Desperté con las suaves caricias de los labios de mi esposa en mi pecho. Al abrir mis ojos encontré los suyos, brillantes y traviesos, observándome con una cualidad felina y hambrienta. La noche anterior estaba tan agotado que había caído en la cama como un muerto. Mi cuerpo y mente necesitaban descanso tras todos los esfuerzos a los que les había obligado en los días anteriores, no quedaba en mí un ápice de energía siquiera para comportarme como un buen marido y cumplir con mis deberes maritales.
- Buenos días, marmota. – Me saludó, subiendo con sus besos por mi garganta hasta besar mis labios. – Ya pensaba que iba a tener que escribirte un vociferador para que despertases.
- Siento mucho haber estado tan cansado anoche, supongo que no tengo excusa, ni siquiera por haber estado pelando con una horda Sabbat, llevar mis poderes vampíricos al límite, mis poderes mágicos más allá de lo conocido y por tener que soportar la tensión de varias batallas físicas, mentales y sociales al mismo tiempo. – Suspiré al sentir la maravillosa familiaridad con la que su cuerpo se amoldaba al mío.
- Supongo que puedo perdonarte por esta vez. – Soltando una risita divertida. - ¿Descansaste lo suficiente? – Preguntó ya en serio, dejando a un lado las bromas e interrogándome con la mirada, buscando adivinar en la mía si decía la verdad.
- Sí, el saber que todo había acabado creo que sirvió de somnífero. – Deslizando mi mano por su cuello y acariciando su mejilla con el pulgar, antes de atraer su rostro hacia mí para poder besarla cómodamente.
- No ha terminado, y lo sabes bien. – Tornándose seria y recostándose en mi pecho.
- Sí ha terminado, cariño. Lo que queda por hacer sólo es ultimar detalles, nada más. – Abrazándola. – Pero ahora ya podemos estar tranquilos en lo que respecta a la amenaza del Sabbat.
- ¿Y si te digo que tengo miedo de esos “últimos detalles”, como tú los llamas? – Murmuró apretándose más contra mí.
- Cariño… - tomando su rostro y obligándola a mirarme a los ojos. – Ahora más que nunca deberías sentirte tranquila, sabes que ninguno de nosotros va a permitir que te ocurra daño alguno y haremos lo que sea para que dejes de sentir miedo. – Preocupándome al ver genuino pavor en su mirada. – ¿Qué es exactamente lo que temes?
- No es exactamente temor, sino incertidumbre y preocupación. – Reconoció renuente.
- Sólo has de nombrar lo que te preocupa y me encargaré de que deje de atormentarte. – Comenzando a preocuparme también.
- Es una estupidez… - intentando zafarse de mi abrazo. – Tienes razón… no tengo nada que temer… - incorporándose.
- No. – Tomándola por la cintura y atrayéndola a mí una vez más. - ¿Qué es? – Pregunté ya sin miramientos.
- Draco… - Aún buscando una vía de escape.
- No. Me lo vas a decir o te llevo ante Lucian para que se lo digas a él. – Poniéndome firme. – Tú escoges.
- ¿En serio estás diciendo que vas a llevar a tu esposa ante tu sire sólo porque no quiere decirte un estúpido temor? – Amagando una mueca burlona, sin éxito.
- Sí. – No dando mi brazo a torcer.
- Está bien… - Suspiró al darse cuenta de que no tenía otra salida. – La verdad es que me asusta todo, Draco. – Evadiendo mi mirada. – Tengo miedo de cruzar esa puerta, de lo que voy a encontrarme al otro lado, de lo que ocurrirá mañana y el día siguiente. Me preocupa la reacción que tendrán los alumnos y los profesores cuando se enteren de todo lo que ha ocurrido mientras ellos estaban encerrados, de lo que pueden llegar a hacer cuando nosotros nos vayamos, de que Isabel nunca despierte de su letargo, de nuestra boda, de mi conversión… - Dejó escapar una exhalación de desesperación. – ¡Me asusta todo y no puedo evitarlo!

ESTÁS LEYENDO
Entre las sombras
RomansaDraco sufre un grave accidente y su única manera de salvarse es convertirse en un vampiro, de todos modos desea regresar a Hogwarts y terminar su último curso... pero lo va a tener muy difícil.