En la oscuridad mis ojos ven mejor que los de cualquier otra criatura. Las sombras son mi elemento. Por eso, a pesar de la oscuridad que reinaba en la habitación, podía apreciar con total nitidez la frescura de la piel de Hermione. Disfrutaba velando su sueño, viendo cómo su cuerpo se movía con el ritmo lento de su respiración. El rostro apoyado sobre sus manos en la almohada, el cabello cayendo en cascada sobre su espalda arqueada, apenas tapada con la sábana, la silueta de sus piernas bajo la tela. Lo único que lamentaba de que estuviese dormida es que no podía ver sus ojos color miel.
Había sido un día muy largo, repleto de tentaciones y agitaciones. Primero los dulces recuerdos de Felicia, más tarde la hermosa Ginebra encarnando la fantasía de cualquier hombre, la angustia de Pansy, la ira de Ronald, el ácido humor de Isabel, tan sólo Lucian me había dejado en paz. Pero sólo Hermione había estado presente en mis pensamientos en todo momento, ella era la razón principal por la que había resistido cada minuto. Si no lo tuviese ya tan claro, el día anterior me habría sacado de dudas: estaba enamorado de esa dulce bruja que dormía en mi cama.
Me apenaba tener que despertarla. Llevaba varias horas observándola en silencio, una estatua que había custodiado su descanso, embelesado por su tranquilidad, su inocencia. Embriagado por el perfume de su piel, embrujado por el sonido de su corazón tranquilo. Aunque el calor que emana de ella me lo recuerda en todo momento, a veces no puedo evitar querer olvidarme de que es humana. En ocasiones desearía que fuese como yo, aunque sé que eso me destrozaría. No quiero condenarla a la oscuridad cuando ella es toda luz, su inocencia desaparecería con el primer sorbo de sangre que tomase, su pureza de corazón se esfumaría. Y sin embargo seguiría amándola. Por mucho que disfrute con la paz que me da verla dormir, me gustaría que no necesitase perder el tiempo en descansar o en comer. Mi deseo de pasar el mayor tiempo posible con ella me está convirtiendo en lo que mi sire tanto ha deseado, que sea más diurno. No me molesta tanto la luz del sol como antes, porque sé que ella estará allí conmigo.
Tiene que comer. Pronto será hora de cenar. Me agacho hasta que mi rostro está frente al suyo para poder besar sus labios con suavidad, se curvan en una sonrisa y pronto reaccionan. Una mano acaricia mi rostro y siento el calor contra mi piel, un gemido sale de nuestras gargantas, me rindo a ella. Sube sobre mi cuerpo sin dejar de besarme, no desea despertarse todavía, no quiere abrir los ojos aún. Sabe que siempre responderé a sus deseos, sobre todo si implican tenerla tan cerca de mí. Me abandono a sus caricias, sintiendo cada roce de sus dedos sobre mi piel como descargas eléctricas que me recorren por completo, su lengua desciende por mi pecho trazando el camino a mi perdición. Sé lo que desea y no puedo negárselo, ningún hombre sería capaz de hacerlo. Los diminutos besos, con los que se acerca a su objetivo final, me arrancan jadeos involuntarios. Su sonrisa, sus dientes, su lengua relamiéndose por sus labios, sólo esa visión es suficiente para hacerme perder el control. Y aún así hago caso y me dejo caer sobre mi espalda cuando ella me empuja.
Sí, el poderoso vampiro se convierte en el siervo de la frágil humana, porque ella es lo único que le permite seguir viviendo día tras día.
El primer paso de su tortura es seguir con esos besos efímeros que me hacen anhelar más, cuando al fin usa su lengua para recorrerme, creo morir, mas ella no va a detenerse ahí. Sus labios me rodean, descendiendo con lentitud, prolongando mi martirio. Todo mi cuerpo quiere moverse y reaccionar, pero mi mente no lo permite: ella no lo desea. Cuando sus dientes me arañan con atormentadora suavidad, mis labios forman su nombre con la esperanza de detenerla, mas nada de lo que diga va a alejarla de allí. Aprieto con fuerza mis dientes, mis colmillos totalmente expuestos, la cadencia de sus caricias me obliga a asirme a la cama o no seré capaz de mantener mi intención de permitirle seguir, cada célula de mi cuerpo la desea, mis brazos ansían rodearla, mi pecho anhela tener su corazón latiendo contra él y mis labios desean recorrer su cuello antes de que mi lengua vuelva a disfrutar de su sangre. Mis dedos, ya convertidos en garras, se aferran a la cama en el último instante en que, el poco control que aún me queda, se concentra en no levantarme.

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Entre las sombras
RomanceDraco sufre un grave accidente y su única manera de salvarse es convertirse en un vampiro, de todos modos desea regresar a Hogwarts y terminar su último curso... pero lo va a tener muy difícil.