices, Hermione! – Protesté – Reconozco que me pasé un poco, pero tampoco creo que sea para tanto.

- ¿Un poco? ¿Un poco? – Levantándose de la mesa para gritarme. - ¡Draco Malfoy, has osado tratar a mis amigos como si fuesen elfos domésticos!

- ¿Y qué si lo he hecho? – Levantándome también – Sólo son una pandilla de magos sin importancia…

- ¡Claro, lo siento, no todos son el gran Draco, que todo lo puede hacer! – Colocando la silla y empezando a recoger la mesa. - ¡Perdone el señor por creer que existe un mundo aparte de él!

- ¡Deja eso ahora mismo! – Cogiéndole los platos de las manos – ¡Mi mujer no se va a rebajar a recoger la mesa! – Me miraba furiosa aunque podía ver que le estaba costando no reírse de nuestra propia interpretación.

- ¡Perdona, guapito, pero yo no soy tu mujer! – Dirigiéndose a la puerta, pero girándose en el último momento – Es más, me parece que no soy nada tuyo a partir de ahora… así que vete cogiendo una manta porque duermes en el sofá esta noche… y las siguientes. – Saliendo por la puerta.

- ¡No se te ocurra irte mientras estoy discutiendo contigo, maldita bruja! – Saliendo en pos de ella. La encontré en el pasillo, doblada por la mitad de la risa contenida. – Te has pasado con lo del sofá. – Le susurré divertido – Ahora voy a tener que rogarte como nunca he imaginado para que se crean que me has perdonado. – Besándola antes de seguir con la farsa. – Hermione, por favor… - Ella se recompuso y volvió a entrar en el comedor. – Hermione, escúchame… te lo ruego. – Yendo tras ella e intentando acariciarla, pero ella me apartó la mano y se giró furiosa de nuevo.

- ¡No me toques! Me ha quedado muy claro lo que piensas de mí, Malfoy. – Sentándose en su silla, para que pudiese arrodillarme ante ella.

- Hermione, por favor, acepta mis disculpas… te juro que no volverá a repetirse – Tomando su mano, ella mirándome con altivez. – Por favor, me dejé llevar por las fechas… - besando su mano – Te lo ruego, cariño… - dejando caer otro beso – Son las primeras navidades decentes en veinte años… por favor, discúlpame por haberme dejado llevar de este modo tan vergonzoso…

­- Draco, no sé si creerte. – Comenzando a ablandarse, pero no mucho, para que no se diesen cuenta de que todo esto no era más que una maniobra de distracción.

- Hermione, no me hagas esto… por favor… - Hace años esto sería impensable en mí – Te suplico que me perdones. – Ella me miró realmente sorprendida.

- Está bien, te perdono… - Dijo al fin. – Pero no seguiremos adornando nada más, yo me encargo de lo que falta, ¿de acuerdo? – Enarcando una ceja.

- Lo que tú digas, Hermione. – Susurré contra sus labios antes de besarla.

La discusión permitió que no resultase extraño que mi actitud cambiase tan radicalmente y no sospechasen que había sido una distracción sobre algo mucho más importante. Hermione terminó la decoración, como había dicho, con un mero gesto de varita. El resto de la tarde nos volvimos a encerrar en la sala de música, pues había descubierto que le encantaba escucharme tocar el piano. Le sorprendió que pudiese tocar todos los instrumentos de la sala, pero es que veinte años te dan mucho tiempo para practicar.

Por la noche, en cuanto pudimos, nos escapamos de la sobremesa en el salón. Nuestra “reconciliación” fue fabulosa, por supuesto. 

Entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora