En una semana de clases sólo me había encontrado con algún inconveniente en la materia de Historia de la Magia: Me resulta totalmente imposible asistir a esa clase, el sopor se me hace casi imposible de evitar. La primera y única a la que fui me resultó una pesadilla, tuve que irme de inmediato del aula en cuanto el Profesor Binns empezó a hablar, sentía cómo mi cuerpo empezaba a ponerse rígido a consecuencia del sol que entraba por las ventanas y a la monotonía de su discurso… Sus clases y las de Estudio de Runas Antiguas, junto con las horas de la comida, son los únicos momentos a los que me permito faltar. Principalmente por lo soporíferas que son, porque coinciden con las horas en que el sol está más alto y por que sigo sin soportar el olor de la comida, por lo demás procuro asistir a todas las clases que puedo, salvo que alguna me coincida al mediodía, entonces no puedo resistir el quedarme en mi habitación.
También estaba el detalle de la casa Slytherin. Mis compañeros no se hacían a la idea de lo que me pasaba, estaba más extraño de lo habitual, mucho más callado, no bromeaba como antes y hacía caso omiso de las jovencitas que reunían el suficiente valor para acercárseme. Es difícil de explicar. Por un lado temía hablar con ellos, relajarme demasiado, por otro necesitaba de todo el poder de concentración de que disponía para evitar salir corriendo hacia mi refugio cuando el sol salía. Al mismo tiempo no estaba de humor como para bromear, es un poco complicado encontrarle la gracia a algo cuando tienes tantas cosas en mente: mantenerte despierto, evitar moverte demasiado rápido, no morder a nadie, no romper sus cuerpos blandos, no reaccionar violentamente a un simple roce. Porque eso era lo peor, al no conocer mi condición, me tocaban en todo momento. Palmaditas en la espalda, los brazos, caricias cariñosas, tropezaban conmigo… Pero lo de las chicas era peor que todo eso y más: sentía que me estaban ofreciendo aquello que más deseaba y sin embargo no podía tomarlo, escuchar sus corazones latiendo frenéticamente por la mezcla de emociones, sus cuellos desnudos disponibles…
Mi asignatura favorita siguió siendo Pociones, a pesar de no disponer ya del favor de Snape, algo de lo que prácticamente nadie se había dado cuenta, era una bendición estar bajo toneladas de piedra en ese ambiente húmedo y oscuro en el que me sentía tan a gusto. Además era la última de todas las clases por lo que a medida que avanzaba el tiempo podía disfrutar cada vez más de la complejidad de la poción que estuviese realizando, mi mente se iba liberando de todas las ataduras que tenía por el día y sólo se concentraba en el caldero, mi cuerpo se liberaba de la tensión y se relajaba porque el sol estaba a punto de ponerse y eso significaba que ya no debía sentir el peligro.
Las noches eran quizás la parte más curiosa de mi nueva experiencia en la escuela, antes me encontraba limitado por mi cuerpo de un modo completamente distinto. Necesitaba dormir pero ahora esa necesidad era distinta y a otras horas, además no dormía para descansar realmente sino que lo necesitaba para no desencadenar una masacre. Recorrí el castillo al completo y encontré la famosa cámara de los secretos de segundo, no fue del todo difícil entrar, me pareció curioso que uno de mis nuevos dones fuese el poder hablar parsel, pero ya me había descubierto entendiendo los sonidos emitidos por otros animales por lo que deduje que no se reducía a las serpientes. Una vez descubierta esa cámara decidí trasladarme a ella como residencia fija, estaba muy por debajo del castillo y sería de mucho más difícil acceso para el resto de los alumnos, que yo supiese el único que hablaba parsel era Potter y creo que a él no se le ocurriría buscarme para nada. También me aventuré en la biblioteca y descubrí un mundo realmente fascinante, mi mente registraba todo lo leído de un modo más eficaz de lo que mi limitada mente mortal había hecho hasta ahora, no resultaba extraño que el alba me encontrase enfrascado en algún volumen de magia avanzada. Fue entonces cuando me percaté de que alguien más actuaba de un modo distinto a como lo hacía antes.
Me observaba, me estudiaba… sabía en qué me había convertido. Sabía que ella lo había deducido, tan inteligente, tan estudiosa… por supuesto. Granger no se dejaba engañar por explicaciones racionales y lógicas cuando su mente registraba los cambios y las evidencias. No es que cualquiera me viese y pudiese decir: “Hey, ese tío es un vampiro”. Sino que había ciertos detalles que pueden delatarme a las personas que saben unirlos y conformar un puzle de evidencias. No como nada, de manera inconsciente examino mi alrededor como un depredador lo haría, mis reflejos son infinitamente más rápidos y aunque me controlo lo suficiente no consigo evitar algunas respuestas demasiado rápidas para un chico normal de diecisiete años, también tengo tendencia a no moverme durante largos periodos de tiempo, puedo llegar a parecer una estatua si así lo quisiese, mi piel es infinitamente más clara de lo que era antes, incluso reluce un poco bajo el sol, la manera de andar también ha variado de modo evidente porque aunque intente con todas mis fuerzas caminar con paso lento y sonoro no puedo conseguirlo y muchas veces parezco una bestia al acecho. Pero lo más significativo de todo es el hecho de que he perdido mi reflejo, no por ser un vampiro sino por ser uno que controla las sombras, existe algo que provoca que sea incompatible entre unas y otro. Seguro que ha estado vigilante hasta que percibió que no apareciese mi reflejo en alguna ventana antes de terminar de atar cabos.
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Entre las sombras
RomanceDraco sufre un grave accidente y su única manera de salvarse es convertirse en un vampiro, de todos modos desea regresar a Hogwarts y terminar su último curso... pero lo va a tener muy difícil.