35. Juego III

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El agua resbalaba por mi cuerpo en la ducha del baño que había en el cuarto que tenía asignado. Echaba de menos la larga piscina de mis dependencias en la fortaleza, esa que mi querido Lameth había preparado con cientos de grifos que se adaptaban a mis deseos, desde un chorro que imitaba exactamente a una cascada en una gruta, con el aroma de las rocas y el musgo, hasta el que provocaba que se convirtiese en una laguna de agua salada. Eso trajo a mi mente el dilema de mi joven amigo con su pupila.

Me vestí y bajé las escaleras que me separaban de su dormitorio en aquella torre y me detuve ante la puerta. Podría traspasarla sin ningún inconveniente, pues hacía siglos que tenía su permiso para irrumpir en sus refugios, pero no quería incomodar a la niña. Le di dos golpecitos a la puerta y se abrió de inmediato. No había rastro visible de mi amigo aunque podía escuchar el agua correr en el baño, probablemente se estaba dando una ducha. Lavender estaba sentada en la cama terminando de ponerse los calcetines y los zapatos, su varita descansaba a su lado.

- Buenos días, Ennoia. – Cuando alzó la mirada vi en sus ojos que algo había cambiado, no estaba la sonrisa que los hacía brillar. Había madurado a raíz de todos los acontecimientos, tampoco se me escapó que algo más era diferente en ella, Lameth le había dado su sangre, ahora estaba ligada a él por completo.

- Buenos días, Lavender. ¿Cómo te encuentras hoy? – Le pregunté con genuino interés por su salud.

- Mucho mejor. Dirck me dijo que tú le habías avisado de lo que ocurría con Ron… muchas gracias. – Se levantó y alisó su falda para que estuviese perfecta. – También me contó que le detuviste cuando estuvo a punto de borrar todo eso de mi mente. – Se acercó hacia mí con una seguridad diferente a la que tenía antes y tomó mis manos por un segundo antes de abrazarme. – Gracias por impedirlo.

- Tranquila, pequeña. No era justo que lo hiciese…

- Buenos días, En. – Lameth entró en el dormitorio y comenzó a vestirse. – Hoy no será necesario que me sigas con tu homúnculo, he dejado por completo lo de la maldita apuesta. Acepto mi derrota. – Tampoco estaba de muy buen humor, no creo que fuese capaz de fingir nada hoy.

- Me lo imaginaba. Sólo vine para interesarme por Lavender. – Acariciando la mejilla de la niña.

- Eres muy amable por preocuparte, En. – Guardando la varita en la manga del suéter y tomando a Lavender por la cintura y acercándola protectoramente a él. – Hoy no pasará nada, mi dulce flor. – Besó su cabello cariñosamente y ahí estaba la sonrisa de Lavender, sólo para él. – Vamos a comer algo. ¿Vienes? – Aunque sus ojos dejaban claro que no deseaba ninguna compañía.

- No, gracias. Id vosotros delante… tengo que… hablar con  Lara. – El aroma de jazmín comenzaba a llegar a mí a través de las escaleras.  

Lara y Harry no tardaron en aparecer en el descansillo del piso de Lameth, entre la vampira y yo hubo un intercambio de miradas en el que nos pusimos al día de todo lo necesario. Entonces ya sabía que no sería lo más aconsejable provocar a Lameth o meterse con Lavender, al mismo tiempo se comprometió a vigilar a los dos objetivos más probables para que nuestro amigo descargase su ira, Ronald y Anthony. Harry avanzaba a su lado cabizbajo, al parecer no quería enfrentarse en absoluto a la tal Romilda.

- Hijo, es sólo un beso… - Le di un par de palmadas en el hombro. – Cualquiera diría que te enviamos al patíbulo. – El chico no dijo nada.

- Llevo toda la noche intentando animarle y nada. – Protestó Lara. – Harry, no te preocupes, aunque tardes, seguirás ganándome. Padma no tiene interés alguno en el sexo femenino, por lo que mis esfuerzos son fútiles con ella. – Intentando que eso le diese el valor necesario.

Entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora