43. Estallido

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Estábamos entrenando de una manera exhaustiva a los Hufflepuff cuando todo se vino abajo y comenzó el caos.

Los chavales tenían potencial para ser buenos jugadores de Quidditch, lo que pasa es que no sabían sacarle el provecho a ese potencial. De camino al campo, Ginebra, Harry y yo, habíamos estado discutiendo las distintas estrategias que era necesario enseñarles, por eso Ginebra tomó bajo su dirección a los cazadores y el guardián, Harry y yo nos alternaríamos con el resto. Al principio él tenía que darle varias indicaciones sabias a Zach en su tarea de buscador mientras yo me centraba en enseñarles todos los juegos sucios a los bateadores. Cuando anocheció nos intercambiamos y él les explicó a los bateadores todos los métodos legales para jugar y yo le enseñé unos cuantos trucos a Zach.

Entonces fue cuando un rayo púrpura impactó en el pecho de Zach, lo dejó petrificado y cayó de la escoba al vacío, volé con toda la rapidez que la escoba me permitía, echaba de menos la velocidad que tendría en el suelo, pero no podía perder el tiempo en bajar y salir corriendo. Cuando descendí hacia la frondosa marea de árboles y llegué al punto en que estaba Zach, supe que lo íbamos a pasar mal. El chaval había caído en un nido de Acromántulas.

Uno de los gigantescos arácnidos estaba a punto de clavar una de sus patas en el pecho del chico cuando, emergiendo a una velocidad implacable del suelo, apareció Ennoia con las garras apuntando hacia arriba. Atravesó el abdomen de la criatura con la fuerza de la inercia, saliendo por el caparazón, abriendo un agujero del tamaño de su menudo cuerpo, como si de un misil se tratase. Aterrizó sobre la criatura e inmediatamente dirigió su mirada hacia su protegido, en cuestión de segundos supo que estaba malherido y que era necesario sacarlo de allí lo antes posible para llevarlo con Lameth, pero el resto de acromántulas se cernían sobre nosotros.

Dos de ellas saltaron de las copas de los árboles en dirección a Ennoia, lógicamente la consideraban la amenaza más inminente, pero no podían ser tan rápidas como Ennoia mutando a un gigantesco dragón. El peso de esta forma terminó de convertir en añicos la acromántula sobre la que estaba, sus alas rematadas en fuertes garras se clavaron en las dos que avanzaban hacia ella desde los laterales, con la potente cola apartó a la horda que intentaba llegar hasta Zach y de sus fauces salió un chorro de magma hacia las que se precipitaban desde el cielo.

Reconozco que me quedé paralizado durante unos segundos, no en vano la última vez que estuve cerca de un dragón casi no vivo para contarlo. Pero entonces fue cuando aparecieron mis sires, Lara corrió a toda velocidad saliendo de las sombras hacia el malherido Hufflepuff, lo tomó en sus brazos y giró sin perder el tiempo para correr con él de vuelta al campo de Quidditch.

- ¡Reponte, cachorro! – Oí la voz de Lucian a mi espalda, sentí su mano en mi hombro. – Has de superarlo… recuerda que es En… - Me susurró al oído, intentando darme fuerzas. Recuperé el control de mi cuerpo y sacudí la cabeza para borrar las imágenes que habían dominado mi mente: el fuego abrasador quemando mis párpados, los colmillos de la bestia que avanzaba para ingerirme… - ¡Draco!
- Lo siento… -
Logré disculparme. – Lo siento, mi señor.
- Tranquilo, si yo hubiese pasado por lo mismo supongo que también me afectaría. –
Tiraba de mí alejándome de la antigua Gangrel. – Será mejor que nos vayamos y la dejemos desahogarse un poco con estas criaturas. No quiero estar en la piel del que le lanzó el hechizo a Zach… puede que ahora mismo esté respirando su último aliento.

Volvimos los dos al campo de Quidditch, allí tampoco iban muy bien las cosas. Lameth aterrizó ante nosotros, dejando un cráter en el suelo. Cuando miramos hacia las gradas, vimos algo que nos dejó estupefactos. Julia estaba sobre el que parecía el cuerpo inconsciente de Tony, agitándolo nerviosa y fuera de sí, podíamos escuchar la desesperación en su voz cuando llamaba a su marido.

Entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora